Dinamarca huele a podrido

Lars Løkke Rasmussen incauta los bienes a los refugiados presionado por la poderosa ultraderecha

La cara oscura de Dinamarca_MEDIA_1

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CARLES PLANAS BOU

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Lars Løkke Rasmussen es un veterano de la política danesa. A pesar de su larga trayectoria y su experiencia en la elite del partido de centro-derecha Venstre el primer ministro de Dinamarca se está ganando una reputación de un tono muy oscuro. La principal razón de ello la tiene la nueva y polémica ley que el país escandinavo ha aprobado para confiscar el dinero y bienes de los refugiados para poder costear su estada. Impulsado por una crisis que está desbordando a una Europa desorganizada y por el creciente poder de la ultra-derecha Rasmussen parece haberse convertido en el Viktor Orbán nórdico. ¿Cómo ha llegado hasta aquí?

Nacido en la localidad de Vejle hace casi 52 años, Rasmussen inició su participación activa en la vida política del país al unirse a las juventudes del liberal Venstre. Con tan solo 22 años y mientras estudiaba Derecho en Copenhague fue elegido presidente nacional de la organización juvenil y concejal del ayuntamiento de Græsted-Gilleleje. A los 30 años obtuvo su escaño en el Parlamento danés como diputado de la oposición. Los años en la cámara baja le hicieron acercarse a Anders Fogh Rasmussen, quien en 1998 asumiría la dirección del partido y convertirse en su delfín político. Lars Løkke ascendió a la cúpula del partido como número dos.

En 2001 Venstre recuperó la primera posición política del país tras 81 años. Durante la siguiente década, hasta el 2011, el partido conservador marcó y lideró las coaliciones de gobierno en Dinamarca, con Lars siempre ocupando carteras ministeriales de primer nivel como Interior, Salud y Finanzas. En 2009 Anders Fogh fue elegido secretario general de la OTAN. La presidencia de Dinamarca quedaba vacía y llegaba el gran momento de Lars Løkke, que se convirtió así en el primer ministro más joven de la historia del país.

CARICATURAS DE MAHOMA

La meteórica trayectoria de Rasmussen lo situó en la cima del poder en el momento en que Dinamarca se enfrentaba a la recesión. Mientras el primer ministro se acercó a la Unión Europea el ultraderechista Partido Popular Danés (PPD) ganó fuerza con su euroescepticismo y aprovechó la polémica por las caricaturas de Mahoma para presionar por unas leyes de asilo más duras con un discurso muy hostil contra los musulmanes. Rasmussen, consciente de la necesidad de contar con el voto ultra, claudicó y en 2011 anunció la reintroducción de controles en la frontera.

Ese mismo año Rasmussen se presentó a sus primeros comicios donde obtuvo una victoria amarga. Los socialdemócratas lograron formar una coalición de izquierdas que sacaba a la derecha del poder por primera vez en el siglo XXI. En la oposición, el líder liberal aguardó a que los efectos de la crisis dañaran la reputación del bloque rojo. Su peor momento político lo vivió cuando se destaparon varios escándalos en los que se vio envuelto por una supuesta malversación de fondos públicos que destino a caprichos personales como trajes caros o ropa interior.

Ventre perdió fuerza en las encuestas mientras que el PPD ganó cómodamente las elecciones europeas y amenazaba la hegemonía en la derecha. Rasmussen fue muy criticado dentro de su partido. Su cabeza estuvo a punto de rodar pero sobrevivió al debate interno. Con el partido muy dañado en el espectro conservador y la autoridad de su líder minada llegaron los comicios del pasado junio.

En sus segundos comicios, la formación sufrió su peor batacazo desde 1990 y fue superado por el PPD, que sacó tajada de su populista retórica contra los migrantes y la Unión Europea. Aún así, los socialdemócratas no pudieron formar gobierno y dejó al Venstre como único partido capaz de tener el apoyo necesario. El PPD prefirió no entrar en el gobierno para dirigir la batuta desde el exterior y Rasmussen lideró el primer ejecutivo en minoría desde 1982. Otra victoria amarga convertida en un regalo envenenado.

VIRAJE A LA DERECHA

Desde su regreso al poder, Venstre ha dependido de los equilibrios mientras la ultraderecha ha marcado un discurso cada vez más hostil contra los refugiados. Consciente de la tránsfuga de votos conservadores, la formación ha virado a la derecha dando cuerda a las tesis del PPD. Eso le ha llevado a la situación actual. Rasmussen sufre el desgaste y la mala prensa al ser el máximo responsable de una ley que recuerda al expolio judío impulsado por los nazis. Gobernar con la derrota no es una gestión sencilla. Rasmussen es la cara visible y poco carismática de la Dinamarca más conservadora, la que cierra fronteras y expropia bienes a los refugiados, pero el no tiene el poder. Mientras tanto, la ultraderecha comandada por Kristian Thulesen Dahl aguarda su momento.