CRÓNICA DESDE ROMA

Dormir en la ciudad eterna tiene un precio

Entrada de un hotel en Roma.

Entrada de un hotel en Roma.

ROSSEND Domènech

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El alcalde se ha quedado solo. Como Gary Cooper en la versión castellana deHigh Noon(Solo ante el peligro), Gianni Alemanno es el único que sigue defendiendo la introducción de una tasa por cada noche que los turistas pasen en un hotel de Roma. Diez euros por cabeza. Con 9.500 millones de deuda acumulada, las arcas municipales lo están pasando muy mal y el Gobierno central ofrece muy poco a causa de la crisis. Pero finalmente lo ha autorizado y el alcalde capitalino considera que es «un deber que los turistas ayuden a la ciudad».

La historia mundial de los impuestos es bastante amena. Vespasiano, que administraba todo un imperio, se sacó de la manga una tasa sobre la acción de orinar en las letrinas públicas, de las que se obtenía amoníaco. Calígula fue más tradicional y tasó a las prostitutas con un 20% sobre los beneficios. Cada prestación costaba dos ases –el precio de una rebanada de pan-- y en un día sacaban más de 100. Siglos después, le imitaría un papa para financiar las inacabables obras de la basílica de san Pedro.

La federación de hoteleros está que trina, porque con tanta crisis, los empresarios del sector esperaban, finalmente, cerrar el año sin pérdidas. Se han soliviantado también los propietarios de restaurantes, bares, comercios, autobuses turísticos y la misma ministra de Turismo, Michela Vittoria Brambilla, que ha expresado su «contrariedad absoluta» ante el nuevo impuesto.

Según los hoteleros, se trata de una tasa «incoherente, demasiado cara y un autogol». La patronal la considera «inocua y miope». El alcalde insiste: «El 54% de los romanos es favorable», obviando que todos suelen ser generalmente favorables a que los impuestos los pague el vecino del quinto.

Los hoteleros arguyen que por qué no pagan también las pensiones y los conventos religiosos reconvertidos en hoteles, exentos de impuestos por tratarse de lugares religiosos. Los comerciantes añaden que el 40% de los clientes de los hoteles no son turistas, sino italianos en viajes de trabajo.

El presidente del Gobierno, Silvio Bersluconi, maestro de los golpes teatrales, probablemente anunciará en los próximos días que Roma se olvide de la tasa, que a fin de cuentas generaría «solo» unos 30 millones de euros. Los turistas de bajo coste suelen pasar un promedio de dos noches en Roma y podrán echar un suspiro de alivio por el ahorro. De no ser así, los 10 euros se añadirán a los suplementos que ya gravan sobre el espejismo del billete de bajo coste ofrecido a 5 u 8 euros, a los que hay que añadir 10 por pagar con tarjeta de crédito (sin alternativa), cinco o más por la facturación (obligatorio) y las tasas de aeropuerto, también ineludibles.

Si no se consuelan, puede ser útil recurrir al voluminoso tomo de la historia de los impuestos: el zar Pedro el Grande tasó las barbas; en Prusia, las botas; en Francia, el maquillaje; en la España del siglo XIV, a las mujeres que se casaban de nuevo nada más enviudar; en Venecia, las pelucas; en Baviera, a los judíos de más de 12 años; el Imperio Romano, a los senadores solteros; y en la Polonia del XVIII, las...chimeneas.