Un experto buceador

Muere un submarinista en las tareas de rescate de los niños de Tailandia

La víctima, antiguo miembro de los cuerpos de elite de la Marina de 38 años, se quedó sin oxígeno

Adrián Foncillas

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La epopeya ya cuenta con un mártir. Samarn Poonan, un antiguo miembro del cuerpo de élite de la Marina tailandesa, ha muerto ahogado en la cueva tras agotar su oxígeno. Su muerte subraya una pregunta incómoda sobre los planes inminentes de sacar a los atrapados a través de las cavidades inundadas: si un experimentado buzo ha sucumbido, ¿qué oportunidades tiene una decena de niños que no saben nadar?

“No permitiremos que haya perdido su vida en vano. Seguiremos”, ha prometido el almirante Arkaporn Yuukongkaew esta mañana para insuflar ánimos a los equipos de rescate tras el primer varapalo serio. "Puedo asegurar que no nos asustaremos, que no detendremos nuestra misión, que no dejaremos que su sacrificio sea inútil”, ha añadido. El primer ministro, Prayuth Chan-ocha, ha repetido que las labores de rescate no se suspenderán.

Samarn se había adentrado en la cueva con la misión de dejar reservas de oxígeno a lo largo del trayecto que deberán cubrir los 12 niños y su entrenador para salir de la cueva de Tham Luang.

Buceaba de regreso cuando, a kilómetro y medio del destino, su compañero descubrió que había perdido la consciencia tras agotar el contenido de su tanque. Intentó reanimarlo con un masaje cardiaco pero fue en vano. El buzo, de 38 años, estaba en plenitud de forma. Practicaba ciclismo y corría con regularidad y se ofreció como voluntario a las operaciones de salvamento. Más de un millar de personas, algunos llegados desde China o Reino Unido, se afanan en sacar a los miembros de un equipo local de fútbol antes de que las lluvias del monzón caigan con fuerza el fin de semana.

Clases de nado y buceo

Los niños siguen recibiendo clases aceleradas de nado y buceo en la plataforma conocida como la “playa de Pattaya” para ser evacuados cuanto antes. Los centenares de bombas de extracción rebajan el nivel de las aguas y hoy consiguieron eliminarla casi por completo de una cámara anteriormente anegada y situada a 1,7 kilómetros de donde se encuentran. Eso les permitiría atravesarla por su propio pie. Pero aún persisten galerías estrechas inundadas, con abundante fango y sin visibilidad. “En el plan de sacar a los 13 hay un punto crítico y muy arriesgado: los tramos donde tendrán que bucear por sí solos”, ha recordado el gobernador Narongsak Osottanakorn.

La febril actividad de las bombas de extracción podría ser inútil en las próximas horas si arrecian las lluvias. La inundación de la cueva forzaría a abandonar a los niños hasta que la temporada húmeda concluya en octubre.

En los últimos días se ha añadido el problema de la rápida disminución del oxígeno en la cavidad donde permanecen los niños. Los equipos de rescate se esfuerzan en estos momentos en tender una tubería de cinco kilómetros que pueda renovar el aire. Los miembros de rescate están explorando también la superficie de la cueva en busca de rendijas o puntos cercanos a la “playa de Pattaya” que puedan ser taladrados para extraer por ahí al equipo de fútbol.

Los niños y su entrenador acumulan casi dos semanas en las entrañas de la cueva de Tham Luang, cercana a la frontera birmana. Los jóvenes se adentraron en ella desatendiendo los letreros de prohibición para cumplir un rito iniciático. Las lluvias provocaron una súbita inundación que frustró su salida. En el noveno día, cuando el país ya digería su pérdida, fueron encontrados por dos buzos británicos. El júbilo inmediato ha ido mutando en preocupación ante las dificultades de sacarlos de ahí.