análisis

Comparaciones odiosas entre Carter y Obama

Carter, entre Sadat (izquierda) y Beguin, en Camp David, en 1979.

Carter, entre Sadat (izquierda) y Beguin, en Camp David, en 1979.

ROSA Massagué

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En los años 80 había una serie de televisión norteamericana llamadaBensonen la que un mayordomo negro, el tal Benson, estaba al servicio del gobernador de un estado. La principal característica de ese dirigente era lo que hay llamaríamos elbuenismo. Muchas de las decisiones políticas que tomaba se gestaban en la cocina de la mansión gracias a las ideas de su hija preadolescente y a las del mayordomo. Aquella serie gozó de un éxito considerable en EEUU y una de las razones, sin ser la principal, residía en que el personaje del gobernador era una parodia nada inocente deJimmy Carter.

El 39º presidente de EEUU salió de la Casa Blanca tras un solo mandato, derrotado porRonald Reagan,con unos índices de popularidad bajísimos, la imagen de una presidencia débil y, con el paso de los años, la consideración de haber sido un mejor expresidente que presidente y mejor persona que político.

Cartersucedió a dos republicanos, al desprestigiadoRichard Nixon por el escándalo Watergate y al ineficazGerald Ford.Aquellos años, quePhilip Rothdescribe de manera corrosiva y desternillante enNuestra pandilla,fueron años de gran cinismo, mentiras, corrupción y desprecio por los derechos humanos.

Carterrepresentó todo lo contrario de aquella pandilla. Llegaba además desde el profundo sur, sin experiencia en los intríngulis de Washington. Paz y respeto a los derechos humanos eran su consigna, a la que se aplicó con denuedo.

Consiguió queMenahem Beguin yAnuar Sadatfirmaran los acuerdos de Camp David. Devolvió a Panamá el control sobre el canal. Firmó con la Unión Soviética los acuerdos para la limitación de armas estratégicas conocidos como SALT II y estableció las relaciones plenas con China, proceso que había iniciadoNixon.Estos resultados en política exterior le acreditan como un buen diplomático y pacificador, peroCarter no supo o no pudo superar los grandes desafíos que de forma más o menos imprevista acecharon su presidencia.

LA INFLACIÓN, la recesión y la crisis energética se alzaron en su contra, pero lo que realmente hundió al presidente fue la llamadacrisis de los rehenes, cuando en noviembre de 1979 un grupo de estudiantes y militantes iranís, enfervorecidos por el triunfo de la Revolución islámica, retuvo a 55 ciudadanos de EEUU en la embajada en Teherán.Carterfracasó en su intento negociador, pero lo peor fue el naufragio estrepitoso de una misión de rescate que acabó con dos aviones destruidos y ocho soldados muertos. Ni la diplomacia ni el poderoso Ejército estadounidense habían sido capaces de liberar a su gente.Carter pagó cara esta humillación. Perdió la reelección y ganó la fama de pusilánime.

Ante las dificultades de otro presidente,Barack Obama,son frecuentes las comparaciones. Los dos llegaron a la Casa Blanca tras administraciones republicanas radicales. Lo hicieron con un profundo compromiso moral y en medio de una gran crisis económica. Quisieron acabar con la dependencia energética del petróleo. «¿Por qué no hemos sido capaces de unirnos como nación para solucionar nuestro grave problema energético?». La frase es deCarter,pero la podría haber pronunciadoObama.El desastre del golfo de México podría empujar en la dirección deseada por ambos. Solo que la catástrofe se vuelve en contra del presidente, incapaz de detener el flujo. Irán sigue desafiando a EEUU y en Afganistán hay una guerra de difícil final. Son muchos los que quieren paraObamaun final como el deCarter.