niños y jóvenes a la sombra de la tragedia

El militar que reconstruye los cadáveres de Afganistán

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Luis Díaz tenía solo 13 años cuando vio el World Trade Center desplomarse entre risillas infantiles desde la televisión de la biblioteca de su colegio en Puerto Rico. «Empecé a entender verdaderamente lo que pasaba dos años después. Al invadir Irak, mi papá me dijo: 'Estamos en guerra'». Obviamente no pudo alistarse entonces en el Ejército, como hicieron miles de estadounidenses en las semanas posteriores al 11-S, pero cuando acabó el instituto se presentó en una oficina de reclutamiento. «Nunca pude quitarme de la cabeza cómo aquella gente había sufrido injustamente y sentí que de una forma u otra tenía que devolverle algo al país», explica desde la base aérea de Dover.

El sargento Díaz se dedica aquí a reconstruir los cadáveres de los soldados muertos en Afganistán e Irak y a asesorar a las familias que asisten a su repatriación. «No todo el mundo puede hacer este trabajo, se te pasan muchas cosas por la cabeza... piensas que quizás te podría haber pasado a ti». Aún así quiere que le envíen al frente. «Si Dios me lo permite... No solo por la experiencia, sino por el sentimiento de culpabilidad que te sacude al ver cómo llegan tus hermanos a la base». Díaz reconoce que las guerras le han costado al país mucho dinero y muchas vidas, pero «alguien tenía que hacerlo», dice.