PULSO EN LA UE

La Eurocámara vapulea a Orbán por la pena de muerte

Orban habla en el Parlamento Europeo durante el debate sobre Hungría.

Orban habla en el Parlamento Europeo durante el debate sobre Hungría.

SILVIA MARTÍNEZ / BRUSELAS

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Cuando el primer ministro Viktor Orbán acudió al pleno del Parlamento Europeo a comienzos de 2011 para inaugurar el semestre de presidencia húngara de la Unión Europea (UE) se topó a varias docenas de eurodiputados con esparadrapos blancos en los labios, comparaciones con Hugo Chávez y una enorme bronca por su ley de prensa. Las hostilidades contra el que llegó a ser apodado entonces como Viktator  volvieron a repetirse ayer. Prácticamente todos los grupos políticos, salvo el Partido Popular Europeo (PPE) y la extrema derecha, le acusaron de burlar los valores europeos por sus declaraciones en torno a la pena de muerte y la criminalización de inmigrantes. Orban defendió su derecho a debatir y calificó de «locura» la última propuesta de reparto de cuotas de refugiados que, dijo, solo servirá para «que vengan más».

El polémico primer ministro húngaro demostró una vez más que los combates dialécticos no solo no le incomodan sino que le gustan y que está dispuesto a seguir compareciendo tantas veces como haga falta. «Es una ventana al mundo que permite expresar y defender la política que se hace en el país. Es una oportunidad extraordinaria», se jactó ante la prensa. La Eurocámara había incluido en la agenda de ayer un debate sobre sus últimas ocurrencias -la posibilidad de instaurar la pena de muerte y la criminalización de la inmigración y las políticas de Bruselas- y, como otras veces, el líder húngaro se autoinvitó para explicar cómo ve el debate que tanto enfado ha generado de nuevo en Europa.

"Francos"

«Los húngaros somos francos cuando hablamos, nos gusta ser sinceros, sin pelos en la lengua y por eso cuando damos nuestras opiniones, sea la pena capital o la inmigración, somos sinceros», se escudó. Sobre la pena de muerte defendió su derecho a debatir y aunque garantizó que toda revisión de la legislación se realizará respetando el derecho comunitario también dejó claro que si debe actuar lo hará. «No hay nada que se haya convertido en la Biblia, todo es revisable», aseguró. «La Comisión Europea entiende que el Gobierno húngaro no tiene planes concretos para reintroducir la pena capital pero si lo hiciera o diera pasos velaremos para que Hungría cumpla con sus obligaciones. No nos temblará la mano», advirtió el vicepresidente Frans Timmermans, que dejó claro, por si alguien tenía dudas, que la pena de muerte vulnera los valores fundamentales europeos y que una violación podría desencadenar sanciones contra Hungría en forma de la retirada del derecho de voto en el Consejo.

Cuotas

Pero, sin duda, el tema que más minutos se llevó ayer fue la cuestión migratoria. Orban atacó con dureza la última propuesta de cuotas obligatorias de refugiados planteada hace una semana por el Ejecutivo comunitario y se alineó con las tesis que veinticuatro horas antes había defendido el ministro español José Manuel García-Margallo. «Es absurdo cómo se plantea el debate. Es una locura pensar que podemos abrir las puertas a los flujos migratorios. En Hungría no podemos dar puestos de trabajo a todos los inmigrantes que llegan a nuestro país», advirtió pidiendo una revisión de la legislación. «Sería una locura abrir las puertas estableciendo cuotas artificiales. Las cuotas solo harán que vengan más. Es un acicate para los traficantes y un incentivo para que más personas crucen nuestras fronteras», añadió.

Sus palabras recibieron una oleada de críticas desde la bancada socialista, pasando por los liberales, los verdes, la izquierda europea y muchas otras formaciones que calificaron su discurso de provocativo, discriminatorio, intoxicador y hasta de vergüenza. «Nunca me atrevería a hablar en ese tono sobre otros países como lo han hecho sobre Hungría», dijo Orbán en la réplica sin entender que el atacado no fue su país sino su juego. Entre los más duros estuvo el socialista húngaro Istvan Ujhelyi, que ve en su política como un intento de cambiar la concienciación nacional. «Lo que está haciendo es gastar 10 millones en tecnología de Goebbels. En mi nombre no habla», le espetó.