CONFLICTO ÁRABE-ISRAELÍ

Un barrio sitiado

La policía sella Jabel Mukaber, el vecindario cuna de los palestinos abatidos esta semana

Control israelí en un barrio palestino de Jerusalén este.

Control israelí en un barrio palestino de Jerusalén este.

ANA ALBA
JERUSALÉN

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En el barrio de Jabel Mukaber, en Jerusalén Este -parte palestina de la ciudad ocupada por Israel- hay tres carpas funerariasTres familias reciben en sus casas a decenas de personas que les dan el pésame. En ninguna han colgado los habituales retratos de los difuntos, que en esta ocasión son Bahaa Allyan, de 23 años, Alaa Abu Jamal, de 33, y Mustafa Khatib, de 17.

Allyan era uno de los dos palestinos que el martes pasado mataron a dos israelís en autobús en la colonia israelí de Armon HaNatzim. La policía disparó a los atacantes y Allyan murió.

Abu Jamal se lanzó con su coche contra una parada del autobús en el vecindario de Geula y mató a un hombre. Luego apuñaló a diversas personas y fue abatido a tiros. Trabajaba en la compañía telefónica israelí Bezeq y era tío de Udai y Ghasan Abu Jamal, que en el 2014 mataron a cinco personas en una sinagoga. Una de sus casas fue demolida y la otra, sellada y a la esposa y los hijos de Ghassan les retiraron la residencia en Jerusalén.

Khatib intentó apuñalar a un agente, según la policía, en la Ciudad Vieja, y fue acribillado a tiros. Los padres del chico niegan la versión policial. Han solicitado que el vídeo de los hechos, ya que la zona está llena de cámaras, pero la policía ha rechazado su petición. «Estamos indignados, los israelís nos humillan diariamente de muchas maneras», dice Maisa Khatib, la madre de Mustafa. «Mi hijo era inocente, tenía muchos sueños, quería ser ingeniero», asegura llorando.

Los Khatib tienen una casa que denota una buena posición. El padre de Mustafa, Aadel, trabaja en una agencia de la ONU. Los Abu Jamal son más humildes y guardan las tradicionales costumbres beduinas. Casi todo el barrio tiene raíces beduinas y considera primordial el honor y la dignidad.

Jabel Mukaber está ahora sitiado por la policía, con los accesos sellados por bloques de hormigón y controles permanentes. Los vecinos están acostumbrados a la presencia policial porque tienen un puesto militar en medio del barrio, dividido por el muro que Israel levantó en territorio palestino.

Familias separadas

Algunas de las 11 familias de Jabel Mukaber están separadas. Unos vecinos siguen en Jerusalén y tienen tarjeta de residencia israelí y otros viven atrapados por el muro con carnet palestino. Para ir de un lado al otro, los de Jerusalén tienen que dar un rodeo de una hora en coche. Los de Cisjordania no pueden pasar sin permiso israelí. El cementerio quedó también en el lado cisjordano.

A la cola del presupuesto

Tierras de Jabel Mukaber fueron confiscadas para construir el asentamiento israelí de Armon HaNatzim, que también aprovechó tierra de nadie. El barrio está degradado, tiene problemas de canalización y se encuentra a la cola en el presupuesto municipal. Sus colinas empinadas dificultan aún más la concesión de permisos de construcción, algo que Israel suele denegar a los palestinos. Casi todos los vecinos han recibido órdenes de demolición de sus casas en algún momento y pagan multas muy elevadas.

«Casi el 80% de los vecinos son religiosos y rezan en la mezquita de Al-Aqsa. Pero si (los israelís) les dificultan el acceso, se generan muchos problemas», indica Mohamed, vecino de Jabel Mukaber.