CRÓNICA DESDE ROMA
Las placas de la austeridad
Rossend Domènech
Corresponsal en Roma
Corresponsal en Roma
ROSSEND Domènech
Antiguamente, los bancos de muchas iglesias llevaban pegada una placa en la que una inscripción agradecía a los ricos del pueblo la donación del sentadero. En cada misa, funeral o boda los feligreses debían recordar los nombres de quienes lo pasaban mejor. Lo mismo sucederá ahora en muchos bancos, sillas, percheros, armarios, cátedras y pizarras de las escuelas de Roma. El curso acaba de empezar y faltan 1.459 bancos, más de 1.000 sillas… Las arcas del municipio andan mal y el alcalde y su junta han hecho una llamada a la generosidad pública para que esponsoricen el moblaje escolar. A cambio, podrán poner una placa que recuerde la donación.
Lo de que las arcas andan muy mal debe ser verdad, porque en la búsqueda de cómo mantener el ritmo de vida de la capital de la séptima potencia mundial, el alcalde y su junta han ingeniado más soluciones. Aquello de que los turistas paguen un impuesto por dormir en un hotel de Roma, cifrado en 10 euros por noche en el momento de lanzar la propuesta, se ha quedado finalmente en 3 euros por noche dormida, pero solo para hoteles de cuatro y cinco estrellas. El turismo de bajo coste está salvado. Otra de las medidas tomadas por el ayuntamiento conservador ha causado asombro: patrocinar los jardincitos públicos que adornan las plazoletas, incluidas las medianas florales de las avenidas (no queda claro cómo se las apañarán para la manutención).
El municipio tiene pendiente de publicar un concurso público dirigido a particulares y asociaciones de vecinos o culturales para adjudicar los primeros 394.275 metros cuadrados de jardincitos. Los espónsores podrán decidir qué flores plantar (y cuidar) en Plaza de Spagna, en Via Veneto y en otros lugares simbólicos de Roma. También podrá patrocinarse el mantenimiento de parques infantiles o zonas de perros. Habrá siempre una placa, aunque sin exceder los 80x50 centímetros.
El Coliseo, que es Roma por antonomasia, no podía quedar excluido del plan de austeridad. Los turistas pagarán la entrada un euro más cara. Se trata de un monumento visitado anualmente por tres millones de personas y está estresado. Porque ocho mil y pico de personas por día son demasiadas (para descongestionarlo se está experimentando la apertura nocturna). Los 30 millones en concepto de entradas no alcanzan para pagar la restauración, manutención, conservación y un sistema de vigilancia eficaz. Una parte de los ingresos del monumento va al ayuntamiento, que es la que se incrementará con un euro. En compensación, el visitante podrá ascender hasta el tercer piso, que nunca había sido abierto al público.
Dado que las artimañas financieras citadas resultaban insuficientes, el alcalde tuvo una idea genial: tasar todas las manifestaciones callejeras, a excepción de aquellas con carácter solidario. Pero eso no ha colado. Le han acusado de ignorar que el derecho de manifestación está garantizado por la Constitución, así que ha dado marcha atrás. Aquel día algunos romanos le espetaron por la calle que, ya puestos, tasara también el aire que respiran. Las placas recordarán que se pasaron canutas.
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