Austria se vuelve a poner en manos de la derecha

Los conservadores recuperan el poder de la mano del joven Sebastian Kurz (31,6%) mientras los islamófobos crecen (26%) y apunta al gobierno y los socialdemócratas (26,9%) resisten

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CARLES PLANAS BOU

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Austria será a partir de ahora un país más conservador y cerrado. Después de 11 años como socio menor de las coaliciones de gobierno, el Partido Popular Austríaco (ÖVP) se ha hecho con la victoria en las elecciones generales celebradas este domingo con un 31,6% de los votos gracias a un discurso muy duro contra inmigrantes y extranjeros escorado a la derecha radical. La candidatura independiente y personalista de Sebastian Kurz, de tan sólo 31 años, permitirá al partido volver a ser el más votado del país, un hito que no conseguía desde el 2002. El nuevo canciller se convertirá así en el mandatario más joven del mundo.

Pero el giro a la derecha de Austria es mucho más profundo. Mejorando sus resultados del 2013, el ultranacionalista y xenófobo Partido de la Libertad (FPÖ) ha obtenido un 26% de los votos que le sitúan como tercera fuerza del país, cerca de su mejor registro histórico obtenido en 1999. Esta victoria de los anti-inmigración, capitaneada por el ultra con pasado neonazi Heinz-Christian Strache, les abre las puertas del gobierno para formar una coalición con conservadores que ya funcionó entre 1999 y el 2006. Aunque el FPÖ ha crecido hasta 5,5 puntos hay que tener en cuenta la desaparición de BZÖ y Stronach, dos formaciones que oscilaban entre la ultraderecha al euroescepticismo.

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Golpe al progresismo

Aunque los primeros resultados apuntaban a una caída, los socialdemócratas (SPÖ) resisten y mejoran ligeramente hasta el 26,9% de los votos que les mantienen como segunda fuerza política. En el gobierno desde el 2006, se vieron sorprendidos en mayo cuando Kurz decidió romper la coalición de gobierno y anticipar elecciones. Tras haber protagonizado un claro giro a la derecha y una campaña marcada por escándalos difamatorios contra el líder conservador, pueden quedarse fuera del poder.

Los resultados de este domingo son un duro revés al progresismo de un país cada vez más nacionalista y crítico con los extranjeros. Con tan sólo un 3,9% de los votos, los Verdes han obtenido sus peores resultados desde 1995 y quedan fuera del parlamento. Diez meses después de que su candidato ganase las presidenciales, la formación ecologista - históricamente la más fuerte de Europa - se ha hundido. Parte de esa culpa puede deberse a la entrada parlamentaria de PILZ, una lista de intelectuales y artistas escindidos de los Verdes que ha obtenido un 4,1% de los votos.

Islamofobia normalizada

A diferencia de los otros países de la Unión Europea, en Austria la presencia política de la ultraderecha no es una anomalía y no se hacen ascos a pactar con ella. Incluso los socialdemócratas, quienes acusaron al FPÖ de "incitar a la población contra las minorías”, no han descartado llegar a acuerdos. Los resultados sólo permiten dos caminos: o se repite una Gran Coalición como la que gobernado Austria durante la última década o la extrema derecha regresa al poder. La segunda parece la opción preferida en Viena. Aunque FPÖ y ÖVP se criticaron en campaña peleando por el voto conservador e islamófobo, sobre el papel tienen más similitudes que discrepancias en materia migratoria.

Aún estando en la oposición, el FPÖ ha sabido marcar la agenda política austríaca desde hace años, girando a ambas formaciones hacia posiciones nacionalistas más restrictivas con los extranjeros que a su vez han legitimado el discurso de la ultraderecha. En Austria, cerrar las fronteras y reducir ayudas a los refugiados ya no es patrimonio de los extremistas.

De entrar en el gobierno, esta nueva fórmula xenófoba y eurocrítica será otro quebradero de cabeza para la cancillera alemana Angela Merkel, que ve como la ultraderecha marca cada vez más la agenda política de la Europa central. Además, el FPÖ sugirió en campaña unirse al Grupo de Visegrado, alianza formada por Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia, que les distanciaría de Bruselas.

En 1999, una UE de 14 estados miembro y disgustada con la llegada de la ultraderecha al poder impuso sanciones a Austria. Hoy, mucho más vulnerable y sacudida por el auge populista, eso no se repetirá.