París contagia el virus del miedo

GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Los ciudadanos están asustados estos días. Pero su miedo no se corresponde con el riesgo que corren. Ni tampoco la seguridad desplegada por la policía implica necesariamente una concesión de sus libertades.

La espectacularidad de los atentados de París ha labrado en occidente un terreno fértil para los bulos. Estos comparten con las antiguas leyendas urbanas su falsedad, pero no necesitan viajar dentro de un relato memorable como el que requiere la transmisión oral. Tras el estruendoso 11-S de Nueva York o el doloroso 11-M de Madrid, proliferaron los cuentos sobre exnovios musulmanes que habían contactado con sus antiguas parejas –tras un prolongado silencio– para avisarlas. O los del cliente agradecido –también musulmán– que, tras recibir 5 euros de una desconocida para pagar su compra en el supermercado, le devolvía el favor. Exnovios y clientes, en estos relatos, intervenían providencialmente para avisar de que determinado día convenía evitar determinado espacio. Su condición islámica y la cercanía de los atentados completaban el significado del mensaje, añadiéndole una dosis de misterio.

Internet y los teléfonos móviles han hecho prescindibles los envoltorios de las leyendas y ahora los falsos avisos acostumbran a ser más directos, sin tramas. Seguro que usted también ha recibido alguno últimamente. O más de uno.  

EL RIESGO

España ha decretado el nivel 4 sobre 5 en la escala que evalúa la amenaza antiterrorista. Ahora el riesgo de sufrir un ataque por parte de terroristas del Estado Islámico (EI) es “genérico” para las grandes ciudades europeas, pero “no inminente” ni para Barcelona ni para Madrid, aclara el conseller de Interior, Jordi Jané.

Los Mossos reciben estos días más llamadas de personas que avisan de paquetes –o vecinos– que consideran sospechosos. Ocurrió después de los atentados en la redacción de Charlie Hebdo y ocurre ahora. La gente está “más pendiente” y enseguida da la voz de alarma, explica el portavoz de los Mossos, Xavier Porcuna. El pasado jueves el servicio de Metro en la estación de Glorias se detuvo por una bolsa que inquietó a un pasajero. Era una falsa alarma, como lo fue la del coche con matrícula francesa que había cortado la calle Consell de Cent un día antes.

El intendente hace un llamamiento a los ciudadanos para que se alejen de los rumores y confíen en los “canales oficiales” de información. El contexto actual “obliga” a los cuerpos de seguridad a actuar con “la máxima transparencia”. Ese es el “compromiso” de los Mossos que “alertarán” a la población cada vez que se produzca una amenaza real, subraya.

EL MIEDO

Las nuevas tecnologías han amplificado la circulación de rumores que disparan la inquietud social y que han sido redactados “de forma intencionada”, remarca el intendente Porcuna, por personas que quieren confundir. La policía “difícilmente” dará con ellos. La misma “viralidad” que difunde masivamente sus mensajes también hace “casi imposible” identificarlos. En cualquier caso, los autores los crean pero se propagan porque los ciudadanos los reenvían.

El catedrático de la Universitat Ramon Llull Josep Lluís Micó, experto en TIC y autor del libro “El periodismo en 140 tuits”, explica que esta actitud que impulsa a reenviar mensajes “no contrastados” responde al deseo –antiguo e intrínseco al ser humano– de sentirse “útil” para “el entramado social” al cual pertenece. “Quiere aportar información valiosa” y prevalece la sensación de que el aviso, si resulta ser auténtico, generará un beneficio “mucho mayor” que el “daño” que causará si no lo es. De hecho, esto segundo apenas preocupa. Un error: en el contexto actual el reenvío “acrítico” es nocivo porque colabora, indirectamente, con la estrategia de los terroristas, razona Micó.

Los Mossos, conscientes de que los rumores viajan cómodamente en la línea de alta velocidad de las redes sociales y, sobre todo, en las aplicaciones de mensajería como Whatsapp, tratan de desmentirlos a través de sus cuentas oficiales de Twitter o Facebook. Una estrategia que aplaude Micó porque las instituciones deben “desplazarse” allá donde está la gente y porque el poder de las nuevas herramientas es “tan grande” en un sentido como en el otro.

LA SEGURIDAD

Cuando un ciudadano observa un paquete sin dueño en el tren, ¿debe llamar al 112? La respuesta que da el experto en seguridad de la Universitat de Barcelona, el catedrático Rafa Martínez, es contundente: “Sí, siempre”. Las dudas no deben despejarlas las personas sino “los profesionales de la seguridad”. La policía debe “filtrar las llamadas” y resolver cada caso. La prudencia de los ciudadanos debe cristalizar en el “borrado” de rumores que llegan a su teléfono móvil pero jamás en la no activación de los equipos de emergencia.

Martínez también llama la atención sobre “pieles demasiado finas” que reaccionan con recelo ante cualquier dispositivo de seguridad. En el actual nivel de alerta “no se coartan libertades”, tan solo “surgen incomodidades”. Los “peajes” de los que habla estos días el conseller Jané. El ciudadano debe entender que la cobertura policial que recibe el Camp Nou o el concierto de Madonna sirve a un "fin superior", el de la protección de la vida de los asistentes.

Únicamente si el gobierno declarase un estado “de alarma, excepción o sitio”, los tres supuestos que regula la ley española, quedarían recortados algunos derechos fundamentales. “Estamos muy lejos de eso”, tranquiliza.