Los nazis emergen en las filas republicanas

Un puñado de candidatos de extrema derecha competirán en las filas conservadoras en las elecciones de noviembre

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Ricardo Mir de Francia

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La presidencia de Donald Trump está sirviendo para normalizar la xenofobia y el racismo, dos virus muy arraigados en la historia estadounidense que habían sido expulsados del discurso político aceptable. El magnate neoyorkino no solo los ha reinsertado en la jerga oficial, sino que ha condonado las acciones de sus elementos más extremos y ha forjado una alianza no escrita con eso que se ha dado en llamar como la derecha alternativa. La tolerancia que la Casa Blanca les ha dispensado ha servido para energizar a las corrientes más tóxicas de la derecha, que habían renunciado en gran medida a la política tradicional. Unos cuantos han vuelto. Un buen puñado de nazisantisemitassupremacistas blancos o paramilitares tratan de competir en las elecciones de noviembre. Y lo hacen bajo el paraguas republicano.

Individuos como el empresario de Wisconsin, Paul Nehlen, que disputará la nominación republicana en agosto para competir por el escaño de Paul Ryan en Washington. Nehlen se presenta a sí mismo como el candidato de la “América pro-blanca y cristiana” y ha abogado por disparar con ametralladoras a cualquier inmigrante sin papeles que se acerque a la frontera mexicana. “Sean hombres, mujeres o niños”. En febrero fue expulsado de Twitter por ponerle una cabeza de neandertal a una foto de la afroamericana Meghan Markle, por entonces la prometida del príncipe Harry. Y de los judíos ha escrito cosas como: “coprofagia, incesto, pedofilia ¿Por qué estas cosas se repiten tanto con los judíos?” Sus posiciones son tan extremas que hasta Breitbart y el exasesor de Trump, Steve Bannon, que le apoyaron en su campaña hace dos años, le han restirado su respaldo.

Aviador aislacionista

Arthur Jones no tiene virtualmente ninguna posibilidad de llegar al Congreso, pero en marzo dejó de piedra al Partido Republicano de Illinois al obtener la nominación con más de 20.000 votos. El distrito en cuestión es tan demócrata que ningún otro candidato se presentó. “Jones no es un verdadero republicano, es un nazi con unas ideas tan asquerosas y odiosas que no tienen cabida en nuestra nación”, dijo el líder estatal del partido tras su victoria. No mentía. Jones fue el jefe del Partido Nazi de América. Simpatiza con el Ku Klux Klan (KKK) y celebra los cumpleaños de Hitler. Lidera el ‘Comité del América Primero’, creado antes de la segunda guerra mundial por el aviador aislacionista y filonazi Charles Lindbergh, al que Trump le robó el principal eslogan de su campaña. Jones en cambio se ha distanciado del presidente, al acusarle, entre otras cosas, de haberse rodeado de judíos, como su yerno Jared Kushner.

Luego está Corey Stewart, que ganó en junio la nominación conservadora para tratar de desbancar al senador demócrata de Virginia Occidental, Tim Kaine. Stewart aboga por expulsar a todos los musulmanes de EEUU, ha descrito al mencionado Paul Nehlen como “uno de mis héroes personales” (más tarde se retractó diciendo que ha perdido la cabeza) y ha participado en foros para “defender la civilización occidental” y “desmantelar el marxismo cultural”.

Antiguo capo del KKK

En California ha aparecido un tal Patrick Little, que aspira a ganarle el escaño a la senadora judía Diane Feinstein. En un sondeo reciente apareció como el candidato republicano con más opciones para conseguirlo. Little es un nazi y negacionista del Holocausto, que cuenta con el respaldo del antiguo capo del KKK, David Duke. Quiere enviar a Israel a todos los judíos y ha comparado Auschwitz con un club de campo. “Allí tenían helado, piscina, orquestas, juegos y hasta equipos de fútbol. Hasta yo querría ir de vacaciones a Auschwitz”, dijo en mayo.

Extremistas como estos se han convertido en un dolor de cabeza para la jerarquía republicana, que ha visto como los elementos más indeseables de la América conservadora se han venido arriba en los últimos tiempos. Temen que sus rivales lo exploten de cara a noviembre para presentar a los republicanos como un partido radical y tóxico.