ESCÁNDALO EN EEUU

El 'caso Petraeus' toca de lleno al jefe de la OTAN en Afganistán

EL PERIÓDICO
WASHINGTON

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Parece que en su caída, el exdirector de la CIA, David Petraeus, ha arrastrado a su sustituto en la jefatura de la misión de la OTAN y de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, el general John Allen. El Pentágono anunció ayer que está investigando entre 20.000 y 30.000 documentos, incluidos numerosos correos electrónicos «potencialmente inapropiados», intercambiados entre Allen y Jill Kelley, la mujer de Tampa que fue amenazada por la amante y biógrafa de Petraeus, Paula Broadwell, que la veía como una rival de las atenciones de Petraeus. Allen iba a ser designado mando supremo de la OTAN y de las fuerzas norteamericanas en Europa, dos nombramientos que ahora el Pentágono ha dejado en suspenso.

Aunque el general Allen seguirá de momento al mando de los 68.000 soldados estadounidenses que aún permanecen en Afganistán, su relevo se producirá en breve tal y como estaba previsto. Otra cosa es que Allen al final asuma los dos puestos que le habían asignado. El Departamento de Defensa informó que los correos electrónicos entre Allen, que está casado, y Kelley, también casada y con hijos, indican la existencia de un flirteo. Informó también que datan del 2010 al 2012.

El dato matrimonial no es banal. Si la investigación del Pentágono demuestra que hubo una relación extramarital, Allen podría enfrentarse a un proceso marcial, ya que la infidelidad está penada bajo la justicia militar. Y este es un elemento que le distinguiría de Petraeus, cuya relación con Broadwell se habría producido cuando ya no llevaba el uniforme militar. En cualquier caso, la opinión pública estadounidense seguía con fascinación un escándalo de faldas y encubrimiento que podría acabar de golpe con la carrera de dos de los generales de más prestigio del país y que ha cogido una onda expansiva sorprendente.

REGISTRO / Ayer, agentes del FBI registraron la casa de Broadwell, en Charlotte, de la que se llevaron cajas y bolsas en su búsqueda de documentos clasificados o material secreto que pudiera comprometer la seguridad nacional. Ayer se supo también que en verano el entonces director de la CIA, de 60 años, instó a Broadwell, de 40, a que dejara de enviar correos amenazadores a Kelley después de que esta, amiga suya y de su esposa desde hace años, le informara de la autoría de los mensajes.

Kelley destapó el escándalo al comunicar al FBI que estaba recibiendo mensajes amenazadores anónimos. En ellos se le exigía que dejara de intentar seducir a Petraeus. La prensa norteamericana citó ayer amigos y conocidos de ambos que aseguraban que su relación no pasaba de una amistad entre familias.

Al tirar del hilo de los correos que recibía Kelley, el FBI encontró mensajes muy personales de Petraeus. En un principio, creyeron que alguien había pirateado la cuenta del correo personal del director de la CIA. Después, cuando el FBI descubrió que la autora de las amenazas era Broadwell, informó a Kelley, quien dijo no conocerla. Esta, no obstante, un día de este pasado verano, detalló a Petraeus el acoso que sufría, y dejó caer el nombre de su biógrafa. Fue entonces cuando Petraeus montó en cólera y exigió a su amante que dejara de acosar a su amiga.

A finales de verano, el FBI informó al Departamento de Justicia sobre el caso, aunque no se sabe aún con certeza cuándo fue informado su máximo responsable, el fiscal general Eric Holder. Fiscales federales concluyeron que no había evidencias que justificaran presentar cargos contra Petraeus o Broadwell. Pero el FBI mantiene el caso abierto. Broadwell fue interrogada el 21 de octubre; Petraeus, el 29. Este presentó su dimisión dos días después de las elecciones con el argumento no explicitado de que el jefe de los agentes secretos no debe ponerse en una situación sujeta al chantaje.