Escalada bélica en Oriente Próximo

«Como presas de caza»

Funeral 8 Opositores sirios trasladan el cadáver de un miliciano muerto en Idleb. Abajo, Mustafá, atacado mientras recogía patatas en la zona.

Funeral 8 Opositores sirios trasladan el cadáver de un miliciano muerto en Idleb. Abajo, Mustafá, atacado mientras recogía patatas en la zona.

MARC MARGINEDAS

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Extensos cultivos de patatas, parcialmente inundados por las últimas lluvias caídas sobre el norte de Siria, rodean Taftanaz, un pueblo de unos pocos miles de habitantes en la periferia de la ciudad de Idleb.

No son necesarias agudas dotes de observación para discernir, nada más penetrar en el casco urbano, que el lugar ha sido liberadode fuerzas gubernamentales sirias: la bandera revolucionaria ondea en un buen número de edificios, los niños se pasean por sus calles con bufandas de punto de aguja alrededor del cuello luciendo los colores del bando insurrecto y, sobre todo, los combatientes del Ejército Sirio Libre (ESL) han montado puestos de control en las entradas de la localidad. Una única salvedad impide a los habitantes de Taftanaz considerar como un hecho consumado, sin posible vuelta atrás, su ansiada emancipación del régimen de Bachar el Asad: el aeropuerto militar, situado a unos dos kilómetros y medio en dirección sur, desde donde los soldados lealistas abren fuego regularmente contra la población, causando un goteo de muertos civiles.

En la carretera que conduce al aeródromo, cuando ya quedan 500 metros escasos para llegar al emplazamiento del Ejército, es posible distinguir a simple vista, sin necesidad siquiera de prismáticos, los vehículos blindados posicionados en torno a las instalaciones militares, quietos y, aparentemente, sin realizar movimientos amenazadores.

Pero no se trata más que de un espejismo, porque el lunes pasado, hace exactamente una semana, alrededor de la una de la tarde, un grupo de campesinos, hombres y mujeres, que recogían tubérculos en las inmediaciones de la base fueron ametrallados con PK, un arma de fabricación rusa de 7,62 milímetros.Unud al Sheik y Dlal Rahal, dos adolescentes de 16 y 17 años, resultaron muertas en el tiroteo, mientras que otras tres personas sufrieron heridas de diversa consideración.

«¡Disparar contra niñas que solo trabajaban es un pecado!», exclamaba ayer, en la misma puerta de la casa familiar, Saddam Rahal, padre de Dlal, una de las menores fallecidas. Widad, madre de Unud, se mostraba llorosa y desesperada. «¡Bashar el Asad mató a mi hija!. Su padre ha muerto y era huérfana; solo queríaayudar a su familia recogiendo patatas», se lamentaba. Mariam, de 18 años, tuvo más suerte que sus compañeras de faena, y logró sobrevivir al tiroteo, aunque con heridas en una pierna. Ayer permanecía sentada en su casa, con el trauma dibujado en el rostro, sin querer siquiera abrir la boca para explicar lo sucedido. Mustafá, de 14 años, se recuperaba de sus lesiones estirado sobre un colchón y con una pierna vendada. En su caso, su estado psicológico permitía mantener una corta conversación. «Estábamos recogiendo patatas a unos 500 metros; no tenían ninguna razón para dispararnos; solo estábamos trabajando», apuntó, en un hilo de voz.

Arrastrarse en el barro

Naser Rahal, de 29 años, es quien puede hacer un relato más detallado de lo sucedido, ya que durante el ataque -del que logró zafarse lanzándose en plancha al suelo y arrastrándose por el barro- solo resultó herido en un brazo.«No es posible que se sintieran amenazados por nosotros; nos conocen perfectamente y saben quiénes somos ya que hemos trabajado allí en muchas ocasiones anteriores», exclama. Su explicación de lo sucedido es simple y contundente:«Puede que solo se estuvieran divirtiendo, que pensaran que ellos eran los cazadores y nosotros los animales, las presas de caza».