EN CLAVE EUROPEA

El fracaso de la política

ELISEO OLIVERAS

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El éxito electoral del Frente Nacional francés y de otros partidos de extrema derecha en Europa refleja el profundo malestar de un porcentaje significativo de ciudadanos que se siente abandonado. Ese voto muestra también el descrédito de los partidos tradicionales, vistos como unas élites distantes e insensibles a los problemas de la gente y envueltas en escándalos de tráfico de influencias y corrupción.

Dos factores constituyen la base del éxito electoral de la extrema derecha europea, según coinciden los estudios: las consecuencias de la política económica neoliberal y el fracaso de la integración de la población musulmana. Los descalificativos fáciles de los partidos tradicionales y su negativa a reconocer que existen esos problemas seguirán facilitando este peligroso avance extremista. 

La mayoría de los partidos de extrema derecha actuales aceptan las reglas de la democracia parlamentaria, aunque sean anti-establishment. Esta reconversión para hacerse más presentables ha sido clave. Cuanto más son percibidos como un partido democrático "normal", mayor es su éxito electoral, y viceversa, explica Elisabeth Carter en su libro The Extreme Right in Western Europe.

El perfil del votante

Los votantes de extrema derecha tienden a ser varones, jóvenes o de edad avanzada, con bajo nivel educativo y proceden de la clase trabajadora y la pequeña burguesía: obreros, asalariados, autónomos, comerciantes y agricultores, coinciden los expertos Matthew Godwin, Pippa Norris y Cas Mudde.

La asunción por los socialistas de las tesis económicas neoliberales permite a la extrema derecha presentar a los partidos tradicionales de izquierda y derecha como básicamente "lo mismo", señala Herbert Kitschelt en su aportación al libro Democracies and Populist Challenge. Los socialistas han aplicado la misma política que los conservadores: liberalización a ultranza, recorte de los derechos laborales, precarización, reducción de impuestos en beneficio de los más ricos y recortes del gasto social para equilibrar los presupuestos.

La incapacidad mostrada por los partidos socialistas de defender una alternativa real a la política oficial de austeridad tras la grave crisis iniciada en el 2008 ha permitido a la extrema derecha ampliar su base electoral. "El fracaso en resolver la actual crisis está llevando a la gente a votar a la extrema derecha", destaca el profesor Florian Schui de la Universidad de Londres.

 El Frente Nacional francés, por ejemplo, se ha convertido en el partido más popular entre los obreros y el Partido del Pueblo Danés (DF) obtiene la mayor parte de su apoyo de los trabajadores, subraya Godwin. La carencia de un programa económico coherente en la extrema derecha aún no ha tenido un impacto electoral negativo.

Las víctimas de la crisis

El drástico recorte del gasto público en educación, sanidad, vivienda y protección social ha facilitado que enraizara el discurso de la extrema derecha contra los inmigrantes entre los más golpeados por la crisis. El presentar al inmigrante como el rival evita a la extrema derecha señalar a los culpables reales: la economía de casino promovida por  el sector financiero, la política de económica neoliberal y la creciente evasión fiscal legal a través de cuantiosas reducciones de impuestos a favor de la élite y la gran empresa.

La extrema derecha explota también el miedo cultural de un elevado porcentaje de la población a la pérdida de los valores europeos y de un estilo de vida frente a un creciente islamismo militante. Una de las causas del fracaso de la integración de la población procedente de países musulmanes ha sido que los gobiernos europeos han tratado a esas personas no como individuos sino como una comunidad, independientemente de que fueran creyentes, practicantes o agnósticos, y han establecido la relación con esos colectivos a través de sus representantes religiosos  (las figuras más conservadoras), contribuyendo a ensanchar la fractura social y económica, critica el escritor Kenan Malik. Pocos europeos considerarían que su párroco es el representante adecuado para relacionarse con la Administración.

La proliferación de mezquitas y centros salafistas en Europa, que promueven el rechazo frontal a los valores europeos, han trasladado la religión del ámbito privado a un islamismo militante público, lo que ha agravado el problema. La importancia electoral para los partidos tradicionales de los colectivos musulmanes ha frenado hasta ahora que se afronte a fondo este reto, cayendo en un lassez-faire para no perder votos potenciales.

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