ELECCIONES EN ARGENTINA

Daniel Scioli, el moderado obligado a definirse

Ha sido un candidato resistido dentro del propio kircherismo y, de ser favorito, ahora pasó al lugar de desafiante que buscaba el milagro

Daniel Scioli saluda tras votar en Tigre, este domingo.

Daniel Scioli saluda tras votar en Tigre, este domingo. / IF SBH**NY**

ABEL GILBERT / BUENOS AIRES

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Daniel Osvaldo Scioli se muestra irreconocible en estas horas: ha endurecido su lenguaje. Artesano de la ambigüedad, decidió, empujado por las circunstancias electorales, hablar claro. Semejante transfiguración no termina de despejar el gran interrogante: ¿Quién es verdaderamente Scioli? Pablo Ibañez, su biógrafo, ha intentado responderlo en 'Scioli secreto. Cómo hizo para sobrevivir a 20 años de política argentina'. Eso es Scioli: un gran superviviente. Es dos años mayor que Mauricio Macri (nació en 1957) y está unido a su rival por lazos sociales y culturales. Aunque en una escala diferente, Scioli es también el hijo de un empresario que vendía electrodomésticos.

Estudió en un colegio público y ganó primero notoriedad como deportista. A fines de los años 80 compitió en un estilo motonáutico prácticamente inexistente. Llegó a correr solo en una carrera que, por supuesto, ganó. En los años 90 se casó con una modelo de lencería, la rubia Karina Rabolini. Macri estuvo en su boda. Carlos Menem, el presidente que cambió el ideario de Juan Perón por el de Margaret Thatcher, no pudo ir a la fiesta porque estaba en el exterior.

Era abril de 1990, y 'Playboy' le preguntó cómo había vivido durante la última dictadura (1976-83). Scioli respondió: “Había mucha gente que estaba muriendo por ideales absurdos. Bueno, no digo que fueran absurdos, pero no tenían ningún sentido constructivo. Estaban los terroristas y los militares matándose unos a otros y en el medio, los secuestrados”. Era entonces “muy difícil tomar una posición a favor o en contra”. Scioli reconocía la existencia de injusticias, pero de algo estaba seguro: “Si las Fuerzas Armadas no hubiesen actuado (en el combate contra la guerrilla, que fue la excusa para la represión general), no sé hasta dónde habría llegado todo aquello”.

FIEL A MENEM Y DUHALDE

Scioli se había trazado un horizonte estrictamente deportivo, pero perdió un brazo en un accidente y tuvo que abandonar la motonáutica. Menem, que estaba a la caza de “ricos, lindos y famosos” para llevarlos al Congreso, lo acercó a la política. Fue un legislador fiel al presidente, y cuando le llegó el declive, prestó sus servicios a Eduardo Duhalde durante su presidencia provisional.

En el 2002, Duhalde lo nombró ministro de Deportes. Néstor Kirchner necesitaba una figura moderada de contrapeso y lo eligió luego como su vicepresidente en el 2003. Néstor y Cristina Fernández, su esposa, tuvieron con Scioli una relación dual: reprobaron su anticastrismo epidérmico, su preferencia por Estados Unidos, sus modos elusivos. Pero, al mismo tiempo, el matrimonio siempre lo consideró parte del espacio político que había inaugurado. En medio de esas contradicciones gobernó en dos oportunidades la provincia de Buenos Aires.

INCLINADO A LA FARÁNDULA

Su discurso de “mano dura” a la delincuencia, la timidez de su política impositiva a las grandes fortunas, sus preferencias culturales, más inclinadas hacia la farándula, lo situaron como una constante en el margen derecho del kirchnerismo. En el 2013 estuvo a punto de romper con la presidenta e irse a formar una entente opositora con Sergio Massa, un exministro de CFK y el mismísimo Macri. El “tripartito” nació muerto y él decidió no sacar los pies del plato.

A falta de opciones, Cristina lo ungió candidato. Scioli, que había sido el favorito, según las encuestas, llegó a la segunda vuelta en el rol de desafiante que busca el milagro. La encrucijada electoral lo ha forzado a un discurso  por momentos progresista. Defiende los derechos humanos y el papel del Estado. Se ha tomado fotos con Lula, Evo Morales, Michelle Bachelet e, incluso, Raúl Castro. Le ha tocado la peor parte en esta contienda: definirse.