AUGE MUNDIAL DE LAS FUERZAS DE LA PROTESTA

Populistas con fronteras

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Andreu Farràs

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Los estragos de las sucesivas crisis económicas, la hiperglobalización y el incremento de las oleadas migratorias están detrás del auge de movimientos populistas que han conquistado gobiernos en numerosos estados y este domingo alcanzaron la máxima magistratura del país más rico y populoso de Sudamérica.

El ascenso ha sido fulgurante en la mayoría de los países e imprevisto como un cisne negro. Los apoltronados del statu quo, los aparatistas de los partidos tradicionales y los académicos del 'establishment' siguen probando vacunas. Y eso que en algunos territorios, los populistas han ayudado en realidad a que sigan agarrando la sartén por el mango “los de siempre”.

En Europa, en la última década, la adopción de políticas neoliberales ha indignado y desplazado a votantes de centro hacia posiciones alejadas de los partidos tradicionales (democristianos, socialistas y liberales). “Los perdedores de la globalización son los votantes de los populistas, por la ausencia de propuestas claras de los partidos de siempre”, opina Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política de la UCM.

Más desigualdad y precariedad

En Occidente, la gran recesión de los últimos 10 años ha propiciado sociedades más desiguales y precarias con menor movilidad social. Carlos Carnicero Urabayen, analista político, explica: “Los líderes populistas han sabido leer muy bien las clases de este enfado. Se presentan como protectores de la población ante un mundo hiperglobalizado que está produciendo enormes cambios en sus vidas. Si naces pobre es más probable que las cosas no cambien mucho”. 

Los populistas dan respuesta a los temores y la incertidumbre de la gente. “Aunque sea con propuestas irrealizables y a base de mentiras, que identifican un enemigo claro y bien definido: el inmigrante, la UE, … y los políticos tradicionales no han sabido reaccionar con eficacia con un mensaje claro”, dice Cristina Manzano, directora de Esglobal. "Los 'hombres fuertes' que surgen actualmente son resultado de su tiempo; un tiempo definido por el agotamiento de modelos tradicionales de organización política que no dan respuestas a quienes se sienten expulsados por la globalización desigual en la que estamos sumidos", reflexiona Jesús A. Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios de Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

“Mientras el Estado pierde fuerza, los populismos reclaman recuperar la soberanía y cerrar fronteras; un error que cala porque no se ofrece un horizonte alternativo”, explica Rafael Vilasanjuan, director de Análisis y Desarrollo Global de ISGlobal.

¿Un riesgo para la democracia liberal?

Los expertos discrepan sobre si los populismos representan un peligro para las democracias liberales. El peligro más grave viene de que estas fuerzas están sabiendo utilizar los recursos del propio sistema para erosionarlo. “Lo estamos viendo en Polonia con sus ataques a la independencia judicial, en Hungría con sus ataques a la libertad de expresión y de cátedra y en Italia desafiando las normas presupuestarias de la eurozona”, recuerda Manzano.

Ferrero disiente: “El partido que lidera Orban, Fidesz, forma parte del Partido Popular Europeo y él es uno de sus vicepresidentes. Y el PIS polaco está aliado con los conservadores británicos. No puede ser tachado de iliberal aunque sí de euroescéptico”. De hecho, Ferrero no considera que Fidesz y PIS sean partidos populistas. “Sí lo son Macron, Trump y Bolsonaro”, añade.

Desmantelamiento

Carnicero considera un error pensar que las instituciones democráticas son irrompibles. “Los nazis terminaron en tiempo récord con la democracia alemana conquistándola desde dentro”, recuerda. La trampa populista consiste en desprestigiar los pesos y contrapesos de las democracias liberales porque impiden la realización de sus particulares utopías. “Y esos pesos y contrapesos (tribunales, parlamentos, prensa libre) son fundamentales para que la democracia sobreviva”, avisa Carnicero. Vilasanjuan recuerda que Trump ha abierto el camino con el nombramiento de jueces afines o el desdén al papel de los medios. Presentándose como salvadores de la patria, esos nuevos líderes "aprovechan la insatisfacción con el modelo imperante para desmantelarlo", señala Núñez Valverde.

El fenómeno se extiende como la pólvora por todo el planeta. ¿Es reversible? Manzano estima que, a pesar del éxito en tantos países, grandes porcentajes de la sociedad no están de acuerdo con sus propuestas: “Hace falta recuperar un mensaje basado en valores y también en soluciones viables para las demandas de la ciudadanía”. Ferrero afirma que el verdadero peligro no reside tanto en el populismo como en el nacionalismo, el racismo, la xenofobia y las pulsiones antidemocráticas.

Tres frases de Trump en uno de sus últimos mítines resumen por dónde van los tiros: “Soy nacionalista ¿vale? ¡Usad esa palabra, usadla! Un nacionalista es lo contrario de un globalista, que es una persona que quiere que al mundo le vaya bien pero al que, honestamente, no le importa mucho nuestro país”, dijo el multimillonario entre aplausos y gritos de “levanta el muro, levanta el muro” de los tejanos que asistieron al encuentro electoral de Houston.

Soluciones simples para problemas

Carnicero no es optimista: “Es difícil frenar el populismo porque su retórica es muy atractiva: soluciones simples para problemas complejos, aunque la decepción puede provocar un efecto disuasorio”. Recuerda los problemas de Theresa May para cumplir el sueño del ‘brexit’, cuyo referéndum fue ganado con una buena dosis de mentiras.

Pero la decepción de amplios sectores de la población por el comportamiento de los partidos tradicionales y, en general, de las élites políticas y económicas, es difícil de revertir. “Los ciudadanos han dejado de escucharlos. Les culpan del fracaso de sus expectativas vitales y consideran que viven blindados en un mundo de privilegios”, dice Carnicero. “Los partidos son parte del problema. Han acabado convirtiéndose en maquinarias para mantener el poder, enzarzados en luchas internas y dejando de lado las preocupaciones de la ciudadanía”, critica Manzano. “Su estrategia se ha vuelto conservadora y corporativista. Se defiende al partido por encima de la visión o el proyecto”, lamenta Sanjuan, que coincide con Ferrero en que la derecha conservadora ha transigido e intenta mimetizarse con el discurso antiinmigraciónislamófobo y antimulticultural para evitar más fugas de votos.

Vilasanjuan confía en que, a largo plazo, la amenaza populista empiece a remitir, ante la evidencia del fracaso de sus propuestas, “pero por entonces los daños sociales económicos y políticos requerirán de mucho tiempo para ser reparados”. Núñez Valverde coincide: "Solo el tiempo podrá convencer a quienes ahora los apoyan del fracaso que suponen sus propuestas". El problema es que su paso por el poder puede representar "un retroceso de tal nivel que sea imposible recuperar lo perdido".

Seis requisitos para triunfar como populista

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;"><strong>1. Denunciar la corrupción de los partidos tradicionales.</strong> Los escándalos (con condenas judiciales incluso) de conservadores, democristianos, liberales y socialistas son el perfecto caldo de cultivo para el ascenso del populismo.</span>