FRASES DESPECTIVAS

Condena global al último exabrupto racista de Trump

Un senador confirma que escuchó "repetidamente" al presidente de EEUU hablar de naciones africanas y centroamericanas como "países de mierda"

Donald Trump se dirige a los miembros de su Gabinete, ayer, en la Casa Blanca.

Donald Trump se dirige a los miembros de su Gabinete, ayer, en la Casa Blanca.

Idoya Noain

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Una ola de conmoción y condena global se ha desatado tras el último exabrupto racista del presidente de EEUU, Donald Trump, que el jueves en una reunión a puerta cerrada sobre inmigración habló de "países de mierda" al referirse a naciones de África y Centroamérica. Pese a que el propio Trump este viernes ha negado en Twitter haber usado esas palabras exactas, Dick Durbin, el senador demócrata que estaba en el Despacho Oval, ha confirmado que las dijo y "no una sola vez sino repetidamente". Ninguno de los congresistas republicanos presentes en esa reunión lo ha desmentido tampoco, aunque un par dicen "no recordar" la expresión exacta. Y la tibia autodefensa de Trump (que solo admite que usó "lenguaje duro") no ha frenado las denuncias y demandas de rectificación, que han llegado desde, entre otros lugares, las Naciones Unidas, la Unión Africana y países directamente insultados, como El Salvador y Haití.

"No hay otra palabra que se pueda usar más que racista", ha criticado en Ginebra el portavoz del Alto Comisionado para Derechos Humanos de la ONU, Rupert Colville. "No puedes despreciar a naciones y continentes enteros como "de mierda", cuyas poblaciones, que no son blancas, no son por eso bienvenidas".

Crisis diplomática

Trump, de nuevo, ha abierto una crisis diplomática. El Gobierno de El Salvador ha enviado formalmente una "nota de protesta" al estadounidense y ha exigido "respeto a la dignidad" de su pueblo. En Haití y Botwsuana las autoridades han convocado a representantes diplomáticos estadounidenses para que expliquen las palabras y los sentimientos de su presidente. Y la Unión Africana se ha mostrado "profundamente alarmada" a través de su portavoz, Ebba Kalondo, que ha recordado que "dada la realidad histórica de cómo muchos africanos llegaron como esclavos a EEUU la declaración [de Trump] desafía toda práctica y comportamiento aceptado".

Dentro de EEUU la condena también ha resonado pero con una ausencia notable y trascendente: ningún líder del Partido Republicano ha denunciado contundentemente los comentarios de Trump. El presidente de la Cámara baja, Paul Ryan, solo ha dicho que "son desafortunados y no ayudan" y solo un puñado de congresistas de la formación conservadora (incluyendo una con raíces en Haití y varios de estados con fuerte presencia de inmigración latina y africana) han usado términos tajantes como "inaceptables" y "calumnia indecente" y han exigido aclaraciones.

Un presidente racista

No es, ni mucho menos, la primera vez que Trump expresa sentimientos abiertamente racistas. Lo ha hecho a lo largo de toda su vida, incluso antes de entrar en política. La empresa familiar fue investigada por el Departamento de Justicia por discriminación racial a la hora de alquilar apartamentos y hay múltiples muestras de ese racismo, desde su campaña contra cinco jóvenes negros acusados falsamente de una violación en Central Park (que mantuvo pese a que se probó su inocencia) hasta declaraciones como las que recogió un antiguo ejecutivo de uno de sus casinos en un libro, donde se contaba cómo se quejó de un contable negro diciendo: "La vaguería es un trazo en los negros, lo es, lo creo, no es algo que puedan controlar".

El racismo fue una carta que Trump también jugó desde que lanzó su candidatura para azuzar electoramente (y con probado éxito) a la parte más radical y racista del electorado. No solo mantuvo viva la teoría conspirativa de que Barack Obama, el primer presidente negro, no nació en EEUU, sino que lanzó su campaña definiendo a los mexicanos como "violadores y narcotraficantes", hizo del veto a los musulmanes una de sus propuestas políticas y tardó en distanciarse de un líder supremacista blanco.

Desde que ha llegado al Despacho Oval, Trump ha dado ya también múltiples muestras de racismo, desde su posición ante las graves manifestaciones neonazis en Charlottesville hasta llamando "hijos de puta" a los atletas, sobre todo negros, que protestan contra la brutalidad racista policial o enfrentándose a la viuda de un soldado negro muerto en Níger. A menudo se han interpretado sus declaraciones como mensajes en clave electoral a sus bases. Pero el jueves, cuando preguntó "¿por qué tenemos a toda esta gente de países de mierda viniendo aquí?" y mostró su preferencia porque llegaran inmigrantes de países (de mayoría blanca) como Noruega lo hizo a puerta cerrada (como en junio, cuando aseguró de los haitianos que "todos tienen sida" o habló despectivamente de los nigerianos diciendo que si llegaban a EEUU "nunca volverán a sus chozas"). Quizá no pensó que sus palabras fueran a hacerse públicas. Solo quizá.