COMICIOS EN EL GIGANTE LATINOAMERICANO

Objetivo Petrobras

Las denuncias de corrupción en la petrolera semiestatal han monopolizado el debate en la recta final de la campaña brasileña

EDUARDO SOTOS / RÍO DE JANEIRO

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La corrupción, el eterno enemigo de la política brasileña que ya le causó y le sigue causando más de un dolor de cabeza al expresidente Lula da Silva, salpicado por el escándalo de sobresueldos del Mensalao, ha vuelto a entrar en campaña. Esta vez se trata de la petrolera semiestatal Petrobras, que Dilma Rousseff presidió y que atraviesa una de sus peores crisis desde que su exdirector Paulo Roberto Costa admitiese haber recibido hasta 23 millones de dólares a base de adjudicar contratos a dedo.

Con Costa entre rejas desde el mes de marzo, cada declaración del ejecutivo corrupto a la Policía Federal ha sido exprimida hasta la última gota tanto por el candidato del Partido de la Social Democracia (PSDB), Aécio Neves, como por la candidata del Partido Socialista (PSB), Marina Silva. Así ocurrió el pasado domingo por la noche durante el debate televisivo de los candidatos, que insisten en que Rousseff conocía perfectamente los negocios oscuros del exdirector.

Pero Rousseff, quien siempre se ha mostrado firme frente a los casos de corrupción, llegando a relevar a seis ministros sospechosos de ella en sus primeros 11 meses de Gobierno, no se arrugó frente a los ataques del resto de los candidatos. «Una cosa tiene que quedar clara, quien depuso a Paulo Roberto fui yo. Además, fue la Policía Federal la que bajo mi mandato investigó a fondo Petrobras», afirmó Rousseff, que quiso recalcar que de todos los candidatos a la presidencia ella es la «única que ha presentado propuestas para combatir la corrupción».

EDUCACIÓN Y SALUD

Y es que la gestión de la petrolera, que en el 2009 llegó a ser la mayor compañía de Latinoamérica, es vital. Del aprovechamiento que el próximo Gobierno haga de los 80.000 millones de barriles del llamado Presal, el enorme yacimiento petrolífero a 2.000 metros de profundidad frente a las costas de Brasil, dependerán los 112.000 millones de reales (mas de 36.000 millones de euros) que Brasil debería invertir en educación (75%) y salud (25%) en la próxima década, según la ley de 'royalties' aprobada por Rousseff en el 2013.

Los rumores que indican que tanto Marina Silva como Aécio Neves pretenden privatizar la petrolera han puesto en alerta a la clase trabajadora, intelectuales y sectores de izquierda en todo el país. En el debate, el líder del PSDB, que en el 1997 ya insinuó en un discurso la necesidad de privatizar Petrobras, tuvo que defenderse del incómodo recuerdo que le lanzó la presidenta. «No vamos a privatizarla, sino librarla del grupo de políticos que se aprovechan de Petrobras. Es una vergüenza», aclaró Neves.

FUERTE ENFRENTAMIENTO

Pero el caso de Silva, quien anoche se mostró más cautelosa en sus ataques respecto de la petrolera, alcanzó hace dos semanas un enfrentamiento abierto con Rousseff al afirmar que la presidenta «debería pedir disculpas a los brasileños por haber mantenido durante 12 años como director a quien se dedicaba a asaltar la mayor empresa nacional».

Como si no hubiese otro tema sobre el tapete, el 'caso Petrobras' ha monopolizado el debate presidencial en la recta final. Un botín que junto a la mala marcha de la economía ha dejado de lado cuestiones más peliagudas como el aborto, el matrimonio homosexual o la criminalización del racismo y la homofobia. Nadie ha querido adentrarse en asuntos pantanosos y muchos menos Silva, que fiel a sus principios evangélicos rectificó varios puntos del programa del PSB en materia de los derechos de los homosexuales. La recompensa no es menor: los 42 millones de evangélicos de Brasil podrían ser el as que se reserva Silva en la manga, y que se resiste a mostrar.