Análisis

Cameron no puede con la presión

ALBERT GUASCH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

BuscabaDavid Cameronanunciar con trompetería sus medidas de disuasión contra todo tipo de inmigración. Pero va el incombustibleAlex Fergusony aventa que se retira del banquillo del Manchester United. El trombón futbolístico atenuó enseguida la repercusión del discurso de la reina, portavoz por anciana tradición de las propuestas gubernamentales en la nueva temporada parlamentaria. Un disgusto para el sofisticadoCameron,que se ha convencido de que necesita ruido y sobreactuación.

Que se vea que es un tipo duro con los inmigrantes. Que se oiga que puede doblar los brazos de los legisladores de la Unión Europea, ese monstruo burocrático. No le pega el papel, preparado y capaz como es, pero ya actúa pensando en el 2015, en las elecciones que en las encuestas pierde de forma consistente. Y le puede claramente la presión. No esFerguson, tosco entrenador.

Le presionan las encuestas, sí, pero también en sus propias filas, que le reclaman un referéndum inminente para salir de la UE. Ya le da igual lo que piense el liberaldemócrataNick Clegg, su desfallecido socio de Gobierno; ahora mira con cara de susto al otro lado, a los antieuropeístas del UKIP, que han incorporado a su repertorio con éxito su temor por la llegada masiva de inmigrantes, sobre todo de búlgaros y rumanos. La última encuesta proporciona al UKIP un 16% de votos, todos a costa de lostories. No es para quedarse tranquilo.

Ayer quiso presumir de las reglas inmigratorias más duras de Europa, laminando derechos aquí y allá. Pura gesticulación. Escasas posibilidades de concreción. Lo admiten incluso aquellos que se han sumergido en la confección de las medidas. Un esfuerzo propagandístico, pues, destinado a disuadir a ciudadanos de los países del Este con ganas de instalarse en el Reino Unido. Un paso que va más allá, esta vez sin gracia, de aquella insuperable campaña publicitaria de hace unos meses en que el Gobierno británico se autodesprestigiaba: la comida es mala, llueve mucho, la vivienda es cara... Cuando las cosas van mal dadas, hasta los británicos pierden el humor.