REUNIÓN A LA VISTA

La misión cumplida del programa nuclear norcoreano

Pionyang ha conseguido la cumbre directa con Washington que ansiaba durante décadas

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Adrián Foncillas

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La cumbre presidencial que se celebrará en mayo se gestó en aquellos herrumbrosos Scuds soviéticos que en los años 80 compró de saldo a Egipto Kim Il-Sung, abuelo del actual dictador. Kim Jong-un cuenta hoy con misiles intercontinentales KN-08 de tres fases con vuelos de 11.500 kilómetros. Y en ellos podría cargar las bombas atómicas que empezó a desarrollar su padre, Kim Jong-il. La carrera armamentista familiar siempre ha buscado el elemental objetivo de salvar el pellejo y el reconocimiento internacional. La futura foto que juntará al dictador de un empobrecido y pequeño país del Lejano Oriente con el líder de la potencia hegemónica finaliza el camino.

La hoja de ruta diseñada por Kim Jong-un para arrastrar a la mesa de negociaciones a Donald Trump se ha cumplido al detalle. En su discurso de Año Nuevo de 2017 anunció que probaría un ICBM. Trump respondió por Twitter que lo impediría. Ganó Kim. Durante los siguientes meses alternó misiles y ensayos nucleares a ritmo febril hasta que Estados Unidos entendió que por primera vez amenazaba su territorio.

En el discurso de este Año Nuevo viró a la diplomacia y envió una delegación a los Juegos Olímpicos que organizaba el Sur. La encabezaba su hermana, Kim Yo Jong, con un mensaje que entregó a los diplomáticos surcoreanos para que estos lo llevaran a la Casa Blanca . El sí de Trump a unas negociaciones de igual a igual certificó el triunfo de la operación diplomática.

Conseguir un empate

Es probable que el plan ya previera que el narcisismo de Trump le impediría rechazar la oportunidad de pasar a la Historia. Su gozo apenas contenido antes de dar la noticia y su grosera atribución del éxito sugieren que no lo pensó demasiado. Se sabía que ansiaba esa foto desde que durante las elecciones aclaró que no le importaría compartir una hamburguesa con Kim Jong-un. Trump tenía razón: es lo único que Estados Unidos no había intentado. La solución militar, la otra opción que barajó durante los últimos meses, ya se había probado en la Guerra de Corea (1950-1953). Estados Unidos se dejó los dientes para conseguir un empate.

El acuerdo firmado por Bill Clinton y Kim Jong-il en 1994 estuvo vigente durante una década y sigue siendo el más fructífero. Después llegaron las Conversaciones a Seis (ambas coreas, Estados Unidos, Rusia, China y Japón), que nunca avanzaron porque los conservadores –seguidores de la línea dura-  habían tomado el relevo en Seúl y Washington y a Pionyang le incomodaban tantos comensales en la mesa. Tras ese fracaso siempre ha rechazado las presiones chinas para regresar y exigido trato directo con Washington. Kim Jong-un tendrá la foto que Estados Unidos le negó a sus antecesores.

Años de preparativos

Sorprende que la cita se haya fijado para mayo cuando estas cumbres exigen meses o años de preparativos. Las negociaciones con Corea del Norte, además, incluyen aspectos complejos como la fiscalización del cumplimiento de las obligaciones. El problema más urgente de Trump es su falta de equipo para salir al campo. Estados Unidos suma un año sin embajador en Seúl. Su último candidato designado, Victor Cha, fue descartado a última hora por juzgar los ataques preventivos que aireaba su presidente de calamitosos. Joseph Yun, el antiguo negociador con Pionyang, dimitió por discrepancias con la línea belicista oficial. Ningún analista del presidente tiene conocimientos sólidos de Asia y Rex Tillerson, secretario de Estado, ni siquiera estaba informado: ayer declaraba en África que el diálogo era una posibilidad remota.

Los analistas alertan de que la cumbre es precipitada y se inclina al fracaso. No es factible que los líderes norcoreanos renuncien a un programa nuclear que les ha alejado del destino trágico de Saddam Hussein o Muamar Gaddafi. Una moratoria sería un objetivo más factible y, en cualquier caso, el fracaso no será peor que la destrucción que se prometían meses atrás.  La foto, además, masajeará el ego de Trump y supondrá la victoria póstuma de Kim Il-sung.