Cárcel para un matrimonio británico por esclavizar a un hombre durante 24 años
Los condenados habían traído a un niño nigeriano de 14 años al que obligaron a trabajar de sirviente
Begoña Arce
Periodista
BEGOÑA ARCE / LONDRES
Ofonime Sunday Inuk, natural de Nigeria, ha pasado 24 años viviendo en Inglaterra como un esclavo. Recluido a la fuerza en la casa de un médico y su mujer, una enfermera, Inuk trabajó 17 horas al día como sirviente, sin recibir remuneración alguna y en condiciones infrahumanas. En la Navidad del 2013 aprovechó un viaje de sus captores para alertar a una oenegé. La pareja fue detenida tres meses más tarde. Emmanuel Edet de 61, un obstetricia de la Sanidad Pública ya jubilado, y su mujer Antan Edet, de 58, de profesión comadrona, han sido condenados ahora a seis años de cárcel respectivamente, por los delitos de crueldad con un menor, esclavitud e inmigración ilegal.
En 1989, el matrimonio introdujo clandestinamente en el Reino Unido a través de Israel a Inuk, que entonces era un chico de 14 años, con la promesa de sacarle de la pobreza, darle estudios y pagarle un salario para poder ayudar a su madre. La realidad fue muy diferente. Lo que le esperaba fue casi un cuarto de siglo de esclavitud.
La víctima contó durante el juicio que le cambiaron el nombre, le hicieron pasar por un hijo adoptado por la familia, le confiscaron el pasaporte y le advirtieron de que si abandonaba la casa sería detenido y deportado como inmigrante ilegal. Además le prohibieron hablar con cualquier persona.
JORNADAS INTERMINABLES
Cada día, durante jornadas interminables, Inuk tuvo que atender todos los requerimientos del matrimonio y sus dos hijos: limpiar, cocinar y ocuparse del jardín, sin recibir un solo penique, aguantando maltratos e insultos. Durante largos periodos tuvo que dormir en una colchoneta de espuma tirada en el hall de la vivienda, que raramente abandonaba, excepto para hacer las compras. Mientras los dos hijos de los Edet recibían una buena educación y son ahora profesionales bien considerados, el “adoptado”, jamás fue a la escuela.
Inuk trató en el 2004 de escapar y pidió ayuda a la policía, al diputado de su distrito y a los servicios sociales. Pero su único consejo de todos ellos, a falta de pasaporte, fue que se dirigiera a la embajada de Nigeria. Finalmente hace dos años, se puso en contacto con un oenegé, después de escuchar en la radio, como habían resuelto un caso reesclavitud domestica similar al suyo. Fue el principio de su liberación.
La víctima tiene ahora 40 años, y de acuerdo con la fiscal, “ha sufrido depresión, considera que ha malgastado su vida y ha pensado incluso en el suicidio”. Para el juez, como subrayó en su sentencia, el peor aspecto del comportamiento de captores, ha sido que el encierro, “duró por un periodo de tiempo excepcionalmente largo, robándole la oportunidad de llevar una vida normal”.
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