Duterte 'el Sucio', nuevo presidente de Filipinas

El nuevo presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte.

El nuevo presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte. / EDC/yh

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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El hastío por la inseguridad ciudadana y la política tradicional empuja a Rodrigo Duterte a la presidencia de Filipinas. A los resultados parciales les sobra lógica: no había candidato más firme contra el crimen ni heterodoxo.

Duterte contabiliza el 39 % de los votos con las tres cuartas partes del escrutinio finalizadas. Es habitual que los resultados finales en Filipinas, con 55 millones de votantes repartidos en 7.000 islas, se demoren varios días. Pero la victoria del candidato que temían los sectores más sensatos se daba anoche por descontada.

Será el broche a la carrera política de Duterte a sus 71 años. Llega a Manila después de más de dos décadas en la alcaldía de la ciudad sureña de Davao. Su discurso es granítico, categórico y permeable en un país devastado por la violencia. Quince asesinatos se han contado en las vísperas electorales. Entre ellos se cuenta un candidato a alcalde acribillado el sábado en el sur del país o siete personas que cayeron en una emboscada de forajidos en la ciudad de Rosario (provincia de Cavite). Más de 100.000 policías habían sido desplegados en las elecciones para asegurar la paz.

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Sus éxitos son innegables: ha limpiado de crímenes una ciudad tradicionalmente convulsa. Los métodos son más dudosos. Las organizaciones de derechos humanos denuncian los escuadrones de la muerte que acribillan in situ a todo lo que lejanamente parece un delincuente. Son cientos de ejecuciones extrajudiciales que nunca han perturbado la conciencia de Duterte.

Ahora amenaza con aplicar el método a escala nacional. Duterte ya ha anunciado que su mandato será “sangriento” y sugerido posibilidades de negocio a su empobrecida población: “Si soy presidente, abrid funerarias. Estarán repletas. Yo suministraré los cadáveres”. A Duterte no se le puede criticar el lenguaje meandroso y vacuo del gremio político. Ha propuesto sacrificar con sus manos a los criminales y prometido que mataría a sus hijos si se drogasen. Pocos filipinos piensan que exagera.

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Duterte ya había coleccionado epítetos antes que votos. “El Castigador”, “Duterte el Sucio” por el policía interpretado por Clint Eastwood o el “Donald Trump filipino” por traducir en apoyo popular sus salidas de guión. Ha llamado “hijo de puta” al Papa Francisco y se ha vanagloriado de su reputación de mujeriego. Sólo se retractó de su broma sobre una misionera estadounidense violada y asesinada en un motín carcelario. Había defendido que, como alcalde, le debería haber tocado el primer turno en la violación masiva.

La probable victoria de Duterte supone la derrota póstuma de Benigno Aquino. El presidente saliente, agotado el mandato improrrogable de seis años, había dedicado sus últimos esfuerzos a alertar del panorama sombrío que se avecinaba y pedido un frente común del resto de candidatos contra Duterte. “Necesito vuestra ayuda para impedir el regreso del terror a nuestro país, no puedo hacerlo sólo”, solicitó el hijo de Cory Aquino, aquella presidenta que había encabezado la revuelta popular que echó a la familia Marcos del poder en 1986.

FRACASO DE AQUINO

Aquino había logrado cierta estabilidad política en un país proclive a los bandazos, estimulado la economía y reducido la rampante corrupción, pero los electores le achacan su escasa eficacia contra la inseguridad y su pertenencia a las estirpes políticas. Los filipinos han elegido a un candidato que ha conseguido descollar en unas elecciones por las que también han desfilado un púgil homófobo con rango de héroe nacional o el hijo del matrimonio que escapó del país en un helicóptero estadounidense tras haberlo esquilmado.