TENSIÓN EN LA CASA BLANCA

La condena de dos asesores de Trump aumenta los apuros del presidente

El presidente de EEUU acusa a su exabogado de inventarse los pagos a dos mujeres para implicarle en un caso de financiación ilícita

A la izquierda, Michael Cohen, exabogado del presidente de EEUU. A la derecha, el exjefe de campaña de Trump, Paul Manafort.

A la izquierda, Michael Cohen, exabogado del presidente de EEUU. A la derecha, el exjefe de campaña de Trump, Paul Manafort.

Ricardo Mir de Francia

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Cuando se escriba el relato definitivo de la presidencia de Donald Trump, el martes 21 de agosto del 2018 ocupará un lugar prominente en la cronología de sus tribulaciones judiciales. Fue algo más que un martes negro. Por primera vez desde que comenzó el trabajo del fiscal especial que investiga al entorno del presidente, uno de sus antiguos asesores se ha declarado culpable de un delito relacionado con la campaña del 2016. Y también por primera vez desde entonces ha implicado al presidente en los crímenes imputados. Se trata concretamente de Michael Cohen, quien fuera abogado personal de Trump y su emporio empresarial durante más de una década. Conocido como 'el fixer’, el hombre que todo lo arreglaba, Cohen fue el albacea de sus secretos y algún día dijo que estaría dispuesto a recibir un balazo para salvar a su patrón.

La 'omertà' dura lo que dura la certeza de que es mejor pasar unos años entre rejas que ser víctima de la ira de Dios. A algunos capos mafiosos les funciona. A Trump, no. Cohen rompió el martes su pacto de sangre con la mano que le daba de comer y aseguró ante un gran jurado en Nueva York que compró a instancias de su jefe el silencio de una actriz porno y una modelo de Playboy a escasos días de las elecciones del 2016 para evitar que los escándalos extramatrimoniales dilapidaran las opciones de Trump de llegar a la Casa Blanca. Cohen declaró haber actuado “en coordinación y siguiendo las directrices” del entonces candidato republicano.

280.000 dólares por líos de faldas

A la actriz Stormy Daniels le pagó 130.000 dólares, que luego le reembolsó la Trump Organization, según la fiscalía. En el caso de la modelo Karen McDougal, los fiscales consideran que Cohen participó en las gestiones del tabloide National Enquirer para comprar por 150.000 dólares los derechos de su historia con Trump, una aventura que finalmente se archivó y no llegó a publicarse. Ambos desembolsos se consideran violaciones de las leyes de financiación electoral, dos de los ocho delitos de los que Cohen se declaró culpable. El resto son por evasión fiscal y fraude bancario. En este sentido, Trump, en una entrevista que la cadena Fox emitirá este jueves, asegura que el dinero para comprar el silencio de las dos mujeres era suyo. "Esos fondos procedían de mi fortuna y no de la campaña electoral", sentencia el presidente. 

Trump ha reaccionado este miércoles distanciándose con sorna del que fuera su mano derecha. “Si alguien está buscando un buen abogado, le recomendaría enérgicamente que rechace los servicios de Michael Cohen”, escribió en Twitter. La Casa Blanca prepara una campaña de acoso y derribo contra la credibilidad del letrado, cuya supuesta decencia e integridad Trump siempre había defendido. Cuando el FBI requisó en abril montañas de material de la oficina y el hotel donde Cohen vivía, el presidente declaró que era un “buen hombre” y que la redada constituía “un ataque contra el país”.

Decir toda la verdad

Todo aquello es historia. Las navajas están sobre la mesa. El abogado de Cohen, quien se enfrenta a una pena mínima de cuatro años de cárcel, ha asegurado que su cliente está “más que dispuesto” a colaborar con la investigación del fiscal Robert Mueller sobre la trama rusa y la posible cooperación del entorno de Trump con una potencia extranjera para alterar el curso normal de las elecciones. Ha dicho que “dirá todo lo que sabe” y ha prometido que su cliente no aceptará en ningún momento un eventual indulto del presidente, “un hombre al que considera corrupto y peligroso”.

Parece claro que Cohen está dispuesto a vender a su jefe por salvar el pellejo. Pero no es el único factor que ha exacerbado la vulnerabilidad legal de un presidente que pasó la noche del martes dando un mitin en Virginia Occidental con una levedad más propia de un monólogo cómico en Las Vegas. Solo unas horas antes un tribunal de Virginia condenó al que fuera su primer jefe de campaña, Paul Manafort, por una letanía de delitos fiscales. El viejo lobista a sueldo de dictadores, oligarcas y respetables políticos republicanos fue condenado por ocultar millones de dólares en paraísos fiscales para no pagar impuestos y mentir a los bancos para obtener préstamos. Ninguno de los delitos está directamente relacionado con Trump o la trama rusa, pero son de tal gravedad que no sería de extrañar que acabe colaborando con la justicia y contando lo que sabe sobre el presidente para reducir la pena.

Poco que celebrar

Manafort tiene todavía pendiente otro juicio y podría pasar décadas en la cárcel, todo un incentivo para que acabe yéndose de la lengua. “A diferencia de Michael Cohen, [Manafort] se ha negado a ‘cantar’, a inventarse historias para obtener un acuerdoGran respeto para un hombre tan valiente”, ha dicho el presidente en las redes sociales. En realidad, no tiene ningún motivo de celebración. Muchos han escrito en Washington que el martes fue “el peor día” de su presidencia. Se está quedando sin oxígeno por los defectos de su propia naturaleza. El mismo hombre que dice rodearse solo de los mejores, el hombre que prometió drenar el pantano de corrupción de Washington está demostrando ser poco más que el capitán de un barco pirata, el jefe de una cuadrilla de “estafadores, criminales y bandidos”, según describe a su entorno el 'New York Times' en un editorial.

Pero el destino final de ese barco de bandera negra sigue estando en manos del Congreso. La mayoría de expertos legales coinciden en que ni los tribunales ni el fiscal Mueller pueden imputar a un presidente en activo. Como mucho podrían recomendar su imputación. Un día más se habla de ‘impeachment’, pero ese escenario se antoja inviable mientras los conservadores controlen las dos cámaras. Los republicanos apenas se han pronunciado sobre los casos de Manafort y Cohen o lo han hecho para desligarlos en líneas generales del presidente. De ahí la importancia de las elecciones legislativas de noviembre. Si los demócratas recuperan la Cámara baja, las perspectivas cambiarían.