Owen Jones, el puñal anticasta de Gran Bretaña

Es el gran ideólogo y agitador de la izquierda británica. Columnista y escritor, querría ver un Podemos en Westminster tras las elecciones del próximo jueves. Su último libro desmonta los manejos del 'establishment' para mantener la sartén por el mango.

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BEGOÑA ARCE

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En plena campaña electoral británica, Owen Jones está aún más hiperactivo que de costumbre. Mientras habla a la velocidad del rayo, anda mirando el móvil de vez en cuando, siguiendo al instante declaraciones y sondeos. «A los conservadores les ha entrado el pánico. Creen que van a perder y posiblemente sea lo que pase», comenta mientras teclea. «Los tories están fomentando ahora el nacionalismo inglés y están atizando la ruptura del país, porque están desesperados por mantener el poder. El establishment está en estos momentos histérico. Mira la portada del Daily Telegraph el otro día: ‘Dónde volar en caso de que Miliband llegue al poder’. Era la segunda noticia más importante en su portal en internet».

Jones (Sheffield, 8 de agosto de 1984) es un activista popular y conocido de la izquierda radical británica. Aparece regularmente en los debates políticos en televisión y aunque cuenta con una columna semanal de opinión en The Guardian, considera que «la prensa libre en Gran Bretaña es una broma». «No es propiedad del Gobierno –esto no es Corea del Norte–, pero está en manos de un grupo de magnates que solo hacen propaganda a favor de los lobis políticos», señala. 

Su balance del Gobierno de David Cameron es demoledor. «Hemos visto en los últimos cinco años que los más ricos, unas 100.000 personas, han aumentado sus riquezas, mientras que los trabajadores están sufriendo la mayor caída en su nivel de vida desde la reina Victoria en el siglo XIX. Decenas de miles de británicos están comiendo gracias a los bancos de alimentos, forzados a recurrir a la caridad para satisfacer sus necesidades más básicas en uno de los países más ricos del mundo. Esta es una sociedad regida para satisfacer al pequeño grupo de gente que está en el top. Es una democracia muy poco sana».

La codicia de la City

De esa élite dominante, que intenta retener y agrandar sus privilegios, trata su último libro, El establishment. La casta al desnudo, que ahora publica en España Seix Barral y del que hablamos en la oficina de su editorial en Londres. En la obra, Jones empieza por recordar los escándalos que han hecho tambalear «los pilares del poder en Gran Bretaña en los últimos años». La «codicia de la City libre de regulaciones», contribuyendo a desatar la tormenta económica en el 2008. El descrédito de los políticos, con los gastos de los parlamentarios a costa de los contribuyentes. La policía y la prensa compinchados en las escuchas ilegales de News of the World, con los ciudadanos cuestionando el poder de la prensa. «En medio de este diluvio de escándalos, la cuestión de quiénes gobiernan en realidad y qué se proponen se ha vuelto más acuciante que nunca».

Mentalidad triunfalista

El término establishment, acuñado en los años 50, da lugar a diversas interpretaciones. «En este país, se ha definido habitualmente por la historial personal. Gente que ha ido a las grandes escuelas privadas, que se conoce, que están en contacto y hacen vida social entre ellos», señala Jones. «Yo lo veo más como gente que tiene intereses económicos comunes y comparte una cierta mentalidad. El neoliberalismo les da cohesión ideológica y a eso se suma una mentalidad triunfalista que no tiene precedentes en la historia británica». Los que dirigen el cotarro «tienen el sentimiento de que se merecen la riqueza y el poder. Eso se ve cuando los banqueros se atribuyen esas gratificaciones increíbles, o cuando las empresas eluden el pago de impuestos. Como digo en el libro, ocurre como en el eslogan de L’Oréal: ‘Porque yo lo valgo’. Creen que se lo merecen, que tienen derecho a esa riqueza y a ese poder».

Trampas de la élite

En los años 50, el movimiento laborista del Reino Unido, mucho más izquierdista entonces, fue muy poderoso. No había en la sociedad británica ninguna posibilidad de volver a la situación de desigualdad y pobreza de antes de la segunda guerra mundial. Las élites tuvieron que hacer grandes concesiones para evitar males mayores. «Pensaron que si no cedían la alternativa sería una revolución, lo cual era mucho peor, claro está. El temor de los más poderosos era que la democracia pudiera suponer una redistribución de la riqueza y el poder en la sociedad. Es, de hecho, lo que pasó. Sus temores estaban bien fundados. Con la expansión de la democracia llegó el Estado del bienestar, los derechos de los trabajadores y mayores impuestos para los ricos».

Aquellos logros están ahora en peligro. La gran crisis de los años 70 fue el inicio del retroceso social. Ya no había amenaza de revolución y se perdieron muchos derechos. «En las tres últimas décadas, el establishment ha intentado recuperar lo perdido por el avance de la democracia. Sus instituciones regentan y legitiman la concentración de poder y de riqueza en unas cuantas manos, haciéndonos ver que eso es bueno para la sociedad».

Algunos políticos y altos funcionarios creen incluso que obran rectamente. «No los veo como una banda de villanos, de gente mala contra la gente buena. Es más el sistema en sí, cómo interactúan entre ellos. Hay gente mala en el poder, gente muy egoísta y muy avariciosa, es cierto, pero hay quienes piensan que están haciendo las cosas bien, lo que es adecuado y lo moralmente correcto». La autojustificación, apunta Jones, es un arma muy poderosa en los seres humanos. «Les gusta pensar que están haciendo algo bueno».

Monarquía y privilegios

¿Pero quiénes son exactamente los integrantes de ese término un tanto difuso que es el establishment? «Gente con conexiones con los grandes negocios, con los bancos, los think tanks», responde Jones. «Con conexiones sociales y con solidaridad entre sí. Todo eso junto, lo ideológico, lo económico y lo social, es lo que les une, aunque haya muchas cosas en las que tienen puntos de vista diferentes. Pero es más lo que le une que lo que les separa». 

Algunos elementos tradicionales de esa cúpula han perdido influencia. Es el caso de la iglesia anglicana, «aunque retiene, sin embargo, un poder considerable» –matiza Jones– en un país donde solo una de cada 10 personas va a misa semanalmente y una cuarta parte de la población dice no tener creencias religiosas. Otra institución en declive es la monarquía. Para el autor, «uno de los papeles más dañinos de la monarquía es que populariza los conceptos de privilegio y jerarquía, y hacen que parezcan algo bueno. No somos ciudadanos, somos súbditos». Al príncipe Carlos lo acusa de ser «un activo lobista a puerta cerrada, y eso es algo pernicioso». Jones se queja de que nunca haya habido un verdadero debate sobre la monarquía. «Tomemos el ejemplo de la BBC. Es supuestamente neutral pero actúa como el órgano de propaganda de la familia real. No es crítica ni objetiva con ella». La Reina ha mantenido sus opiniones en secreto, pero si su sucesor es alguien mucho menos neutral políticamente dañará la institución. «Mi punto de vista es que si el príncipe Carlos llega a ser rey, el movimiento republicano gozará del mayor impulso desde el siglo XVII, desde Carlos I».

Oligarcas nada británicos

Hay, sin embargo, actualmente una parte de la élite más influyente en el Reino Unido que ni siquiera es británica. «Con la globalización los que dominan la sociedad son cada vez más internacionales. Rupert Murdoch es un ejemplo. Es una de las figuras más poderosas en este país y es un australiano, con nacionalidad estadounidense, viviendo en Estados Unidos. Usa continuamente su poder para socavar la democracia y aupar a los gobiernos que van bien con su agenda económica y política. Otra muestra son los oligarcas rusos».

Jones lleva la izquierda en el ADN y no esconde los colores. Su abuelo perteneció al partido comunista, y sus padres –un funcionario municipal y una profesora– son troskistas. A sus 30 años, pero con un aspecto casi adolescente, el activista cuenta con 280.937 seguidores en Twitter. Su primera obra –Chavs: la demonización de la clase obrera–, publicada en el 2011, fue un gran éxito de ventas que lo dio a conocer en todo el país.

En ese libro mostraba cómo la orgullosa clase trabajadora de hace 30 años es hoy ridiculizada por las élites y los medios de comunicación, convertida en una clase residual, violenta, degenerada e incapaz de vivir sin depender de los beneficios sociales. Aunque se licenció en Historia en Oxford después de cursar la secundaria en escuelas públicas, Jones ha condenado las universidades, «socialmente muy elitistas» y vivero precisamente del establishment. «Oxford y Cambridge son inaceptables, deben cambiar. También la London School of Economics. Tienen que abrirse más a otro tipo de gente».

Ni que decir tiene que este ideólogo británico es simpatizante de Podemos y Syriza. «Lo de Podemos en España es fascinante. Ofrecen esperanza a todo el mundo que rechaza el neoliberalismo, una esperanza real». Considera que una de las claves del éxito de la formación de Pablo Iglesias es la forma de comunicarse. «Mucha gente no piensa en términos políticos, no piensa si son derecha o izquierda. Lo que piensa es que hay asuntos que deben ser resueltos de una manera convincente y coherente. Han sido pragmáticos. Hablan de una manera nueva. Hay partidos tradicionales de izquierda a los que no les va demasiado bien. Creo que necesitan más humildad. Deben aprender más de Podemos». Su consejo es «movilizar a la gente y crear alianzas internacionales». ¿La falta de experiencia en el gobierno y la economía no supone un obstáculo? «Mire quiénes están en el poder, cómo han dejado el país», responde. «Es una verdadera calamidad económica, con la mitad de la gente joven en paro y una situación social desastrosa». 

En cuanto a Syriza y su pugna con Bruselas, «el orden internacional quiere dar ejemplo con ellos, porque si el Gobierno griego consigue algún tipo de concesiones, otros seguirán el mismo camino. Pero Syriza muestra que el peso del poder ha empezado a desplazarse, y el proyecto de controlar la austeridad, a derrumbarse». 

De vuelta las elecciones británicas, Jones se ríe de que el UKIP se presente como un partido anti-establishment. «Ya, ya. Un partido liderado por un antiguo conservador, educado en la privada, corredor de bolsa, financiado por antiguos donantes conservadores multimillonarios. El UKIP representa el interés de la gente rica, dirige la furia contra los inmigrantes en lugar de hacerlo contra quienes tienen el poder. En vez de meterse con los banqueros y la gente que evade impuestos carga contra las enfermeras polacas. Son una banda de charlatanes». Jones apoya a Miliband y a los laboristas, «aunque no tienen un programa tan radical como yo querría».

Rechazó ser candidato frente al líder de los liberal demócratas, Nick Clegg, en su Sheffield natal, y de momento no prevé entrar en la política de partidos. «Ya hago política como activista –señala–. Me interesa tener una plataforma para defender a la gente no representada en el Parlamento, como los trabajadores o las minorías étnicas». Y en cuanto al futuro Gobierno, «si el próximo jueves ganan los laboristas es cuando empezará la batalla». «Pero prefiero pelear contra ellos que contra un Gobierno conservador», concluye.