La carrera a la Casa Blanca

Obama topa con el mal dato del paro al cierre de la convención

Obama, con su familia y la del vicepresidente Biden en Charlotte, el jueves.

Obama, con su familia y la del vicepresidente Biden en Charlotte, el jueves.

RICARDO MIR DE FRANCIA

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Si la convención demócrata ha cumplido los objetivos que perseguía -demostrar la unidad que reina en el partido en torno a Barack Obama y darle una sacudida de entusiasmo a las bases-, más dudas existen sobre la efectividad del discurso que pronunció el presidente. Si hubiera que ponerle una nota basándose en un valoración media de la prensa estadounidense seguramente aprobaría por los pelos. En Charlotte se vio a un Obama combativo y con los pies en la tierra, pero también a un dirigente que sigue sin defender sus políticas más emblemáticas.

Quizás lo mejor del discurso fue su habilidad para ahuyentar la apatía definiendo los comicios de noviembre como los más trascendentes «en una generación» y explicar el contraste que existe entre sus políticas y las de los republicanos. «Si compráis el cinismo de que el cambio por el que luchamos no es posible, pues bien, el cambio no sucederá», dijo ante las 20.000 personas que abarrotaron el Time Warner Arena. Obama propone una sociedad donde el trabajo duro dé réditos y el Estado garantice un mínimo de oportunidades para todos y fomente sin demasiado intrusismo el renacer de la clase media. El modelo de los republicanos es, a ojos de los demócratas, una sociedad donde el individuo está solo, abandonado a su suerte.

REALISTA / Sin olvidarse de que el país necesita volver a creer en el futuro («Nuestros problemas pueden solucionarse», dijo), Obama ofreció importantes dosis de realismo, sabedor de que el aura de superhombre que se creó a su alrededor hace cuatro años solo le ha perjudicado. «Nunca dije que fuera a ser fácil», afirmó. «La verdad es que nos llevará más que unos pocos años resolver los retos que se han generado en décadas».

Ya sabía seguramente que demasiado optimismo retórico en forma de esperanza y cambio hubiera quedado en evidencia ayer mismo con los datos del paro. El desempleo en agosto bajó dos décimas para situarse en el 8.1%, pero EEUU solo creó el mes pasado 96.000 nuevos empleos, menos que los 141.000 de julio. Si el porcentaje de parados ha caído es simplemente porque más gente ha dejado de buscar trabajo activamente. Las cifras «no son lo suficientemente buenas», admitió Obama.

Para ser un presidente que heredó la mayor crisis desde los años 30 y que ha encontrado la llave del Congreso cerrada desde hace dos años por la obstrucción republicana, Obama tiene un currículo nada desdeñable. Ha aprobado leyes para garantizar la igualdad de las mujeres y los homosexuales, ha salvado al país y al automóvil de la quiebra financiera, ha puesto correas a la tiranía de las aseguradoras, ha acabado con Bin Laden o ha cerrado el despropósito de Irak y encontrado una salida al atolladero afgano.

Pero no está teniendo el coraje para defender algunos de los logros más impopulares pero duraderos de su mandato, como las políticas de estímulo o la reforma sanitaria. En Charlotte dejó que lo hiciera Bill Clinton con un discurso extraordinariamente pedagógico, sustancial y puntuado con ironía burlona hacia los republicanos. Fue el mejor de la convención, a ojos de la prensa. «No estoy seguro de que el discurso de Obama fuera tan flojo y aburrido como pareció», escribió ayer en el Atlantic, Clive Crook. Pero «viniendo de alguien reacio a defender sus logros o incapaz de trazar una agenda detallada, empieza a resultar molesto».

Pero por más que protesten los críticos, Obama aportó bastantes más propuestas concretas que Mitt Romney en la convención de Tampa (Florida). Algunas viejas, como el compromiso para doblar las exportaciones y contratar a 100.000 profesores de ciencias y matemáticas. Y otras nuevas, como reducir las importaciones de petróleo a la mitad.

SIN CONCRECIÓN / Para The Washington Post, el diario de la élite política, de inclinación moderadamente progresista, le faltó perfilar cómo las cumpliría. «Si Obama tiene un plan, la América que le escuchó no sabe cómo lo pondrá en práctica».

Es pronto para saber si el presidente saldrá reforzado de la convención, donde la narrativa de los oradores se estructuró cuidadosamente. El primer día se dedicaron a humanizar a Obama; el segundo, a defender las políticas de su primer mandato; y el último, a perfilar el futuro. Michelle Obama hizo un discurso intimista pero afilado, y el alcalde hispano de San Antonio, Julián Castro, se situó como una de las esperanzas de la nueva generación. El excandidato John Kerry, cumplió con un alegato durísimo contra la bisoñez en política exterior de Mitt Romney, mientras el vicepresidente Joe Biden apeló al obrero blanco con un discurso cursi y patriotero.