Análisis

Egipto, en la casilla de salida

Un simpatizante de Mursi, en el hospital.

Un simpatizante de Mursi, en el hospital.

EDUARD SOLER LECHA

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¿Cómo ha llegado Egipto a esta situación de emergencia? ¿Cómo ha transitado de la euforia revolucionaria a la polarización y el conflicto social? No hay una única causa ni un único culpable sino una acumulación de errores que han ido minando el proceso de transición democrática.

Parte de estos errores son atribuibles a los Hermanos Musulmanes, a su expresión política, el Partido de la Libertad y la Justicia, y también al objeto de la ira de los manifestantes, el presidenteMohamed Mursi.No se habría llegado a la situación actual si se hubieran abierto hacia los sectores de la sociedad que no comparten sus valores y hubieran tratado de dar respuesta a sus inquietudes en vez de despreciarlas por no ser, a su juicio, mayoritarias.

Mursiobtuvo una ajustada victoria (51,7%) en las elecciones presidenciales del 2012 que no supo interpretar. En vez de entender que muchos ciudadanos les habían prestado el voto para evitar la victoria deShafik,un candidato del antiguo régimen, los Hermanos Musulmanes se sintieron respaldados para llevar a cabo su programa de gobierno e imponer un modelo de sociedad. El debate constitucional, tanto en la forma como en fondo, fue un fiel reflejo de esta actitud y el resultado fue que esa Constitución, en vez de unir a los egipcios, contribuyó a dividirlos todavía más.

La oposición también ha cometido errores de bulto, empezando por la desunión de la que hizo gala durante los primeros meses de la revolución y especialmente en las elecciones presidenciales. No obstante, estos días podrían cometer otro error estratégico si se lanzan incondicionalmente a los brazos de las Fuerzas Armadas. Los Hermanos Musulmanes también pensaban haber llegado a un entendimiento con los militares para repartirse el poder pero los hechos demuestran que estos pactos son extremadamente frágiles y que pueden ahogar a la parte más débil.

Finalmente, hay un error compartido por casi todos los sectores del panorama político egipcio: haber centrado el debate en cuestiones identitarias y muy especialmente en el papel de la religión. Algunos lo hicieron por convicción y otros porque no tenían respuestas sobre las necesidades reales de la ciudadanía.

Egipto no solo se acerca al abismo político sino también al económico. El país puede desplomarse si se agotan las reservas de divisas y se le cierra la puerta del crédito internacional. Superar esta situación de emergencia pero también hacer frente a problemas estructurales como la viabilidad de la política de subsidios o la desigualdad entre egipcios son cuestiones vitales a las que solo se podrá responder si vuelve la calma y se da una nueva oportunidad al pacto y al consenso.

Tras más de dos años de transición imperfecta, islamistas, opositores y militares han llevado el país a la casilla de salida. Es cierto que la esperanza revolucionaria ha tomado las calles de Egipto con tanta o más fuerza que en el 2011, pero también lo es que el riesgo de volver a caer en brazos del antiguo régimen vuelve a ser una amenaza real.