CRÓNICA DESDE NÁPOLES

La paz en Israel pasa por la isla de Procida

Seminario en L'Orientale.

Seminario en L'Orientale.

ROSSEND Domènech

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Un largo camino, lleno de obstáculos, para estudiar en detalle como conviven mayorías y minorías en algunas regiones de Italia. Barreras que sufrió en su propia carne Adly R. Yaish, alcalde de Naplusa, acompañado por una legión de consejeros y representantes de la sociedad civil, tanto judíos como musulmanes, cuando los aduaneros de Israel le retuvieron en la frontera de Jordania porque viajaba a Italia a explicar cómo se construyen las ciudades en tiempos de ocupación militar.

La delegación árabe-israelí debía casi cruzarse en algún lugar de la península con otro tropel de 30 personas, también formada por arabe-israelís e israelís a secas, que acudían al país mediterráneo a aprender como se las apañan tiroleses e italianos. A través de detalles, como los nombres que se dan a los pueblos y ciudades cuando los habitantes hablan dos o más idiomas. O como se pone punto final a una disputa territorial, para que en un eventual tratado definitivo de paz figure una cláusula que cierre todas las reivindicaciones,al igual que firmaron Italia y Austria al final de la segunda guerra mundial a propósito del Tirol. O cómo se reparten, entre unos y otros, viviendas subvencionadas, funcionarios, la unión o separación de alumnos … tal como acordaron tiroleses e italianos en su día.

A casi 1.000 kilómetros de distancia, una veintena de flamantes licenciados, o sea jóvenes, la mayoría procedente de países árabes, seguía atónita un debate entre un periodista palestino y otro israelí sobre cómo se las apañan para informar a diario. «En mi país se puede criticar al presidente, en los vuestros no», decía uno, mientras el otro explicaba las sutilezas entre unos y otros palestinos, los llamados moderados y los conocidos como radicales, o ilustraba el dinamismo fruto de la proliferación de emisoras de televisión y portales de internet. Era la primera vez que estos jóvenes se encontraban frente a un ciudadano de Israel. Estaban acostumbrados a seguir las guerras del lugar por televisión.

Pasado el aparente espanto de encontrarse frente a unenemigo, se cebaron después en toda suerte de preguntas y discusiones que probablemente recordarán durante años. «Si fuera por nosotros dos, ahora mismo firmaríamos la paz», les dijeron a los informadores, en una aula escolar de la isla de Procida, frente a Nápoles. Anualmente, la universidad napolitana L' Orientale, de larga tradición mediterránea, reúne a un grupo de becarios, echando cables entre ambas orillas del mar común, hablando de información, arquitectura, servicios públicos, internet, censuras y todo lo que une y separa las riberas del Mediterráneo. Como las rutas comerciales, sinónimo a veces de autopistas de cultura.

Hablando también de las nuevas y posibles colonizaciones detrás de la aparente libertad que ofrece internet. O el lento y secular camino de los viajeros del norte europeo hasta descubrir las poblaciones que había más allá de Roma,. Los que fueron al Tirol vieron como funciona la experiencia autonómica después de casi siete decenios y si se puede copiar algo. Los de Procida tocaron con mano los enrrevesados caminos que pueden llevar a la paz.