MASACRE EN PARÍS

Con el maletín y una rosa

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / PARÍS (ENVIADO ESPECIAL)

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En un lado de la calle, una farmacia, un 'kebab' y un centro de estética despachan el lunes de la mejor manera posible. En la otra acera, dos restaurantes cerrados. Uno de ellos es La Belle Équipe, y en su terraza perdieron la vida 19 personas. Se repite el duelo del fin de semana, con centenares de parisinos en silencio, contemplando las rosas y los mensajes depositados junto a las persianas. Pero ya no es sábado, ni domingo, y hay que ir a trabajar o a estudiar. Imposible no acordarse de nuestro Sant Jordi porque la escena es la misma: un hombre o una mujer que se va a la oficina y que en una mano lleva el maletín o el bolso, y en la otra, unas rosas. Las cargarán durante todo el día hasta que encuentren un momento para acercase a la Rue de Charonne. O a la plaza de la Republique. O al Bataclan.

París intenta desperezarse en un inicio de semana distinto a cualquier otro de la historia moderna de la capital francesa. En una guardería, a escasos 100 metros de una de las zonas tiroteadas el viernes, en la calle Basfroi, los padres aguardan la salida de sus hijos. Se comenta la jugada, pero muy en voz baja. En la puerta, una placa recuerda a los niños judíos del centro que fueron conducidos por los nazis a campos de exterminio entre 1942 y 1944. No muy lejos de aquí, un edificio en construcción, y un bar con siete jubilados jugando a las cartas. 

El cordón policial del Bataclan es ahora más reducido. Puede verse bien el edificio desde delante. Se mantiene la lona. Se escucha el ruido de una manguera a presión. En el suelo, junto a una alcantarilla, un guante blanco de látex. 'La liberté est un monument indestructible', puede leerse en una enorme lona colgada en el balcón de la sala de conciertos. 'Liberté' precisamente el nombre del club de petanca sito a 100 escasos metros de aquí. Este lunes se juegan un par de partidas. Como si nada. Aquí también llegan hombres y mujeres de negocios, con su atuendo lectivo y unas flores. 

En la Republique hay un coro que quita el hipo. Precioso. También un grupo de jóvenes cantando la 'Marsellesa' a gritos. Y una psicóloga de la Gendamería que se ofrece a todo el que requiera de un hombro con recursos. Esta plaza se ha convertido en el epicentro del duelo parisino. Todas las teles del planeta están aquí apostadas porque en el Bataclan hay poco que pescar. Este lunes no hay escenas de pánico.

Mientras París busca una normalidad imposible, las familias de las víctimas siguen pasando por la Escuela Militar, en el distrito séptimo, donde ha quedado instalado el centro de atención psicológica. Este es sin duda el mejor lugar para garantizar su intimidad. En las primeras 24 horas, se acercaron cerca de 400 personas. Si se cumple el guión de otras tragedias anteriores en las que la causa lleva adosada una intencionalidad, psicólogos, asistentes sociales y personal sanitario, además de la Cruz Roja y las autoridades que así lo deseen, se prestan para escuchar y hablar de lo que sea necesario. Sin forzar. Bebidas calientes y algo de comer. Un ambiente lo más sobrio posible. Están ahí, y quien lo desee, puede echar mano de ellos. Por la mañana, militares y familiares detuvieron la actividad durante unos instantes y salieron al inmenso patio interior de la escuela, cercana a la Torre Eiffel, para recordar a los muertos. Bandera a media asta y silencio absoluto.