EN CLAVE EUROPEA
Envite turco con los refugiados
La resistencia de los Veintiocho a respetar sus propios principios de acogida de refugiados y su ineficacia en poner fin a la guerra civil siria han colocado a Europa como rehén de Turquía para frenar la ola migratoria que llega a la Unión Europea (UE) principalmente desde ese país.
El presidente turco, el cada vez más autoritario e islamista Recep Tayyid Erdogan, instrumentaliza la crisis para reclamar a la UE concesiones políticas y económicas que refuercen su prestigio en las cruciales elecciones legislativas anticipadas del 1 de noviembre, y así contrarrestar su desgaste por la debilidad económica, los graves escándalos de corrupción y la creciente represión.
Erdogan maniobra para que su partido conservador islámico AKP logre una mayoría absoluta que le permita reformar la Constitución a su medida para imponer un régimen presidencialista.
Además de manipular el sentimiento nacionalista turco contra los kurdos, Erdogan presiona a los Veintiocho para obtener al menos 3.000 millones de ayuda anual por acoger refugiados y el respaldo oficial de la UE a su régimen mediante la inclusión de Turquía en la lista de «estados seguros», es decir, países cuyos ciudadanos están descalificados en principio para pedir asilo porque el país se considera democrático.
Erdogan también reclama a la UE que se le invite a las cumbres europeas, la liberalización de los visados de entrada en la UE para los turcos, el aval a su polémico plan de crear una zona de seguridad en Siria, el cese de las críticas y la reactivación de las negociaciones de adhesión.
Las mafias del tráfico de inmigrantes operan con aparente impunidad en Turquía, a pesar del férreo control policial del país, y han multiplicado su actividad desde el fracaso de Erdogan en lograr la mayoría absoluta en las elecciones del 7 de junio. Hasta el 9 de junio habían llegado a Grecia procedentes de Turquía 47.044 refugiados e inmigrantes, según la Organización Internacional para las Migraciones. Desde esa fecha, la cifra se ha incrementado en más de 425.000 personas y el total acumulado en lo que va de año supera los 472.000, casi diez veces más que el total de todo el 2014.
La estrategia de Erdogan ya ha comenzado a dar sus frutos. Durante su visita a Bruselas el 5 de octubre el presidente de la UE, Donald Tusk, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se abstuvieron de criticar las numerosas detenciones de periodistas, las restricciones a la libertad de expresión y de prensa y los asaltos a medios de comunicación críticos. Solo el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, se atrevió a criticar las crecientes violaciones de los derechos y libertades. «Ahora la prioridad es la estabilidad», reconocen fuentes diplomáticas de la UE.
El Gobierno turco es responsable, junto a Arabia Saudí y los países del Golfo, de que los grupos islamistas y yihadistas hayan secuestrado desde el 2012 la revuelta popular siria contra la brutalidad del régimen autoritario de Bashar el Asad. La UE había criticado hasta ahora la colaboración de Turquía con los grupos yihadistas y con el Estado Islámico al permitir el libre tránsito de combatientes, armas y contrabando de petróleo a través de su frontera con Siria. Erdogan solo acabó sumándose el pasado agosto a la coalición norteamericana contra el Estado Islámico para poder bombardear sin restricciones a los kurdos.
VISITA DE MERKEL
Las críticas europeas a Turquía han cesado, la cumbre de la UE ha prometido tener en cuenta sus demandas y la cancillera alemana, Angela Merkel, ofrecerá este domingo un impagable respaldo a Erdogan con una visita oficial y la promesa de acelerar la liberalización de visados dos semanas antes de las elecciones.
Pero el Gobierno turco considera la oferta insuficiente «por actuar como baluarte de la estabilidad europea» y «acoger ya a más de 2,5 millones de refugiados», mientras que a la UE le cuesta acabar de concretar su oferta financiera, porque los fondos tienen que salir de los austeros presupuestos de los Veintiocho.
Los líderes de la UE aún tienen que aportar 2.300 millones de los 2.800 millones que prometieron en septiembre para frenar la inmigración de África y Oriente Próximo, como se quejó Juncker. De momento, los refugiados seguirán llegando a millares y la UE continúa sin prepararse realmente para ese enorme reto económico, social y político.
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