La posguerra

Libros para después de una guerra

Vicente Blasco Ibáñez con su esposa, María Blasco, y sus cuatro hijos.

Vicente Blasco Ibáñez con su esposa, María Blasco, y sus cuatro hijos.

XAVIER CASALS

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El británico Wilfred Owen, caído en combate en 1918, fue quizá el mayor poeta de la contienda. Pero del ingente caudal literario que alumbró el conflicto, su obra fue de las pocas que resistieron el paso del tiempo: durante el mismo, solo en Inglaterra, más de 2.000 poetas publicaron sus composiciones, según apunta el historiador Álvaro Lozano en La Gran Guerra.

En España la conflagración encumbró a Vicente Blasco Ibáñez con su obra Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Al iniciarse la contienda, el autor estaba en París y escribió crónicas bélicas que formaron su monumental Historia de la guerra europea de 1914. Su fama hizo que el presidente francés Raymond Poincaré le invitase a visitar el frente para hacerse eco de la causa francesa en su obra.

En este marco, en noviembre de 1915 inició la redacción de una novela aliadófila, centrada en los avatares de dos familias enfrentadas: los Desnoyers franceses y los Von Hartrott alemanes. En marzo de 1916 publicó su primera entrega en la prensa, pero el relato no gozó de gran acogida y su reconocimiento, explica el filólogo Emilio Sales, fue inesperado. Una traductora le pagó 300 dólares para efectuar una versión inglesa de la narración, que vio la luz en 1918 en EEUU con un éxito formidable: en 1919 superó las 200 ediciones, en 1921 The Illustrated London News la aclamó como la obra más vendida después de la Biblia y Hollywood la llevó a la gran pantalla con Rodolfo Valentino. Blasco Ibañez, pues, gozó de una fama sin precedentes a inicios del pasado siglo.

En la esfera literaria, el conflicto alumbró un célebre universo de fantasía, destaca Lozano. De este modo, Hugh Lofting concibió al famoso Doctor Doolittle en las trincheras: conmovido por la mortandad de caballos, en 1920 imaginó a un médico capaz de hablar con animales para sanarlos. Alan Alexander Milne, artífice del popular Winnie the Pooh, escribió durante la contienda para evadirse y el amable Bosque de los Cien Acres donde vive el osito fue un contrapunto de sus vivencias bélicas.

Asimismo, fue en el frente donde dos amigos pusieron los cimientos de sus famosas obras: J. R. R. Tolkien y Clive Staples Lewis. Tolkien recreó su experiencia de combate en el mundo mitológico de El señor de los anillos (su Tierra Media se inspiró en la tierra de nadie), mientras C. S. Lewis escribió Las crónicas de Narnia.

CLÁSICOS MUY MODERNOS / El conflicto, en definitiva, legó obras que hoy son clásicos indiscutibles y su nómina abarca desde alegatos antimilitaristas (como Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, o Adiós a las armas, de Ernest Hemingway), hasta sátiras (Las aventuras del buen soldado Švejk, de Jaroslav Hasek). No obstante, el recuerdo de la contienda y su vigorosa estela literaria no inmunizaron a la sociedad europea contra la guerra.

Lo constató el escritor francés Gabriel Chevallier cuando en 1939 tuvo que retirar su relato El miedo al iniciarse otra gran conflagración. ¿El motivo? La sinceridad del protagonista sobre su experiencia en la Gran Guerra: «Les voy a decir la gran ocupación de la guerra, la única que cuenta: he tenido miedo», afirma. Ese año millones de jóvenes pudieron experimentar de nuevo la misma pavorosa sensación.

Y MAÑANA:

27. La paz que incubó otra guerra