Justin Trudeau: la esperanza liberal

El joven primer ministro de Canadá, hijo de Pierre Trudeau que ocupó el mismo cargo que él durante 15 años, va camino de convertirse en un buen gobernante y en faro del liberalismo de Occidente. A Trump le dejó clara esta semana la gran distancia que los separa.

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ROSA MASSAGUÉ

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En Norteamérica las dinastías políticas eran cosa de Estados Unidos. Allí ha habido los Kennedy, los Bush o los Clinton. Canadá, el vecino del norte, parecía inmune a la política de estirpe, pero no. Ahí está Justin Trudeau, el joven primer ministro (Ottawa, 1971) que ocupa el mismo puesto que ya detentó su padre, Pierre Trudeau, durante 15 años con una breve interrupción.

El líder del Partido Liberal (centroizquierda) está allí contra pronóstico porque la reina Isabel II como Jefa del Estado ya cumple con el tema dinástico, pero también porque eran muchos quienes no daban un centavo por la elección de este joven considerado un hijo de papá. Ni, una vez elegido, pensaban que tuviera capacidad suficiente para gobernar. Por el contrario, en 16 meses, va camino de convertirse no solo en un buen gobernante para los canadienses. También en el faro del liberalismo en un Occidente en el que EEUU ha caído en el populismo de la peor especie, y en Europa reina la máxima desorientación.

"BIENVENIDOS A CANADÁ"

Si Angela Merkel fue la única dirigente europea que marcó unas líneas rojas a Donald Trump saludando su elección con un mensaje en el que le recordaba los «valores compartidos» de democracia, libertad y respeto al otro, el joven canadiense respondía así al intento del presidente estadounidense de cerrar la puerta a inmigrantes y refugiados de varios países de mayoría musulmana: «A los que huyen de las persecuciones, el terror y la guerra, los canadienses os darán la bienvenida, sin importar vuestra fe. La diversidad es nuestra fuerza. Bienvenidos a Canadá».

En la reciente visita a Washington, el primer ministro canadiense se abstuvo de criticar abiertamente a su anfitrión. La buena educación y, sobre todo, la economía, obligaban a un encuentro cordial, pero dejó bien claro al inquilino de la Casa Blanca que no están «de acuerdo en todo».

LOS PASILLOS DEL PODER

Para el joven Trudeau el haberse criado en el 24 de Sussex Drive, residencia oficial del primer ministro en Ottawa, debe ser una ventaja. Conocer los pasillos del poder, tanto los reales como los metafóricos, desde la infancia no es poca cosa. Parece que el primer difunto que vio en su vida fue Leónidas Breznev. Justin tenía entonces 11 años y su padre se lo llevaba por el mundo en todos sus encuentros políticos, ya fueran reuniones del G de entonces, el G-7, o a visitas oficiales.

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Los padres de Justin formaban una pareja poco al uso para la época, incluso para la actual. Cuando Pierre Trudeau llegó a Sussex Drive en 1968 era lo que se llama un solterón de oro que había mantenido, entre otras, una intensa relación con Barbra Streisand. Un buen día de 1971 se casó sigilosamente con Margaret Sinclair, 29 años más joven que él, una representante del 'flower power' de la época. De aquel matrimonio nacieron tres hijos siendo Justin el mayor. Margaret tuvo enormes dificultades para adaptarse a la vida de primera dama (después se ha sabido que padece un trastorno bipolar) y el matrimonio acabó en separación en 1977, cuando Justin tenía cinco años. En 1981 llegó el divorcio. En un primer momento, Justin quedó bajo custodia del padre lo que convirtió a la familia en la primera monoparental que ocupaba la residencia oficial. Pierre y Margaret alcanzaron un acuerdo amistoso para la custodia compartida.

AL COLE, EN AUTOBÚS

Pese a la breve duración del matrimonio, hay que agradecerle a Margaret por ejemplo, que los hospitales dejaran de prohibir la entrada de los padres al quirófano en el momento del parto. Le había horrorizado la idea de que su marido no pudiera estar presente mientras daba a luz a Justin. Su huella en la formación del primogénito es profunda. Pierre quería que el niño fuera a una escuela privada, pero Margaret se opuso y se formó en una pública. La madre tampoco quiso que el niño fuera al colegio en una limusina como le correspondería. Por el contrario, se subía al autobús escolar como cualquier hijo de vecino, aunque era un transporte con vigilancia especial.

En la universidad estudió Literatura y Magisterio. Fue maestro unos años y activista de causas medioambientales. Su figura alcanzó gran notoriedad con el discurso fúnebre que pronunció en el funeral de estado de su padre, en el 2000. Ocho años después siguió la huella paterna entrando de lleno en política. Ha recorrido todos los escalones hasta regresar, esta vez por derecho propio, al 24 de Sussex Drive.

La herencia política que le dejó su padre es la del multiculturalismo, el federalismo y el bilingüismo. La de su madre, el feminismo y la libertad. La suma de esta doble herencia le convierte en la gran esperanza liberal.