GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

Erdogan emplea al Ejército Libre Sirio como fuerza de choque en su ofensiva contra los kurdos

Los rebeldes sirios son la carne de cañón de la operación, mientras que la participación turca se reduce a unidades de élite, aviones y artillería

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Adrià Rocha Cutiller

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Unos cuantos soldados se acercan a la entrada del barracón cuando, desde dentro, salen dos llevando un cuerpo envuelto en sábanas. Entonces, todos —todos menos los dos que llevan el cadáver— sacan sus kalashnikov y apuntan al cielo. Se apretujan al lado del cuerpo. Gritan, gimen, cantan y lloran.

Recitan: «Y nunca penséis que los que han sido matados en la causa de Dios están muertos. ¡No! Están vivos, cerca del Señor. Y él les provee», chillan, mientras colocan al muerto en una ambulancia.

Son, todos ellos, miembros del Ejército Libre Sirio (ELS), una coalición de milicias opositoras sirias en las que Turquía se está apoyando en su operación contra el cantón kurdo de Afríncantón kurdo de Afrín. Su participación en la nueva guerra contra las YPG no es anecdótica: 25.000 combatientes del ELS luchan contra la milicia kurdosiria.

Turquía los usa como cuerpos de choque. Los miembros de las ELS ponen el grueso de los combatientes sobre el terreno en la ofensiva. El Ejército turco pone las bombas, la aviación y las fuerzas especiales: solo en una semana de operación han muerto 65 soldados del ELS por tres militares turcos.

Al inicio de la ofensiva, Turquía los distribuyó por toda su frontera con el cantón de Afrín y les proveyó de material y campamentos. En el de Incirli, a algo más de un kilómetro del frente, la lluvia es incesante. El suelo es un charco de lodo inmenso que los soldados van atravesando a saltitos para ir y venir del frente. Cuatro todoterrenos con ametralladoras montadas en el maletero esperan, aparcados a un lado. La operación ha empezado. «Aquí no tenemos ninguna información. Está todo el mundo muy tenso», dice un traductor del batallón.

La artillería turca repica para convertirse en la banda sonora del campamento: melodía de golpes constantes sin ritmo ni cadencia establecidas. Un soldado sirio camina hacia el frente con un par de fusiles de asalto, una ametralladora ligera —cuyo adjetivo, al verla, parece una broma pesada— y un rifle de francotirador colgados al hombro. Las armas van en una dirección; las ambulancias van y vienen.

Una herramienta

Tras la orden de Turquía, los soldados del ELS han acudido a combatir a Afrín desde los últimos bastiones opositores que les quedan en Siria: la región de Jarabulus —controlada por Turquía—, el norte de Homs y Idleb, el último gran reducto opositor, que ahora, desde hace pocos meses, está bajo el asedio de las fuerzas de Asad.

«Afrín y Idleb son una transacción directa entre dos poderes extranjeros: Turquía y Rusia», dice el analista sirio Hassan Hassan. Antes de iniciar la ofensiva, el Estado Mayor turco viajó a Moscú para reunirse con el ruso. Allí, se supone, lo ataron todo: Rusia no se opondría a la operación en Afrín y Turquía, a cambio, entregaría la región de Idleb al régimen de Damasco.

Aliados y enemigos

El ELS no es un amigo fácil. Dentro de este ejército paramilitar hay casi de todo: seculares, islamistas moderados, islamistas menos moderados e islamistas nada moderados. Turquía, para la ofensiva en Afrín, se ha aliado con todos.

Incluso, según publicó el diario francés 'Le Monde', algunas unidades de Hayat Tahrir al Sham —conocida hace poco como Jabhat al Nusra, conocida hace algo más como Al Qaeda en Siria— están colaborando en la lucha turca contra las milicias kurdosirias de Afrín. Atacan el cantón desde el sur.

Y allí, al lado sirio de la frontera, el ELS crea verdadero pánico. «Mi familia que vive allí está aterrorizada —explica un kurdoturco que vive en el lado turco—. Todos piensan que, cuando los soldados del ELS entren, violarán a las mujeres y pasarán a los hombres a cuchillo». El hombre, después, explica que la población de Afrín prefiere a los turcos; que ellos, hasta ahora, no les habían hecho nunca nada. Que son más civilizados que los barbudos. «Son un Ejército regular. Tienen normas. Los otros, no», dice.

Los soldados turcos, es cierto, también participan en la ofensiva terrestre. Pero son menos, van protegidos por blindados y están mejor equipados. Corren menos riesgos.

Poco parecido

El campamento turco de la zona, a diferencia del del ELS, está a diez kilómetros de la frontera y no a uno. El campamento turco, a diferencia del otro, tiene fusiles estadounidenses y tanques alemanes; no camionetas ni ‘pick ups’ llenas de barro. En el turco no se oyen las bombas: aquí no hay ni ambulancias ni muertos.

«Bah, el Real Madrid es mucho mejor que el Barça. Mira a Arda: en el Atlético era muy bueno, pero se fue al Barça y se jodió. Aquí en Turquía soy del Fenerbahçe», dice un soldado.

Beben té, fuman y comen empanadas. Son muy jóvenes y van todos afeitados. Si no fuese porque todos llevan chalecos antibalas parecería que están haciendo maniobras militares normales. Pero no. «¡Besiktas! ¡Besiktas! El Fenerbahçe es una mierda», grita otro, que avisa a su compañero de que deberían prepararse. «Nos marchamos. Vamos para Siria».