Un país en alerta

Centro de emergencias de Anse à Pitres

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Yonise tuvo que volver a sacar su megáfono esta semana, Erika se acercaba. Él es voluntario de Cruz Roja en la comunidad de Anse à Pitres, en la región sureste de Haití. Ella, la última tormenta tropical que ha cruzado el país. Desde el terremoto de 2010, la prevención ante posibles desastres se ha convertido en una necesidad y los voluntarios cumplen un papel fundamental. Cada vez que se declara una alarma, recorren las calles del pueblo y avisan casa por casa dando algunos consejos básicos: asegurar puertas y ventanas, cortar las ramas de los arboles más cercanos, proteger a los animales, etc. Las familias más vulnerables son conducidas a alguno de los nuevos refugios que ha construido el gobierno a raíz del seísmo. La catástrofe sirvió para aprender algunas lecciones.

Sin embargo, la posibilidad de sufrir un nuevo terremoto solo es uno de los muchos problemas a los que se enfrenta la población. A ella se suman inundaciones, sequías y los terribles ciclones. Durante seis meses al año, todo el país permanece en alerta. La temporada de ciclones se extiende de junio a noviembre y sus efectos pueden ser devastadores, sobre todo en las zonas rurales, donde arrasan carreteras y cultivos. Esta vez hubo suerte. Finalmente, Erika se quedó en tormenta, pero la temporada es larga.

Este es solo el principio de la lucha contra el clima a la que cada año se enfrentan los haitianos, lo que dificulta aun más su lucha contra la pobreza y la desigualdad, su verdadera batalla de fondo.