Hollande afronta una semana clave para su polémica reforma laboral

François Hollande.

François Hollande. / periodico

EVA CANTÓN/PARÍS

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La reforma con la que François Hollande pretende dinamizar el mercado laboral y reducir la cifra de 3,5 millones de parados se está convirtiendo en un auténtico campo minado para el presidente francés. Además de haber puesto en pie de guerra a una izquierda cada vez más fracturada por la deriva liberal del primer ministro, Manuel Valls, el proyecto de ley de la ministra de Trabajo, Myriam El Khomri, cuenta con el rechazo frontal de los sindicatos, que denuncian una precarización de los contratos y el abaratamiento del despido.

La contestación no termina ahí. El 70% de los franceses se opone a la reforma, según los últimos sondeos, y una petición ‘on line’ lanzada el pasado 19 de febrero exigiendo la retirada del texto ha logrado ya un millón de firmas, un hecho sin precedentes en Francia.

Buscando el consenso

Para bajar la temperatura del creciente malestar social, el Gobierno ha optado por ganar tiempo y retrasar 15  días –hasta el 24 de marzo- la presentación en Consejo de Ministros del anteproyecto de ley. En estas dos semanas revisará los puntos de desacuerdo con los agentes sociales y celebrará un seminario con los diputados socialistas de la Asamblea Nacional, para intentar consensuar un texto que debería ver la luz antes del verano.

Un paso atrás que le reprocha el partido Los Republicanos, que acusa a Valls de rendirse a la presión de la calle y de prepararse para vaciar la ley de contenido. La misma música se oye en la patronal francesa. “El reto no es solo francés. Nuestros socios europeos esperan que el Gobierno lleve a cabo una verdadera reforma del mercado laboral”, sostiene la Medef.

El Gobierno está pues entre dos fuegos. Si cede, se apuntará el fracaso de una reforma clave del quinquenio y que reclaman Bruselas y la

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OCDE, pero sin apoyo social se arriesga a una rebelión de consecuencias imprevisibles a 14 meses de las elecciones presidenciales.

Primeros contactos

Para salir del avispero, Valls inicia este lunes una primera ronda de contactos con los sindicatos, a quienes ha prometido “mejorar” el proyecto modificando los dos artículos más polémicos: el despido por razones económicas y las indemnizaciones dictadas por el juez en caso de despido improcedente.

El texto inicial rebaja de 27 a 15 meses de sueldo el máximo de la indemnización en función de la antigüedad y amplía los casos que las empresas podrán alegar para el despido colectivo, como cambios tecnológicos o reestructuraciones para mantener la competitividad. “Debemos reformar el código laboral como lo han hecho nuestros vecinos”, defiende el primer ministro en ‘Le Journal de Dimanche’.  

Convocadas manifestaciones de los jóvenes

El proyecto pasará su primer test este miércoles cuando se lancen a la calle los jóvenes reclamando simple y llanamente la retirada del texto. “El Gobierno ha declarado una guerra sin precedentes contra los jóvenes y los asalariados”, sostienen en un comunicado diecinueve asociaciones estudiantiles muy críticas con una reforma que, a su juicio, les condena a ser “precarios de por vida”.  

A juzgar por la crispación que muestran las redes sociales, se  espera una fuerte movilización, con el consiguiente riesgo de reeditar el escenario que en el 2006 obligó al primer ministro Dominique de Villepin a renunciar al Contrato de Primer Empleo (CPE) dos meses después de su adopción.

A la manifestación convocada por las organizaciones juveniles, muchas de ellas históricamente próximas al Partido Socialista, se unirá el sindicato CGT. La jornada coincidirá, además, con la huelga de los trabajadores de la empresa estatal de ferrocarril (SNCF) en protesta por sus condiciones salariales.

CANDIDATO A LA REELECCIÓN

Aunque la actual reforma no va dirigida específicamente a los jóvenes, puede ser la gota que colme el vaso de la paciencia ante las promesas incumplidas de Hollande, que hizo de la juventud una de las prioridades durante la campaña del 2012. Canalizar el descontento juvenil será en todo caso un ejercicio delicado.

La impopularidad de Hollande y Valls, ya debilitados por el debate sobre la retirada de la nacionalidad a los acusados de terrorismo, la crisis del sector agrícola o las protestas contra la construcción del aeropuerto en la localidad de Notre Dame des Landes, también alimenta el nerviosismo en El Elíseo.

La candidatura de Hollande a la reelección se tambalea tras haberla condicionado a una reducción de las cifras del paro. Al mismo tiempo, la hipótesis de una salida de Valls del Ejecutivo, que muchos fieles del presidente verían con buenos ojos, parece en este momento poco probable.

El primer ministro está dispuesto a llegar hasta el final y sólo una reforma desnaturalizada o una fuerte presión de la calle le harían plantearse ese escenario, según los analistas. Él mismo ha dicho que no chantajearía a Hollande con la dimisión. “Sería indecente situar el debate en torno a mi persona”