Conflicto bélico en Siria

Asad, sin piedad

Las fuerzas sirias utilizan armamento pesado en barrios urbanos densamente poblados

Un rebelde sirio se retira con la cara ensangrentada para recibir tratamiento tras un intercambio de disparos con tropas de Asad, ayer en Idleb.

Un rebelde sirio se retira con la cara ensangrentada para recibir tratamiento tras un intercambio de disparos con tropas de Asad, ayer en Idleb.

MARC MARGINEDAS / Idleb (Siria)

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Zapatos de mujer desparejados, una pelota de fútbol reventada, sobres de comida, platos y tazas hechos añicos, un enorme cráter de entre dos y tres metros de diámetro y montones de escombros que aún ayer, a primera hora de la tarde, cuando ya habían transcurrido varias horas del bombardeo, desprendían un intenso olor a chamusquina. Los ataques con armamento pesado de las fuerzas leales al presidente sirio Bashar el Asad contra la periferia de Idleb (noroeste de Siria) continuaron causando nuevas muertes entre los civiles que no han querido o no han podido emprender la huida pese a la intensificación, aquí, de los combates. Según fuentes de la insurgencia siria, la mujer y los dos niños de corta edad que, en la madrugada del jueves, dormían en el interior de esta precaria construcción, al igual que muchas otras en Siria, con el ladrillo a la vista, perdieron la vida al instante, al impactar de lleno sobre ellos un disparo de mortero.

«Ocurrió en plena noche, alrededor de las tres», explicaba ayer, ante los mismos restos de la vivienda destruida, un miliciano rebelde. «¡Mire, mire lo que ha quedado de su casa!», exclamaba otro, mientras mostraba algunos utensilios de cocina y juguetes esparcidos por el suelo, insinuando que solo un régimen como el de Bashar el Asad era capaz de emplear este tipo de armamento contra barrios densamente poblados.

Idleb, al igual que las poblaciones de Deir Ezzor y Zabadani, pero sobre todo la ciudad de Homs, se han erigido, en estos primeros días de febrero, en campos de batalla urbanos donde se libra una lucha sin cuartel --puede que definitiva-- entre las tropas leales al régimen de Damasco y el ejército insurrecto, formado por desertores de las Fuerzas Armadas regulares que se niegan a acatar las órdenes de sus superiores.

VECINOS ATERRORIZADOS / En Homs, la ofensiva de las fuerzas sirias cumplió ayer su sexto día y sumó un centenar de muertos más. «Los misiles llueven sin descanso sobre Bab Amro» (un barrio de Homs), explican aterrorizados por teléfono sus vecinos. Hay edificios totalmente destruidos. Esa es una ciudad fantasma», denuncian militantes opositores.

El encarnizamiento de la ofensiva va a más. Los centros médicos se han convertido en objetivo de las fuerzas de seguridad del régimen y los heridos son curados en el suelo de casas y mezquitas, convertidos en clandestinos hospitales de campaña. Las calles están vacías. Nadie se atreve a salir.

También en Idleb, la atmósfera que se palpa al adentrarse por las desiertas calles es la de una ciudad cercada, donde ni siquiera las posiciones de cada uno de los bandos en liza se hallan bien delimitadas. Por sus calles a oscuras, repletas de basuras y con los muros de los edificios cubiertos de grafitis, apenas se atreven a circular personas o vehículos. Los pocos ciudadanos que se dejan ver en el exterior se afanan en calentarse frente a las puertas de sus casas mediante improvisadas hogueras, o caminan raudos sobre el asfalto con provisiones en las manos.

En una esquina de la calle Al Hijaz, el bando insurrecto ha levantado, con sacos terreros, un imponente muro de unos dos metros de alto para frenar a los francotiradores lealistas, que se enseñorean del lugar en cuanto oscurece. «A partir de las seis de la tarde comienzan a disparar; no se puede circular por aquí después de esa hora», explica Yazid, soldado rebelde, mientras señala los orificios en la pared protectora por los que los milicianos insurrectos apuntan con sus fusiles de asalto kalashnikov a sus escurridizos e invisibles enemigos. Los comandantes rebeldes aseguran controlar un 70% del casco urbano de Idleb, y que las tropas lealistas se atrincheran en un puñado de edificios situados en el centro, logrando a duras penas resistir, extremo que es imposible confirmar de forma independiente.

Pese a la ausencia de una condena internacional contra el régimen de Damasco y a la falta de consenso entre las principales potencias para adoptar un plan de acción que detenga la violencia en Siria, la oposición no da muestras de arredrarse ni de dar su brazo a torcer. Para hoy ha sido convocada una nueva jornada de protesta, coincidiendo, como es habitual, con la plegaria semanal del viernes, en la que el centro de las críticas y condenas populares serán Rusia y China, cuyos representantes frenan en el Consejo de Seguridad de la ONU cualquier resolución contraria a Damasco.

A DIARIO / En los bastiones opositores de menor entidad se celebran manifestaciones opositoras casi a diario, convocadas desde los mismos minaretes de las mezquitas. En Sarmin, pequeño poblado a unos cinco kilómetros de Idleb, cientos de manifestantes salieron el miércoles por la noche a la calle, alrededor de las siete, sin inquietarse siquiera por la posibilidad de que sus rostros fueran filmados por las cámaras de una cadena británica presente o por los rumores de una inminente incursión de las milicia shabiha. «Entregamos nuestras almas y nuestra sangre por Homs», coreaba la concurrencia, que ondeaba un sinfín de banderas tricolor verde, blanca y negra, con la que pretenden sustituir a la actual insignia nacional una vez que triunfe su revolución.