"Hay que controlar las fronteras como en tiempos de De Gaulle"
Los simpatizantes del Frente Nacional creen que Le Pen aporta una respuesta a sus preocupaciones sobre seguridad
Eva Cantón
Periodista
EVA CANTÓN / LYÓN
Esperando pacientemente para entrar en el anfiteatro diseñado por Renzo Piano en el moderno Palacio de Congresos de Lyón, Jerôme y Sébastien, dos funcionarios de 40 y 44 años, explican por qué han venido a escuchar a Marine Le PenMarine Le Pen. “Lo que dice se corresponde con mis ideas y aporta respuestas concretas a mis preocupaciones en seguridad e inmigración”, comenta Sébastien.
Jerôme pone el acento en la inseguridad económica y en el “dumping social” procedente de Bruselas, y respalda la propuesta de Le Pen de plantear un referéndum como han hecho los británicos para que los franceses digan si quieren permanecer en la UE.
“Hay que darle la palabra al pueblo. Yo soy partidario de salir de Europa porque Francia se las arreglaría mucho mejor. Mira los británicos, la prensa predijo una catástrofe y les está yendo bien”, añade.
Otro argumento recurrente entre quienes apoyan a la líder ultraderechista es la falta de protección frente al terrorismo. “La primera misión del Estado es garantizar la seguridad, que es la primera de las libertades”, prosiguen los funcionarios.
La serie trágica de atentados yihadistas que ha sufrido Francia en los últimos dos años ha dado alas a los partidarios de incrementar la seguridad, restringir la entrada de inmigrantes y endurecer la política antiterrorista. “Hay que controlar las fronteras como en tiempos de De Gaulle”, resume Sébastien.
Amar Chaib Draa, francés de origen argelino de 34 años y militante del Frente Nacional desde hace cinco meses, defiende la idea de que la inmigración no es buena para Francia porque el país "no puede acoger toda la miseria del mundo" ni “dilapidar” las ayudas sociales con los de fuera.
"NO SOMOS APESTADOS"
A su lado, Gérard, otro militante del partido que a sus 65 años ha pasado de votar a Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy a decantarse por Marine Le Pen justifica su voto con un sentimiento de decepción. “Me sentía un poco huérfano y quería encontrar un partido que se correspondiera con mis ideas. Lo que quiero es que no nos vean como unos apestados. Aquí me siento en familia”, señala mientras sostiene una bandera tricolor.
La principal estrategia lanzada por Marine Le Pen cuando alcanzó la presidencia del Frente Nacional en el 2011 fue dotar al partido de un barniz respetable para alejarlo de la imagen racista y xenófoba que arrastraba la formación fundada por su padre. Esa táctica ha dado sus frutos y ha atraído al partido nuevos votantes, aunque también provoca tensiones en el seno de la formación ultraderechista. Los partidarios de la diputada Marion Maréchal Le Pen, sobrina de Marine, ven con recelo la apertura del partido a sensibilidades alejadas de la esencia original.
Más próxima a las tesis de la sobrina que de la tía, Anne Catherine, una guía turística de 56 años, cree que el mitin de Lyón no es más que “un espectáculo” y que el partido se boicotea a sí mismo. “No se puede jugar con el miedo de la gente”, reflexiona.
IMPEDIR QUE NOS INVADAN
Sin embargo, para dos viejos militantes como Daniel y Jacques, de 52 y 54 años, la sociedad evoluciona y con ella el programa del Frente Nacional. “Pero las ideas son las mismas y el combate también. Se trata de conservar nuestros valores, la identidad francesa e impedir que nos invadan con toda esa población que viene del Este y del Magreb”, cuentan.
Los dos dicen sentirse “amenazados” y “abandonados” por el Gobierno. Los dos apoyan el polémico decreto de Donald Trump para impedir la entrada en Estados Unidos a los nacionales de varios países árabes. “Con Donald Trump el atentado del Louvre no hubiera ocurrido”, señalan en referencia al ataque sufrido por un militar en las inmediaciones del museo parisino, obra de un solicitante de asilo egipcio.
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