distensión en la frontera

Corea del Sur apaga los altavoces que emitían propaganda hacia el norte

Sus mensajes penetraban hasta 24 kilómetros en territorio norcoreano e incluían también novelas radiofónicas y música pop

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Adrián Foncillas

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La distensión en la península también ayuda a conciliar el sueño. Corea del Sur ha apagado este lunes los altavoces que escupían machacona propaganda en respuesta a la reciente suspensión norcoreana de lanzamientos de misiles y ensayos nucleares. Seúl y Pionyang han pasado de intercambiar amenazas a galanterías. No ha aclarado la segunda aún si desconectará los suyos pero se da por seguro: lo contrario sería una descortesía inexcusable en el contexto actual.

“Esperamos que esta decisión empuje a ambas Coreas a detener las críticas y la propaganda contra el otro y contribuya a fomentar la paz y un nuevo inicio”, aseguró el Ministerio de Defensa surcoreano en un comunicado oficial. Indicios como el complejo industrial mixto de Kaesong o las reuniones de familiares separados por la guerra sirven para tomar la temperatura a la península. También los decibelios en la alambrada.

Idas y venidas

Los altavoces callaron en el 2004 cuando la 'Política del Amanecer' de los gobiernos socialdemócratas de Seúl propició la concordia y fueron reconectados después de que una mina en la Zona Desmilitarizada mutilara a dos soldados surcoreanos en el 2015. Fueron apagados poco después y conectados de nuevo a principios del año siguiente como castigo al cuarto ensayo nuclear de Corea del Norte. A finales del pasado año sirvieron para que Seúl informara de la heroica deserción de un soldado norcoreano que sobrevivió tras recibir varios disparos. Y Pionyang silenció sus altavoces en febrero, después de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos en el sur, que sirvieron para engrasar el actual proceso de pacificación.

Corea del Sur ha dispuesto docenas de altavoces en 11 puntos a lo largo de la frontera fortificada de cuatro kilómetros de grosor que ha separado a un pueblo de hermanos durante siete décadas. Su programación ha evolucionado desde aquella propaganda grosera del final de la guerra. Se ha enriquecido con noticias de la península y del mundo, novelas radiofónicas, pronósticos del tiempo, debates doctrinales sobre la democracia y el capitalismo y los grandes éxitos del edulcorado pop patrio. Persisten las denuncias sobre la corrupción y desmanes varios de los líderes norcoreanos pero se acentúa la vocación de servicio público para evitar que al otro lado corran a por los tapones en cuanto empiecen las varias horas de programación diurna y nocturna.

El paraíso y el infierno

La programación norcoreana sigue tan fosilizada como buena parte del país. Apenas se escuchan entusiastas loas a sus líderes, mohosas canciones revolucionarias y amenazas a Corea del Sur, Japón, Estados Unidos y cualquier otro enemigo imperialista. Sus viejos altavoces apenas pueden escucharse en el sur pero sirven para eclipsar parcialmente en su territorio a los enemigos.

La topografía y la meteorología varían su alcance pero Seúl calcula que sus mensajes se adentran una decena de kilómetros durante el día y 24 kilómetros durante la noche. Sobran para llegar a las tropas norcoreanas de la frontera y a las poblaciones más cercanas. Corea del Sur busca arruinar las falacias del paraíso socialista propio y el infierno capitalista de drogas, asesinatos y degeneración que la propaganda inculca a su pueblo. Inyectarles una duda razonable, al menos. Muchos desertores han desvelado que alumbraron su  huida tras escuchar las informaciones llegadas del sur.

Encanto artesanal

Eso explica que Pionyang interprete los altavoces como 'casus belli' y exija su silencio en cada acuerdo. Un altavoz inició una crisis seria cuatro años atrás. Pionyang amenazó con respuestas militares si Seúl no lo apagaba y los soldados norcoreanos le dispararon cuando se les agotó la paciencia. Las tropas surcoreanas respondieron con una docena de ráfagas en el que supuso el intercambio de disparos más grave en una década.

La propaganda por altavoces conserva un irresistible encanto artesanal en tiempos de 'fake news' y 'bots'. Para Corea del Sur, uno de los países más tecnificados del mundo, es obligatorio olvidarse de varias décadas de avances para hacerse escuchar en un país sin acceso a internet.