LA YIHAD EN EUROPA

Francia, un año marcado por el terror

Manifestación multitudinaria en París tras los atentados contra 'Charlie Hebdo', el 11 de enero del 2015.

Manifestación multitudinaria en París tras los atentados contra 'Charlie Hebdo', el 11 de enero del 2015. / periodico

EVA CANTÓN / PARÍS

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Los atentados contra la revista ‘Charlie Hebdo’ y un supermercado judío a principios de enero y la masacre en el corazón de la vida nocturna parisina a mediados de noviembre han marcado dramáticamente el año 2015 en Francia, situada desde hace tiempo en el punto de mira del yihadismo. La sociedad ha encajado los dos golpes con grandes dosis de unidad nacional, una notable capacidad de resistencia y el triste convencimiento de que las escenas de terror pueden volver a repetirse.

Pero el riesgo de la división no está conjurado en un país que no termina de asumir su diversidad multicultural mientras la clase política tradicional fracasa reiteradamente en ofrecer soluciones a los problemas de los ciudadanos, allanando el camino a la extrema derecha. A la amenaza terrorista se une así un malestar social crónico alimentado por el paro, la desigualdad, la falta de perspectivas y un sistema educativo incapaz de integrar a los más vulnerables.

“El terrorismo revela la existencia de otros problemas de los que los sociólogos llevan años alertando a los poderes públicos: las fracturas sociales o el proceso de creación de guetos. En Francia seguimos viviendo un relato nacional que es como una postal de Ásterix con la baguette de pan cantando la Marsellesa y ondeando una bandera tricolor. Una postal mítica que no existe”, alerta Laurent Mucchielli, del Laboratorio mediterráneo de sociología, en declaraciones a este diario.

La firmeza mostrada entre el 7 y el 9 de enero, cuando la libertad de expresión, la policía y la comunidad judía fueron blancos del ataque de los hermanos Kouachi y de Amedy Coulibaly, se transformó en una actitud abiertamente bélica por parte de François Hollande la noche del 13 de noviembre. Fue el modo de vida francés el que resultó atacado entonces por jóvenes adiestrados en Siria pero nacidos en el Hexágono. Dos días después, ante el Congreso reunido en Versalles Hollande declaró la guerra al autoproclamado Estado Islámico durante un discurso que evocó al de George W. Bush tras el 11-S.

DESTRUIR AL ESTADO ISLÁMICO

Le siguió un maratón diplomático para crear una amplia coalición internacional con el objetivo de “destruir” a los terroristas que planificaron la masacre de París. Sin embargo, el Ejército sabe que bombardear las posiciones del califato en Siria servirá de poco sin tropas sobre el terreno, algo que Francia ha descartado. Está igualmente por ver si dará frutos la estrategia de acercamiento a Rusia o su giro en la política hacia Siria, relegando a un segundo plano el futuro del principal responsable de la guerra que desangra al país desde el 2011, Bashar el Asad.

Francia restableció el control de fronteras, decretó el estado de emergencia para facilitar registros sin orden judicial y arrestos domiciliarios, movilizó miles de policías y militares y endureció la legislación antiterrorista con un proyecto de reforma constitucional que levanta ampollas en amplios sectores de la izquierda.

“Reforzar la seguridad cuando la gente tiene miedo es normal. El problema es que las élites políticas no son capaces de gobernar más allá de la urgencia, el corto plazo o la emoción”, continúa el sociólogo.

GIRO DEL ISLAM FRANCÉS

El 13-N supuso también un revulsivo para el islam francés. Sus representantes dieron un giro de 180 grados respecto a enero, mostrando sin fisuras su adhesión a los valores republicanos, conscientes de que muchos jóvenes musulmanes escapan de su radar, se radicalizan y se envuelven en la bandera del islam para cometer atrocidades.

Pero si algo está claro fuera y dentro de las mezquitas es que no hay un único perfil de candidatos a engrosar las filas de la yihad. La pobreza y el fracaso escolar de las ‘banlieues’ es solo uno de los viveros. Hay además adolescentes de clase media a los que mueve un “ideal romántico” e incluso familias que entran en un proceso religioso de tipo sectario. La lucha contra el radicalismo será una de las batallas del islam francés en el 2016.

AGENDA POLÍTICA

La amenaza yihadista ha dominado inevitablemente la agenda política. La investigación de los atentados ha dejado al descubierto fallos de seguridad y abonado el discurso xenófobo de la ultraderecha, que en la última cita con las urnas antes de las presidenciales del 2017 logró 6,6 millones de votos, un resultado histórico.

También la crisis de los refugiados vivida este verano ha suscitado recelos en Francia ante el temor de que el Estado Islámico use las grietas de la precaria colaboración europea para infiltrar terroristas. Si la formación de Marine Le Pen fracasó finalmente en su asalto al poder regional fue por un sistema electoral a dos vueltas y la ‘barrera republicana’ de los electores movilizados en su contra, pero sus casi 7 millones de votos son un toque de atención a quienes se alternan sucesivamente en el Elíseo.

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PROBLEMA SOCIOECONÓMICO

“Hay un problema socioeconómico, un hartazgo de la clase política y, en una parte de los electores, una preocupación por la cuestión de la identidad que lleva a fabricar chivos expiatorios para buscar culpables cuando algo no funciona”, prosigue Mucchielli.

A su juicio, Francia debería abordar la cuestión de las “minorías visibles”, esa población procedente de las antiguas colonias abandonada por la República. “Hay que hablar de una vez por todas del racismo y la islamofobia que esconden los grandes discursos sobre la laicidad”.

A pesar de todo, el experto cree que Francia muestra un gran espíritu de fraternidad y cuenta con una fuerte sociedad civil pródiga en iniciativas locales que las élites político-administrativas del Estado centralista deberían escuchar.