Análisis

Premios justos pero ¿dónde queda Vermut?

Se enfrentaron dos buenos modelos de cine y uno, el que representa 'Magical Girl¿, salió derrotado

Los premiados en los Goya 2015

Los premiados en los Goya 2015

QUIM CASAS

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Tras una de las más largas y penosas galas que se recuerdan en los premios Goya, con numeritos cómicos a costa de hombres orquesta y simpáticos dúos andaluces que alargaron la ceremonia hasta el ataque de nervios de asistentes, televidentes y prensa en general, las previsiones se han cumplido: La isla mínima, el thriller ambientado en las marismas del Guadalquivir en los años 80, uno de los mejores filmes españoles del año, nominado en 17 categorías, se ha alzado con 10 premios, y entre ellos cuatro de los cinco más importantes, película, dirección, guion y actor principal (ha vuelto a ocurrir como en el festival de San Sebastián: Javier Gutiérrez le ha ganado el pulso a su compañero de reparto, Raúl Arévalo).

Nadie puede discutir la holgada victoria de la película de Alberto Rodríguez, pero a todo esto ¿dónde quedó Magical Girl, de Carlos Vermut, la apuesta más original de todos los títulos presentados este año, un filme distinto porque intenta seducir o interesar al público a través de otras vías expresivas? ¿Dónde queda el reconocimiento a la búsqueda, el riesgo y la modernidad (en una ceremonia tan poco moderna) con la que muchos se refieren al cine español actual? Lamentablemente, donde se preveía. Solo un buen (y justo) galardón, el de mejor actriz para Bárbara Lennie.

Algunas decisiones como mínimo desconcertantes. El premio a la mejor actriz revelación para Nerea Barros, por ejemplo, por su cometido importante pero en absoluto principal en La isla mínima, dado que otras dos intérpretes nominadas a este galardón sí que sostienen realmente buena parte de las películas que protagonizan, Natalia Tena en 10.000 KM y Ingrid García Jonsson en Hermosa juventud.

También ha sido muy extraño que ninguno de los actores que ha subido a recoger su estatuilla por 8 apellidos vascosKarra Elejalde, Carmen Machi y el presentador de la gala, Dani Rovira (en otra situación como mínimo anómala: showman y galardonado, arriba y abajo del escenario), haya hecho mención alguna a los guionistas del filme, Borja Cobeaga y Diego San José, y no pararan de rendir tributo al director, Emilio Martínez-Lázaro, cuando esta disparatada y exitosa comedia es lo que es gracias a su guion (ni siquiera nominado) y no a su realización. Aunque Machi estuvo bien cuando dijo estar sorprendida por llevarse un Goya por hacer reír.

Merecidísimo, por el contrario, el premio a la mejor dirección novel para Carles Marques-Marcet, aunque eso no palia otra de las dudosas decisiones de este año, que su filme, 10.000 KM, triunfador en Málaga (que es el festival del cine español) y escogida como una de las tres películas finalistas para ser presentadas a los Oscar, no estuviera entre las cinco nominadas y sí apareciera Relatos salvajes, que es argentina (y de El Deseo) y estaba cantado que ganaría el Goya a la mejor producción iberoamericana. ¿Para que nominarla si no iba a tener peso en la categoria de película española?

Otro triunfo previsible, el de mejor filme de animación para la nueva vuelta de tuerca de Javier Fesser con Mortadelo y Filemón, los entrañables personajes de Francisco Ibáñez: previsible pero nada que objetar (es como cuando una producción Pixar se lleva el Oscar al mejor filme estadounidense de animación: apenas hay rivales). El niño, definición matemática del cine industrial, lo tenía complicado con la competencia de La isla minima, que maneja mejor la baza de la autoría dentro del engranaje industrial. Por ello el filme de Monzón logró varios Goya, pero siempre en las categorías denominadas menores, que no lo son (sonido, dirección de producción, efectos especiales), pero este es el juego de los premios.

¿Y Loreak? El nuevo cine vasco solo aspiraba a mejor película, como si no existiera ninguno de los que la ha hecho posible.