Guerra civil en un país árabe

La conferencia de paz sobre Siria se abre en un clima de pesimismo

De izquierda a derecha, Lakhdar Brahimi (Liga Árabe), Ban Ki-moon (ONU), John Kerry (EEUU) y Sergei Lavrov (Rusia), este miércoles en Montreux.

De izquierda a derecha, Lakhdar Brahimi (Liga Árabe), Ban Ki-moon (ONU), John Kerry (EEUU) y Sergei Lavrov (Rusia), este miércoles en Montreux. / GAC/SB

MONTSERRAT RADIGALES

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El Gobierno sirio y representantes de la oposición al régimen se sentarán hoy por primera vez en una mesa de negociación en la ciudad suiza de Montreux. El ministro de Exteriores sirio, Walid al Mualem, encabezará la delegación gubernamental, mientras que la de la oposición estará liderada por Ahmed Yarba, presidente de la Coalición de las Fuerzas de la Oposición y Revolucionarias Sirias (CNFROS). Junto a ellos, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, su colega ruso, Serguéi Lavrov, la jefa de la política exterior de la UE, Catherine Ashton, y los ministros de Exteriores de unos 40 países. No estará Irán después de que Ban Ki-moon retirara la invitación por las protestas de la oposición siria y la presión de EEUU.

¿Para qué servirá esta conferencia de paz que se celebra bajo el nombre de Ginebra-2? El encuentro se inicia con pocas expectativas. Nadie, ni siquiera sus patrocinadores (la ONU, EEUU, Rusia), esperan que sirva para detener la guerra de forma inmediata. Pero lo peor es que entre los distintos participantes existe un abismo acerca del objetivo de la cita. Hasta el punto de que ayer mismo el Consejo Nacional Sirio (CNS), uno de los grupos más importantes dentro de la CNFROS, anunció su retirada de esta alianza opositora por su participación en Suiza.

La oposición moderada decidió finalmente enviar una delegación a Suiza bajo la implacable presión occidental, pero insistió en que el presidente sirio, Bashar el Asad, y su entorno más inmediato deben quedar totalmente excluidos de la transición política, aunque renunciaron a su exigencia de que fuera apartado del poder antes del inicio de las conversaciones. «No aceptaremos nada que no sea la salida del criminal Asad, el cambio de régimen y un juicio de los criminales», ilustró Badr Jamous, secretario general de la Coalición Nacional, ya en Ginebra.

Pero el régimen de Damasco ha dejado claro que no se plantea la retirada. En una entrevista a la agencia France Presse, Asad no solo descartó la posibilidad de dimitir, sino que calificó de «muy probable» que vuelva a presentarse a unas elecciones en junio (su mandato concluye en agosto). Fue incluso más allá y consideró que «no es en absoluto realista» que miembros de la oposición entren en un futuro Gobierno.

La peculiar tesis del mandatario de Damasco choca de frente con el objetivo declarado por los convocantes de Ginebra-2: el fin de los combates y el inicio de negociaciones para establecer un Gobierno de transición en el que se supone que participarían elementos del régimen y miembros de la oposición.

GOBIERNO TRANSITORIO / La base de Ginebra-2 es el plan adoptado por las potencias internacionales el 30 de junio del 2012 en la ciudad suiza (una declaración denominada Ginebra-1), pero el problema es que no todo el mundo la interpreta igual.

Dicho acuerdo prevé un Gobierno transitorio (seguido de la redacción de una nueva Constitución y elecciones libres), pero no precisa el destino de Asad. Para EEUU y para la oposición siria, Ginebra-1 abre la puerta a la era post-Asad. El régimen sirio y sus dos principales aliados, Rusia e Irán, señalan que eso no está escrito en ningún sitio.

Para Asad, que no hace ninguna distinción entre los rebeldes moderados y laicos y los yihadistas, lo único que hay que discutir en Montreux es la «lucha contra los terroristas». Además, el presidente sirio, que hace menos de un año estaba contra las cuerdas y cuyo régimen sufría deserciones constantes, se encuentra ahora fortalecido tanto en el terreno militar como en el político, especialmente tras el acuerdo sobre el desarme químico.

Si Asad no quiere irse y la comunidad internacional -asustada por el avance de los yihadistas vinculados a Al Qaeda- tampoco le presiona, ¿qué se le pide a la oposición que negocie? El encuentro podría arrojar algún acuerdo para un alto el fuego parcial, la apertura de zonas de seguridad y el acceso de la ayuda humanitaria.

Pero aun así su cumplimiento en el campo de batalla es harina de otro costal. La coalición opositora que ha decidido ir a Montreux está muy fragmentada y está formada básicamente por exiliados con escasa o nula influencia sobre quienes empuñan las armas.