UNA CUESTIÓN DE ESTADO

Jumpei Yasuda, héroe o insensato

La liberación del periodista japonés tras un secuestro de tres años en Siria estimula el debate social sobre la necesidad de pagar rescates o no

Jumpei Yasuda, a su llegada al aeropuerto de Narita.

Jumpei Yasuda, a su llegada al aeropuerto de Narita. / periodico

Adrián Foncillas

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Es un héroe o un insensato, un orgullo nacional o una carga, merece el aplauso o el oprobio social. La liberación del periodista japonés Jumpei Yasuda, secuestrado durante más de tres años por militantes sirios, ha llevado el júbilo y también el debate a Japón. 

Yasuda, de 44 años, ha sido recibido con alborozo por su familia en Tokio. La recepción gubernamental ha sido menos entusiasta si atendemos a la casuística. El expresidente francés Francois Hollande acudió a abrazar a los cuatro periodistas liberados por el ISIS años atrás. Su homólogo japonés, Shinzo Abe, ha agradecido la gestión a las autoridades turcas y su ausencia en la foto está justificada por su visita oficial a Pekín. Pero es sintomático que ningún representante gubernamental de peso se ha dejado ver con Yasuda

Acusado de temerario

Las redes sociales sirven de termómetro. Algunos internautas le acusan de perjudicar los intereses nacionales, de temerario o de "rehén profesional" recordando que ya había sido secuestrado con anterioridad. Quizá Yasuda ya preveía las críticas cuando se disculpó por "causar tantos problemas y preocupaciones". La diplomacia japonesa se esfuerza en mantener relaciones amistosas con países de la zona como Arabia Saudí o Irán.

La responsabilidad gubernamental con los rehenes es un viejo debate en Japón. Algunos países pagan los secuestros tras las bambalinas mientras otros se niegan a sufragar a organizaciones terroristas. Tokio tiene una reputación inflexible muy respetada en las filas y medios conservadores. El expresidente Junichiro Koizumi se negó a negociar con los terroristas que tenían secuestrados a tres nacionales la retirada de tropas desplegadas en el norte de Irak que exigían en 2004. Incluso rechazó reunirse con los familiares de los secuestrados, descritos por el Gobierno como "jóvenes irresponsables" por haber desoído las recomendaciones de viajar a un país en guerra. Estos fueron recibidos en el aeropuerto con pancartas donde se leía "fue vuestra culpa" y fueron acosados durante años en las redes sociales. El Ejecutivo actual ha negado ningún desembolso por Yasuda.

Decisión polémica

Oriente Medio ha sido la tumba de varios periodistas japoneses. Mika Yamamoto, de la agencia Japan Press, murió tiroteado en Siria en 2012. Y tres años después fueron degollados por el ISIS el veterano reportero de guerra Kenji Goto y el amigo al que había ido a rescatar. Abe, pocos meses después de su desaparición, prometió 200 millones de dólares a los países que combatieran el integrismo islamista. Muchos creen que esa decisión sentenció a los dos secuestrados. Tokio desdeñó después a Goto como un insensato. "No creo que ningún otro Gobierno del mundo critique públicamente a sus ciudadanos que han sido secuestrados y asesinados", se lamentaba Kosuke Tsuneoka, encallecido reportero en la zona, al diario Japan Times el pasado año.

La invencible pulsión periodística de Yasuda sobrevoló cualquier riesgo o debate ético. Abandonó su seguro trabajo como redactor sobre asuntos medioambientales, familiares y de seguridad alimentaria en el diario Shinano Mainichi y viajó como 'freelance' a Oriente Medio para aportar a los lectores japoneses algo más que los rutinarios informes de la ONU y declaraciones institucionales. Ya en 2004 estuvo apresado en Bagdad por los rebeldes durante tres días. Yasuda, quien ha publicado varios libros de referencia sobre la zona, explica estos días los rigores de un secuestro que empezó tras ser capturado en el 2015 por el Frente Nusra, un grupo de militantes vinculado a Al Qaeda.