división en el gobierno de berlín

La coalición de Merkel se agrieta por la acogida de refugiados

Alemania se prepara para recibir a 40.000 asilados en las próximas 48 horas

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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Alemania está tomando las riendas de la respuesta europea a la crisis de refugiados y eso empieza a pasarle factura al Gobierno de la cancillera Angela Merkel. En la última semana diferentes miembros de la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), sus socios de coalición, han criticado a la jefa del Ejecutivo por su apertura de las fronteras y se han alineado con la mano dura aplicada en Hungría. Las críticas a la cancillera se producen cuando se espera la llegada a Alemania de 40.000 refugiados en las próximas 48 horas.

La CSU es el socio minoritario del Gobierno de Merkel, que se sustenta gracias a la alianza que forjaron la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en las elecciones del 2013. La CSU, que cuenta con la mayoría absoluta en el Estado de Baviera, es restrictiva en política migratoria y está más a la derecha de la CDU en política interior.

Muestra de esta falta de sintonía fue la visita que hizo este sábado a Budapest el europarlamentario cristianodemócrata y presidente del grupo popular en Bruselas, Manfred Weber. Una muestra de apoyo al primer ministro húngaro, Victor Orbán.

GESTO INEQUÍVOCO

La reunión se entiende como un gesto inequívoco de presión a Merkel y de repudia a sus políticas de abrir las puertas a los miles de refugiados que huyen de la guerras y la miseria. El político también aprovechó para culpar a Grecia de no cerrar el acceso a sus islas. Weber ha sido uno de los críticos más férreos contra Syriza y las propuestas del exprimer ministro griego Alexis Tsipras.

Y no fue el único. El fin de semana, líder del partido, Horst Seehofer, criticó a Merkel y defendió a Orbán. En su opinión, abrir las puertas a los refugiados es «un error que nos ocupará mucho tiempo». En la misma línea, el ministro del Interior bávaro, Joachim Herrmann, aseguró que la aceptación de refugiados es «una señal completamente errónea que es necesario corregir» y el exministro del Interior, Hans-Peter Friederich, lo calificó de «error político sin precedentes» con unas «consecuencias devastadoras».