El asesino de Orlando: Entre la mezquita y los clubs gais

Omar Mateen, identificado como el tirador en el night club Pulse de Orlando.

Omar Mateen, identificado como el tirador en el night club Pulse de Orlando. / periodico

RICARDO MIR DE FRANCIA / ORLANDO / ENVIADO ESPECIAL

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Un día antes de perpetrar el más sangriento tiroteo en la historia de Estados Unidos, Omar Mateen acudió a celebrar la última plegaria del día en el Centro Islámico de Fort Pierce, una pequeña ciudad al sureste de Florida donde vivía con su pareja y con su hijo de tres años. Era viernes por la noche y había comenzado el Ramadán. Musa Hamlight lo recuerda vestido con una chilaba, tan tranquilo y huidizo como siempre. “Era un hombre agradable, pero casi no hablaba. Al acabar, era de los primeros en marcharse”, cuenta a este diario a la entrada de la mezquita. Como muchos otros miembros de la congregación, Hamlight lo conocía desde que era un niño, pero apenas sabía nada de él.

Tanto el FBI como el presidente Barack Obama sostienen que Mateen se radicalizó a través de Internet, inspirando su crimen en otras acciones del terrorismo yihadista. Pero esa parece ser solo una parte de la historia. Todo hace indicar que llevaba una atormentada doble vida. Sus allegados recuerdan sus continuas bravatas racistas y homófobas hacia los negros, los hispanos y los gays. Pero al mismo tiempo, el neoyorkino de padres afganos, diplomado en Derecho Penal y empleado en una empresa multinacional de seguridad, había frecuentado los bares de ambiente de Orlando y utilizado aplicaciones de contactos para homosexuales.

Al menos cuatro personas dicen haberle visto varias veces tomando copas en la discoteca Pulse, donde mató el domingo de madrugada a 49 personas (la mayoría hispanos) e hirió a otras 53 tras atrincherarse durante tres horas en su interior, según publica el Orlando Sentinel. “A veces se sentaba en una esquina y bebía solo y otras se emborrachaba y se ponía bullanguero y beligerante”, le ha dicho Ty Smith al principal diario de la ciudad. También lo recuerda Jim Van Horn, un cliente habitual de 71 años. “Era homosexual y trataba de ligar con otros hombres. Se les acercaba y les ponía el brazo en los hombros, como solemos hacer los gays en los bares”, le ha dicho a Associated Press.

En la mezquita de Fort Pierce, todos lo recuerdan como un musulmán observante, pero no como un fundamentalista. Iba a rezar cuatro o cinco días a la semana, casi siempre de noche. A veces le acompañaba su hijo, otras su padre, pero nadie recuerda haber visto nunca a su segunda mujer, Noor Zahi Salman, con la que se casó tras un breve matrimonio con una inmigrante uzbeka. Esta última ha dicho que Mateen sufría constantes cambios de humor y le pegaba con cualquier pretexto. Prefería el gimnasio a la mezquita. Al final sus padres la rescataron. Sitora Yusufy nunca más quiso volver a ver a su ex marido.

El padre de Mateen ha negado que su hijo fuera homosexual, pero al mismo tiempo ha dejado entrever que en casa mamó la homofobia. El padre es un personaje pintoresco. Afgano pastún, emigró a Nueva York en 1980 y con el tiempo hizo fortuna con una empresa de seguros. Ahora vive en una villa acomodada a 15 minutos de Fort Pierce. Un coche de la policía está apostado a la entrada. Cuando EL PERIÓDICO fue el lunes a hablar con él, el policía dijo que por hoy no quería más entrevistas.

En su página de Facebook, Seddique Matten se define a sí mismo como el “presidente de la República transitoria de Afganistán”, un cargo que nadie sabía hasta ahora que existiera, y tiene además un programa de televisión dirigido a los expatriados afganos donde tercia sobre la actualidad política en su país. Tras analizar sus programas, se ha dicho que simpatiza con los talibanes, un asunto que no ha querido aclarar, aunque sí ha hablado de las posibles motivaciones de su hijo. “Creo que quería obtener relevancia”, le dijo al Washington Post. “No creo que fuera una cuestión de radicalismo, ni siquiera lleva barba. No pienso que el islam o la religión tuvieran nada que ver”.

APRESADO POR SUS DEMONIOS

Lo que sí parece cada vez más claro es que Mateen era un gay reprimido que vivía apresado por sus demonios, encajonado entre un entorno hostil hacia la homosexualidad y las pulsiones propias de su naturaleza inherente. Así se desprende del vídeo homófobo colgado el lunes por su padre en Facebook, pocas horas después de la masacre. “El mismísimo Dios castigará a aquellos involucrados en la homosexualidad”, decía Seddique.

En la pequeña mezquita que los dos frecuentaban, son días convulsos. Por aquí también solía venir Munir Abu Salha, el primer estadounidense que se inmoló en Siria en un ataque suicida reivindicado por Al Nusra, la franquicia local de Al Qaeda. Aquel ataque, acontecido en 2014, motivó que el FBI investigara brevemente a Mateen por sus contactos con Abu Salha. Por entonces, determinó que habían sido mínimos y concluyó que no representaba un peligro.

La congregación insiste en que no hay nada de radical en los sermones del imán Syed Rahman, un médico muy conocido y apreciado en la zona. Pero desde el domingo, los insultos se suceden desde la carretera que pasa frente a la mezquita, frecuentada por inmigrantes pakistanís, indios y árabes de clase media. “Hay que parar al islam, que os jodan cerdos”, dice alguien desde una camioneta roja. Pero ese sentimiento está lejos de ser unánime. Varios vecinos no musulmanes de las inmediaciones apoyan al imán. Nunca han tenido problemas con la mezquita ni han notado señales preocupantes. “Es un hombre extraordinario”, dice Jennifer Parsons, una mujer que vive con su familia enfrente del templo. Parsons se está recuperando de un cáncer. "Es mi médico y me ayudó a acelerar el tratamiento. Sin su ayuda es posible que estuviera muerta".