Análisis
Sorpresas relativas y bastantes convenciones
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
QUIM CASAS
Empecemos con la valoración de aquellos premios que estaban más o menos cantados. Era de prever que la película de aire más industrial de las nominadas, Las brujas de Zugarramurdi, iba a arrasar con los galardones que se consideran menores: montaje, dirección artística, vestuario, sonido, dirección de producción, efectos especiales, maquillaje y peluquería. Ninguna sorpresa en este sentido, ya que el filme de Álex de la Iglesia reúne todos los atributos del espectáculo más artesanal que autoral. Tampoco ha sido ninguna sorpresa, y era tan previsible como justo, el premio a la mejor interpretación femenina para Marian Álvarez por su extraordinario trabajo en La herida, filme por el que Fernando Franco ha conseguido el Goya al mejor director novel. El arrojo obtiene a veces su recompensa, y de las cinco nominadas a la mejor película, la de Franco es sin duda la más valiente, un paso al frente para un tipo de cine que huye del academicismo, de la fórmula fácil y del tedio. En todo caso, la fractura entre un cierto cine institucional y el otro cine sigue siendo evidente: David Trueba representa, en calidad de director, casi lo opuesto a Franco, y sin embargo para él ha sido el Goya al mejor director cuando su filme es, ante todo, un buen guion, por el que también ha sido recompensado. Y en la traca final, el premio a la mejor película también recayó en Vivir es fácil con los ojos cerrados. Lo que parecía, a medida que acanzaba la gala, una recompensa para todas las tendencias en un acto de homogenización, ha derivado finalmente hacia el triunfo del modelo estandarizado.
La agradable y simpática película de David Trueba puede verse como el punto medio entre la radicalización de Caníbal y La herida, la herencia del un viejo cine de autor español que representa 15 años y un día y la comedia mainstream la que se abona La gran familia española. Quizá ha sido la decisión fácil, la bisagra entre tendencias.
Otro premio cantado era el de mejor filme europeo para Amor: no sé cuantos galardones habrá cosechado ya la película de Michael Haneke desde que se alzara con la Palma de Oro en Cannes. Y otra sorpresa, relativa: Javier Cámara (Vivir es fácil con los ojos cerrados) venciendo a Antonio de la Torre (Caníbal), lo agradable sobre lo inquietante.
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