Atrapados en "tránsito"

Trabajos en un sector de la valla levantada por Hungría en su frontera con Serbia, el 31 de mayo.

Trabajos en un sector de la valla levantada por Hungría en su frontera con Serbia, el 31 de mayo. / periodico

KIM AMOR / BUDAPEST (ENVIADO ESPECIAL)

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Hungría ha logrado desactivar con notorio éxito la ruta de los Balcanes como vía de entrada de refugiados a la UE, tras construir en el verano del 2015 una valla en la frontera con Serbia, lo que ha forzado a las personas que huyen de la guerra, la represión o la pobreza a intentar saltar a Europa a través del pedazo de Mediterráneo que une el norte de África con Italia, con las consecuencias ya conocidas.

El Gobierno del primer ministro húngaro, el conservador Viktor Orbán, ha desplegado a la largo de los 175 kilómetros de largo de la barrera alambrada de cuatro metros de altura a 10.000 miembros de las fuerzas de seguridad, a los que está previsto que se integre una fuerza nueva de 3.000 efectivos de una unidad especial entrenada para “dar caza” a los refugiados.

Las oenegés humanitarias han denunciado en repetidas ocasiones el maltrato que reciben por parte de las autoridades húngaras los solicitantes de protección internacional que esperan en la frontera o que han sido detenidos dentro de Hungría tras atravesar la línea fronteriza de manera ilegal, unos 18,000 en lo que va de año. Aquí también funciona la mafia de los contrabandistas.

UN LABERINTO DE TRÁMITES

El pasado mes de julio, el Parlamento aprobó una ley que permite detener y deportar a Serbia a cualquier inmigrante irregular que sea interceptado en un radio de 8 kilómetros de la frontera. “Hay refugiados que han tenido que ser hospitalizados por los golpes recibidos”, afirma Lydia Gall, representante en Hungría de Human Right Wacht (HRW). “La violencia contra los refugiados se ha sistematizado en Hungría, lo que nunca había pasado antes”, añade. En un reciente informe, Amnistía Internacional ha calificado el trato de “espantoso”.

Otras leyes han sido aprobadas este año por el Parlamento húngaro que endurecen las condiciones de las personas que esperan recibir protección internacional y que acaban siendo víctimas de laberínticos trámites burocráticos que impiden gestionar con éxito sus solicitudes de asilo mientras esperan en las llamadas zona de tránsito.

Estas zonas son dos espacios ubicados en la frontera, cerca de las localidades de Tompa y Röszke, en los que los refugiados pueden estar esperando semanas para poder iniciar los trámites. El Gobierno de Budapest permite entrar en su territorio para  la solicitud de asilo a 30 personas al día.

“La situación de estas personas en las zonas de tránsito es penosa, quedan atrapadas sin ayuda ni atención de ningún tipo del Gobierno Húngaro, solo de las organizaciones humanitarias”, denuncia Gall, para quien la estrategia del Gobierno es desanimar a los que pretenden arreglar los papeles para que desistan de su intención de entrar en Hungría y en territorio de la UE. Es lo que se conoce como 'estrategia cero refugiados'.

A pesar de que la inmensa mayoría de peticiones proceden de gente que huye de un país en guerra, Budapest rechaza casi todas con el argumento de que los refugiados entraron en Hungría desde un tercer país considerado seguro. La ONU, sin embargo, no considera que Serbia cumpla con los requisitos para ser considerado país seguro. 

APOYO PREOCUPANTE

Gall, que encuentra escandaloso los cerca de 40 millones de euros públicos gastados por Orbán en el referéndum invalidado por la baja participación del pasado domingo -“podía haber invertido ese dinero en mejorar las condiciones de los refugiados”, dice- cree que mientras el primer ministro siga en el poder las organizaciones humanitarias van  a tener “mucho trabajo”.

“A pesar de que la consulta ha quedado anulada, es preocupante que más de 3,3 millones de húngaros hayan apoyado este referéndum racista, sobre todo después de una campaña tan xenófoba como la que hemos vivido”, dice Gall. “No creo que Orbán vaya a cambiar de política, sino que va a seguir adelante con su discurso antirefugiados”.

En un reciente discurso pronunciado el pasado mes de septiembre ante el Parlamento de su país, Orbán resumió lo que a su parecer significaría acoger a los 1.294 refugiados que le corresponden a Hungría según las cuotas fijadas por la UE. “Podríamos perder los valores europeos, nuestra propia identidad, al mismo nivel que una rana que se deja cocer hasta morir en una olla llena de agua”.