ANÁLISIS

Mareando la perdiz

MONTSERRAT RADIGALES

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Si no hay imprevistos, el Congreso de los Diputados aprobará este martes una proposición no de ley por la que pedirá al Gobierno español que reconozca a Palestina como Estado. Es lo mismo que hizo hace unas semanas el Parlamento británico y lo que, al parecer, se dispone a hacer también la Asamblea Nacional francesa.

Al contrario de la decisión tomada por Suecia, cuyo Gobierno decidió a finales de octubre reconocer al Estado palestino, ninguna de estas resoluciones parlamentarias tiene un efecto práctico, ya que no obligan a los gobiernos. Pero eso no significa que no tengan un inmenso valor político.

La votación en Madrid coincide con la filtración periodística de un documento de trabajo interno que circula en la Unión Europea (UE) que propone, por primera vez, aplicar una serie de medidas en respuesta a acciones israelís que entorpezcan la llamada solución de los dos estados (léase, principalmente, los asentamientos). El documento no califica dichas medidas de sanciones a Israel, pero en el contenido se le parecen bastante. De momento no es más que un borrador y no está claro qué recorrido tendrá, dada la proverbial capacidad de la UE para exhibir su falta de una verdadera política exterior común.

Lo uno y lo otro -las mociones parlamentarias y la discusión interna en la UE- constituyen un buen termómetro de hasta qué punto la frustración y el desespero ante la parálisis del inútilmente llamado proceso de paz y la aceleración de la política de hechos consumados se han apoderado de las democracias occidentales, incluidos países tradicionalmente aliados estrechos de Israel. Es una desesperación compartida por una parte de la propia sociedad israelí, como lo prueba la petición firmada por varios centenares de personalidades de Israel que piden a Europa que reconozca a Palestina.

Ya nadie se engaña. A estas alturas es evidente que, a pesar de que el primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, en su famoso discurso en la Universidad de Bar Ilan (junio del 2009), proclamó su compromiso con la solución de los dos estados, lo hizo de boquilla y la creación de un Estado palestino nunca formó parte de sus planes. Ciertamente no con el Gobierno que dirige, en el que hay varios ministros que se manifiestan contrarios al Estado palestino.

¿Hay que reconocer a Palestina? Ningún reconocimiento bilateral cambia nada sobre el terreno, pero incrementa la presión diplomática. Hace tiempo que los gobiernos europeos coquetean con la idea. Deberían dejar de marear la perdiz y pasar a la acción. Igual así incluso contribuyen a crear una dinámica más favorable a la paz. Antes de que sea demasiado tarde.