Tensión en washington

Miles de contramanifestantes silencian la marcha racista ante la Casa Blanca

Idoya Noain

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El 12 de agosto del año pasado Charlottesville (Virginia) se convirtió en el triste epicentro del racismo en Estados Unidos, con manifestaciones organizadas por supremacistas blancos vinculados al Ku Klux Klan y los neonazis y un atropello múltiple cometido por uno de ellos que mató a una mujer de 32 años que participaba en contramanifestaciones. Justo un año después de aquel grave estallido de violencia racial, y aunque debilitados por enfrentamientos internos, los ultras han tratado de llevar su mensaje de odio hasta Washington DC y, en concreto, a las puertas de la Casa Blanca. Les han dado respuesta numerosas contramanifestaciones, abrumadoramente más numerosas. Pero de nuevo siguen esperando quienes piden al presidente, Donald Trump, una condena contundente de los grupúsculos racistas que se han envalentonado desde que él entró en política.

Las autoridades de la capital han preparado un fuerte dispositivo de seguridad para intentar evitar altercados entre los ultras, que tenían permiso para una manifestación de 400 personas en Lafayette Square aunque no han logrado reunir a más de varias decenas, y los miles de contramanifestantes de distintos grupos de activismo progresista, de Black Lives Matter a ANSWER, que obtuvieron también permisos para distintas localizaciones. Y la jornada ha arrancado con un gran despliegue de agentes, calles cerradas y medidas extraordinarias, como la prohibición de llevar armas de fuego incluso si se tiene licencia.

Divisiones internas entre ultras

Desde primera hora han sido más visibles los contramanifestantes, una tónica que se ha ido confirmando conforme avanzaba la jornada. Y aunque los ultras han logrado enorme atención mediática, su poder de convocatoria está en cuestión. Les sacuden divisiones internas, batallas legales y la creciente presión de los activistas contra el racismo, de izquierda y antifascistas.

Tras la marcha de DC, bautizada como “Unir la derecha 2” está Jason Kessler, que ya participó el año pasado en la organización de la de Charlottesville, una ciudad que le negó el permiso para volver este año, y uno de los oradores previstos para su acto era David Duke, exlíder del KKK. Otras voces de ultraderecha, no obstante, habían desaconsejado a sus seguidores participar en la manifestación la capital, que líderes neonazis como Andrew Anglin consideran un error estratégico.

La tibieza interesada de Trump

Aunque Trump no está en Washington sino en su club de golf de Bedminster (Nueva Jersey), es también el foco de protestas de muchos contramanifestantes. Y pese a que esta vez no ha ido tan lejos como el año pasado, cuando atribuyó la violencia de Charlottesville a “ambos bandos” y aseguró que había “buena gente” entre los supremacistas, el sábado volvió a navegar en la tibieza con un tuit en el que condenaba genéricamente “todos los tipos de racismo y actos de violencia”.

Su hija Ivanka, asesora en la Casa Blanca, sí colgó un mensaje diciendo expresamente que “supremacía blanca, racismo y neonazismo no tienen cabida” en EEUU.

El mensaje del presidente en la red social, además, llegaba en una semana en que ha vuelto a cargar su discurso de tintes racistas. Ha cuestionado, por ejemplo, la inteligencia del jugador de la NBA LeBron James y de un presentador de CNN, ambos negros; ha resucitado sus críticas a los jugadores de fútbol americano (en su mayoría negros) que protestan durante el himno la brutalidad policial y, según una información de 'Politico', descalificó a los estudiantes chinos en EEUU diciendo que "casi todos son espías".

Trump, según algunos análisis, puede estar dirigiéndose a la parte de sus votantes blancos que sienten que sufren discriminación igual o peor que la que padecen minorías raciales, un elevado porcentaje según distintos sondeos. Pero lo cierto es que bajo su presidencia se ha disparado la sensación de que las tensiones raciales han empeorado. En una encuesta de Reuters/Ipsos para el aniversario de Charlottesville el 57% ve degradadas las relaciones raciales, frente a solo un 15% que cree que han mejorado. En otro sondeo de junio de la Universidad Quinnipiac, el 55% opinó que Trump “ha envalentonado a gente con pensamientos racistas a expresarlos públicamente”.