Análisis

Moscú no cree en las lágrimas

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MARC MARGINEDAS

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Todo tiene un precio en el Moscú del año XIII de la era putiniana. Y cuando se halla en juego, nada más y nada menos, que la alcaldía capitalina -cuyo líder debe dirimirse en unas trascendentales elecciones previstas el próximo 8 de septiembre- ninguna precaución es baladí para evitar caer en las trampas del régimen ruso y su sistémica corrupción.

En las últimas semanas, con el objetivo de cumplir con el requisito legal de lograr las firmas de apoyo de 110 concejales moscovitas,Aleksei Navalny, único candidato opositor de entidad al puesto de alcalde, se ha armado de entusiasmo, llamando por teléfono, mañana tras mañana, a ediles reticentes acostumbrados a residir a la sombra del poder, con el fin de convencerles para que le prestaran su apoyo.

En alguna ocasión, el candidato opositor y ahora criminal convicto por la justicia rusa debía cortar por lo sano la conversación. Su interlocutor pedía abiertamente, sin tapujos, desde el otro lado del hilo telefónico, unavsiatka(soborno), y con «el teléfono deNavalnypinchado», cualquier propuesta semejante hubiera sido debidamente registrada y su «grabación difundida en una hora», según denunciaba recientemente un colaborador deNavalny aNovaya Gazeta.

La carrera política de este bloguero, activista y consultor, que ha provocado el sonrojo de la altanomenklaturarusa denunciando en su página web Rospil, entre otras cosas, los coches de lujo que emplean algunos funcionarios con cargo al erario público, parece haber llegado al fin.Navalnysigue el camino trazado con anterioridad por opositores comoMijaíl Jodorkovski,Gary KaspárovoAleksandr Litvinenko, en la cárcel, el exilio, o simplemente a dos metros bajo tierra tras ser asesinados por envenenamiento más allá de las fronteras rusas.

Han pasado ya 33 años desde que Hollywood concediera el óscar a la mejor película extranjera al filmMoscú no cree en las lágrimas, la historia de Katerina, una chica rusa de provincias que llega a la gran ciudad llena de ilusiones y acaba dando a luz como madre soltera. Pero la capital de Rusia sigue sin tolerar los lloros.