REFERÉNDUM EN UN PAÍS DE LA UNIÓN EUROPEA

Hito histórico en Irlanda con el voto masivo a favor del matrimonio gay

Partidarios del matriomonio gay celebran el triunfo en Dublín, ayer.

Partidarios del matriomonio gay celebran el triunfo en Dublín, ayer.

BEGOÑA ARCE / LONDRES

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El castillo de Dublín en el centro histórico de la capital irlandesa se transformó ayer en un festival de cantos, risas, abrazos y banderas arco iris ondeando al sol. Mientras en el interior del vetusto edifico finalizaba el recuento de papeletas, más de 2.000 personas, la mayoría jóvenes, celebraban en el patio el nacimiento de «una nueva república» con la victoria del 'sí' en el referéndum sobre el matrimonio gay. Los irlandeses aprobaron por mayoría aplastante la legalización constitucional, en un gesto histórico, que un miembro del Gobierno calificó como «una revolución social».

El país católico y ultraconservador ignoró las consignas de la Iglesia, la gran perdedora en la consulta. Los sondeos no se equivocaron en esta ocasión. El 'sí' al matrimonio entre personas del mismo sexo obtuvo un 62.1% de los votos, frente al 37,9%  del no. La participación fue muy «masiva», según una fuente oficial y alcanzó el 60% en muchas de las circunscripciones de la isla.

Tal y como se esperaba, el mayor índice de electores a favor de la reforma constitucional se registró en Dublín, donde el 'sí' venció en todos los distritos y en algunos superó el 70% de sufragios. El apoyo fue especialmente numeroso en los barrios obreros de la capital.  El sí también se impuso en otras grandes ciudades como Cork, Limerick y Waterfod y en la mayor parte de las zonas rurales, tradicionalmente más conservadoras.

El resultado final era ya claro e inapelable a media mañana de ayer. Apenas pocas horas después de iniciado el recuento, uno de los principales responsables de la campaña por el 'no' aceptó públicamente la derrota. David Quinn, director del Instituto Iona, un grupo que defiende los intereses de la comunidad católica, admitió en la televisión pública irlandesa la «clara victoria del campo del ». Tras felicitar a sus adversarios, Quinn reconoció que se trataba de «una victoria impresionante». Otro grupo muy visible en la campaña por el no, Madres y Padres Importan (MFM), echó mano del victimismo y sugirió en un comunicado que la derrota se debía a la falta de representación de sus puntos de vista «por las fuerzas políticas, los medios de comunicación o las instituciones del Estado». Sin embargo dijeron sentirse «orgullosos de haber luchado por aquellos cuyas voces nadie escucha».

Tampoco esperaron al resultado final para celebrar el triunfo algunos miembros de la clase política, que unánimemente había hecho campaña por el sí. El ministro de Sanidad, Leo Varadkar, calificó el resultado como «una revolución social» en Irlanda. Varadkar se había convertido el pasado enero en el primer miembro de un Gobierno irlandés que admitió abiertamente ser gay. La ministra de Justicia, Frances Fitzgerald, se felicitó del «gran mensaje que hemos mandado al mundo» y anunció que la enmienda constitucional será una realidad en verano.

PROPUESTA

En plena euforia, la senadora independiente Katherine Zappone le propuso matrimonio a su pareja, la doctora Ann Louise Guilligan, durante una entrevista en directo en televisión. «Es un día estupendo para la igualdad y para Irlanda», señaló por su parte el presidente del Sinn Féin, Gerry Adams, quien recordó al joven Declan Flynn, asesinado a golpes en un parque de Dublín por cinco adolescentes, en 1982, por ser homosexual.

Irlanda ha sido uno de los países más conservadores de Europa Occidental y ha estado dominado por el poder de la Iglesia católica, que aún hoy sigue enseñado a los fieles que la homosexualidad es pecado. Cuando en 1993 las relaciones gay dejaron de ser un delito para los mayores de 17 años, solo un tercio de los ciudadanos respaldaron el cambio. Más tarde, en 1995, el divorcio estuvo en la cuerda floja y finalmente se aprobó por un estrechísimo margen de votos. La aprobación de los anticoceptivos también estuvo llena de barreras y las irlandesas aún tienen que ir a abortar a Inglaterra o en otros países europeos. La terminación del embarazo sigue estando estrictamente prohibida, salvo en casos extremos en que la vida de la madre esté en peligro.

El resultado del referédum es una sacudida social sin vuelta atrás. En las urnas se ha impuesto el sentir de una nueva generación, que ha crecido entre un torrente de escándalos y de abusos sexuales del clero y el desprestigio de la clase política que llevó al país a la ruina económica. El propio arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, reconoció que el sí es un ejemplo de la «revolución social» que atraviesa «desde hace tiempo» el país y advirtió de que la Iglesia católica debe reaccionar ante  estos cambios.