cita histórica

Kim, de sátrapa caprichoso a estadista responsable

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Adrián Foncillas

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El nuevo jugador en el tablero global con el que todos los líderes pugnan por fotografiarse reina en un país del Extremo Oriente con apenas 24 millones de personas y un PIB ridículo. Es, probablemente, el mayor logro de aquel veinteañero mofletudo que ya asentó su autoridad frente a la gerontocracia militar y puso Estados Unidos a tiro de sus misiles.

Kim Jong-un se ha reunido en dos ocasiones con Moon Jae-in (Corea del Sur) y en otras dos con Xi Jinping (China), departirá la semana próxima con Donald Trump (Estados Unidos) si su volatilidad tuitera no lo impide, ha cursado las invitaciones a Vladímir Putin (Rusia) y Bashar-al Assad (Siria) y negocia con Shinzo Abe (Japón). Incluso China  había arrinconado a Kim Jong-un tras sus tercos desmanes nucleares. Lo más parecido a un diplomático que se le había acercado hasta abril era al asilvestrado exbaloncestista Dennis Rodman.

El nuevo Kim es un hombre de Estado responsable, humilde y terco defensor de la paz, que no insulta ni amenaza con inminentes océanos de fuego, que contesta con cortesías a las asperezas de Trump hasta devolverlo a la mesa de negociaciones y comparte abrazos y paseos bucólicos con Moon. El viraje de su imagen externa sigue a la interna. Kim relajó la rígida ortodoxia del clan familiar: presentó a su esposa en sociedad, no embelleció su biografía con leyendas inverosímiles de dobles arcoíris y estrecha la mano de trabajadores. Esa humanización se ha agudizado desde que su hermana Kim Yo-jong dirige su imagen para soltarlo a la arena internacional.

Atrapado entre dos superpotencias

“Corea del Norte estuvo muy activa durante la guerra fría en el mundo socialista. Cuando terminó, intentó encontrar un orden internacional que coincidiera con su ideología. Hoy parece que Kim Jong-un quiere entrar en la comunidad internacional capitaneada por Estados Unidos de naciones respetables y abandonar su pasado de pequeño país atrapado entre dos superpotencias como China y Japón”, señala Benjamin Young, experto en Corea del Norte.

Pionyang siempre se ha esforzado en mantener algún asidero que frustrara su aislamiento absoluto. Su diplomacia basculó sabiamente entre China y Rusia durante la segunda mitad del siglo pasado y hoy, en medio de la orgía diplomática, continúa con sus medidos equilibrios de poder. Kim Yong-un programó sus reuniones con Xi en las vísperas de las visitas a Pionyang del secretario de Estado, Mike Pompeo. También recibió al ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, cuando su antiguo jefe de espionaje, Kim Yong-chol, volaba hacia Washington. Las maniobras generaron celos en la Casa Blanca. Trump acusó a Xi de haber intoxicado el ambiente y aclaró que la reunión con Lavrov le había desagradado.

El frenesí entre cancillerías desliza a Corea del Norte hacia un panorama desahogado en Singapur. Si la cumbre termina en acuerdo, recibirá las garantías de seguridad y ayudas económicas que pide. Y si se tuerce, podrá regresar al fragor previo sin aquella angustiosa soledad reciente. Cada reunión con un dignatario extranjero es una grieta más en el plan de la “máxima presión” que anuncia Trump si Pionyang no atiende sus exigencias. Cabe, pues, preguntarse si este nuevo Kim ha llegado para quedarse o es transitorio. Su sinceridad es una cuestión que divide a los expertos.

"Inteligente y maduro"

“La estrategia a corto plazo es arruinar la presión estadounidense. De hecho, ya ha funcionado porque el presidente Trump la ha declarado cancelada temporalmente. Kim Jong-un perseguirá ese objetivo tanto como pueda hasta que se detenga. Y entonces su viejo comportamiento regresará”, juzga Balbina Hwang, miembro del equipo estadounidense en anteriores negociaciones con Pionyang.

La campaña norcoreana de relaciones públicas no hubiera llegado lejos sin un tipo tan admirable y paciente como Moon al sur del paralelo 38. El proceso de pacificación en el último fósil de la Guerra Fría generó un clima de entusiasmo que venció incluso al desprecio personal que Xi siente por ese líder que siempre desatendió sus peticiones de mesura. Kim ha coleccionado piropos sin pausa. También de Putin, quien después de que Trump cancelara la cumbre recordó que Pionyang había hecho todo lo que se le había pedido y calificó a su líder  de “inteligente y maduro”. Kim no pisará Singapur humillado y desesperado por aceptar cualquier imposición, como ha repetido Washington en las últimas semanas.

Pleitesía global

Los acontecimientos sugieren que Kim prevé el fracaso de la cumbre y teje una red de seguridad para el día después, señala Olga Krasnyak, experta del Colegio Internacional Underwood de la Universidad de Yonsei (Seúl). Pero el proceso es fructífero porque es preferible el diálogo a la enemistad, añade: “Permanecer al margen de la comunidad internacional puede conducir a comportamientos abusivos, impredecibles y, aún peor, incontrolados de un líder con poder ilimitado. La cooperación, incluso con un líder como Kim Jong-un, puede conseguir cierta transparencia y acceso a un país tan aislado y cerrado como Corea del Norte”.

El maratón diplomático encierra una inquietante lección para cualquier aprendiz de dictador. Da igual que violes derechos humanos en dimensiones nazis o seas señalado por la ONU como responsable de crímenes contra la humanidad si tienes armas nucleares. Tienes asegurada la supervivencia e incluso la pleitesía global.